28 de mayo de 2009

tabaco, maldad y El Señor de los Anillos... adicciones

Esto de escribir en un locutorio tiene su punto metafórico... en cualquier momento se te acaba la vida y ¡la de cosas que se pueden quedar sin decir!
(Se me acabó. Pero tampoco se ha perdido gran cosa).
....
Vivo convencido de que mi vida se consume junto con (o gracias a) el cigarrito que me fumo. Hasta ahí me ha convencido el libro de "Dejar de fumar es fácil si sabes cómo". Fumo con el ánimo del suicida que se acerca a pasos cortos al borde de la terraza desde la que se va a tirar. Tengo mucho interés en leer la continuación de ese bestseller de las adicciones: "¿Alguien sabe cómo coño?". Desgraciadamente no creo que consiga ese libro-apéndice porque el que escribió el primero palmó de cáncer de pulmón y enfisema y ahogo por alquitrán y toses varias y.
Como Dale Carnegie, que escribió un fantástico compendio sobre cómo ser feliz y poco tiempo después le mandó una nota a su editor, "que me viene mal entregarte las pruebas del próximo libro el jueves, porque voy a suicidarme mañana, así que no creo que pueda". Deadline de la deadline.
O Esaú que escribió el famoso: "Dejar de comer lentejas es fácil si sabes cómo". El no supo y vendió su primogenitura a su hermano Jacob que era un chico formal, aseado y sin adicciones.
A estas alturas, dos conclusiones rápidas y una perla de sabiduría: Todos los adictos somos unos pringaos y las racionalizaciones posteriores no sirven de gran cosa, pero se venden bien en las librerías. Y la perla para que tendréis que bucear en vuestro pensamiento hasta que encontréis en él lo que encontré yo antes: la maldad es sólo otra forma de adicción.
Veamos, el usuario (Adán, alias "Género Humano") comenzó pronto, jovencillo. Originalmente ese pecado primero no lo necesitaba, no le sentaba bien, le costó caro, le causó la muerte, la impotencia y todas esas cosas que tan gentilmente nos anuncia el mismo Estado que cobra impuestos por vendernos el tabaco. Y así y todo dió el mordisco a la manzana.
Pecamos compulsivamente, muchas veces incluso sin convencimiento ni ganas, o en modo automático. "Me aburro, ¿qué podría hacer?... Me encenderé un pecado que sabe mal en mi boca pero me da aspecto de hombre de mundo, me entretiene con eso de qe una vez prendido tiene consecuencias que quedan flotando, evolucionando amarillentas, como humo en el aire y puedo mirarlas, existiendo ajenas a mí mismo".
Hacemos mal por idiotez. Por eso dicen que matar a uno cuesta, pero los siguientes son más fáciles.
- Y tú que fumas?
-Yo, adulterio.
-¿Adulterio? A mí las mentiras del adulterio hacen que me pique la garganta. Yo prefiero el mío, la Gula.
- A mí la gula me da dolor de cabeza. Sabe a ceniza, ¿no crees?
Cada marca tiene sus sabores, o son mezcla particular de venenos con la que rápidamente nos asociamos.
La mejor descripción que he leido nunca sobre adictos está en El Señor de los Anillos.
¡Peazo yonki era Frodo! Fíjate que aspecto lastimoso y patético acaba teniendo. En el Monte del Destino, hecho unos zorros, chupado, demacrado, febril.
Y yonki una vez, yonki pa siempre, no importa si se va a los Puertos Grises. Cada cierto tiempo, un dolor íntimo le recordará ya for ever and ever lo que fue, lo que perdió, lo que sigue deseando.
El anillo te da un subidón, te hace creerte poderoso, más alto, más guapo. Y te va convirtiendo entretanto en un espectro.
Vendes a tu madre, matas a tu amigo, por un chute del anillo.

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