18 de diciembre de 2014

Sobre los clásicos, una cita by rafarrojas

Un clásico (libro, historia...) es aquél que cuando lo miras directamente a los ojos ves en ellos el origen de muchos de tus propios rasgos, como fueran los de ese abuelo al que no conociste nunca.
"Así que de aquí sale!..."
Una cita de rafarrojas

13 de diciembre de 2014

blog (cita autobiográfica by rafarrojas)

"... Schroedinger abrió la caja y dentro estaba el gato escribiendo un blog"
(¿y qué dijo el gato?, preguntas. Dijo: esa pueeeerta!/tengo claustrofobia)

Lord Sith de las Letras

Mientras estudio literatura española del Siglo de Oro pienso en los críticos que escriben los artículos que tengo que estudiar, imagino sus caretos detrás de esas frases hechas, hechas de encomios y parabienes y felicitaciones y alabanzas: “el genial autor demuestra una maestría absoluta en el dominio de los blabla-blabla...”.
Parece que los críticos sólo tienen dos posiciones: o babeando sobre los clásicos (o alguna estrella en alza), en plan servil arrastra’o, o haciendo sangre sobre cualquier otra cosa, como para compensar con dosis extra de vitriolo y mala lessshe tanta brillo sacado al ojete de los grandes.

Me da miedo acabar como ellos. Tal vez lo sea ya, porque el reverso tenebroso de la Fuerza, el lado oscuro del deseo de ser escritor o al menos hablar sobre los que lo son, es muy fuerte en mí.... (Bueno, y aún podría ser peor: ser un sith, pero uno pequeñín sin apenas poder como para hacer el pino-puente, nada de triple salto mortal, y que tenga que ir por el mando a distancia de la tele en vez de atraerlo hacia sí con telequinesis... un última fila entre los última fila....)
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Y una última parte: q como pasa aquí en mi blog o como me pasa entre la gente de mi clase (los niños con los que comparto aula), al final lo que opine o deje de opinar no le interese a nadie, nadie me lea ni le importe una mierda si digo que tal es guay o el de más allá es fábrica de basura barata.... (El fatalismo ruso-sith ataca de nuevo)

8 de diciembre de 2014

El Libro del Buen Amor - Tres lecturas para un trabajo de Literatura Medieval

[NOTA PREVIA: trabajo que tengo que entregar mañana sobre la interpretación del Libro del Buen Amor del arcipreste de Hita para Literatura Medieval.... Así que aquí os dejo el trabajo por si os sirve de algo y porque es lo único que estoy haciendo últimamente]

El Libro del Buen Amor - Tres lecturas para un trabajo de Literatura Medieval (un trabajo de rafarrojas)

 “Y esta intención, en el caso del Libro de buen amor, consiste precisamente en presentar varias lecturas (aunque no infinitas). Y es que la riqueza de una obra literaria, tal como la entiende Eco (y también como lo hizo seguramente el Arcipreste de Hita), radica en haber sido concebida como una «máquina de generar interpretaciones».
"El Libro de buen amor como obra abierta: una aproximación desde las teorías de Umberto Eco". Eduardo José Jacinto García. Universidad de Jaén

HABLANDO DE HABLAR (o la metacrítica) 
Por fin! Por fin alguien formula la pregunta necesaria, la importante, “¿cuál es la intencionalidad del libro?”. Por fin la oportunidad de olvidarse de los críticos que critican como bestias con anteojeras, con visión de túnel, esos estructuralistas y formalistas que sólo atienden a la letra (negando el espíritu), de los críticos ensoberbecidos en su erudición que pesan y miden y reducen a átomos fríos, a píxeles inanes, las obras de arte, que se sienten, por ende, tan satisfechos de sí mismos con lo que hacen que se creen ser ellos creadores y genios cuando son sólo academicistas-diletantes-parásitos de los creadores y los genios.

Dicen que obras son amores y no buenas razones, y es cierto. Pero las razones, las intenciones, marcan la diferencia entre un asesinato y un homicidio, el dolo, y lo fundamental es la voluntad manifiesta, incluso cuando la manifestación traicione la voluntad y lo que se escriba no cumpla con lo que se pensó decir o se querría decir. (“que, segund derecho, las palabras sirven a la intençión et non la intençión a las palabras”)

También dicen que jamás sabremos qué intención tiene un libro, porque jamás podremos viajar a ese rincón oscuro y lejano de la mente del otro, en el tiempo del otro, porque somos hoy y nosotros y no ayer y ellos, y ni siquiera es común a veces nuestro lenguaje. Suma que el otro ni siquiera se comprende a sí mismo, que no nos comprendemos nosotros, que toda comunicación es pretensión y falacia donde se da por bueno el espejismo de un sentido (eso mantienen los del new criticism, Wimsatt, Beardsley y compañía).

Pero yo me rebelo, me resisto a ese intento de hacer ciencia del arte, a medir la expresión última de la subjetividad (la creación literaria) con la repugnamente desangelada pseudo-objetividad de los críticos. Llámame romántico y trasnochado y bobo. Llámame ignorante. Pero me sobran los intermediarios en ese jardín secreto del pensamiento donde vas a encontrarte con el otro y dejas que te seduzca como seducen los donjuanes con el verbo, los arciprestes con la labia y el gracejo. Allí me golpearon, me golpearán, sus palabras directamente entre los ojos, retumbarán en la soledad y el silencio los ecos de otro ser, inteligencia, alma, hasta que la mía se acuerde con vibración simpática y sea yo, como él, por un segundo, también yo, arcipreste de Hita, amante del amor, monje risueño y complejo, humano.

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... Y en seguida llegan la inseguridad y el miedo. Porque si renuncias a todos los instrumentos del forense, al bisturí del cirujano y al cuchillo del carnicero, tal vez nunca llegues a penetrar la piel dura del tiempo y el espacio. No hay abrelatas para abrir el texto. Sólo tú, y enfrente lo desconocido incognoscible. (Y en seguida la tentación de mirar lo que dicen otros, la explicación de la biografía y el contexto, el recurso a cualquiera – incluso el odiado endiosado profesor de turno- con tal de saber cuál era esa intencionalidad antes de que se escape... Porque es unicornio esquivo este de la obra de arte).

Ofrezco tres posibles lecturas que van de lo general a lo concreto: del perogrullo aplicable a cualquier escritor de cualquier tiempo, al Juan Ruiz, individuo que imagino, hasta acabar en el Juan Ruiz hijo de su época (y de paso contesto a lo que creo que sugieren otros: unidad sí o no, goliardo sí o no, etc. ---------------------------

LA PRIMERA INTERPRETACIÓN: EL PEROGRULLO
Empezaré por lo seguro,

La intención del arcipreste al escribir el Libro del Buen Amor era escribir.

Escribir, y así ver que se puede hacer como lo hicieron otros antes, algunos admirablemente, y a lo mejor tan bien como aquéllos, o al menos de forma única y propia, contando lo que nadie contará como lo contaremos nosotros. Escribir y ser “Yo Joan Ruis, el sobredicho arçipreste de Hita, / porque mi coraçón de trovar non se quita”. (575).

Ser en tinta, que es más que ser, porque la vida de la tinta traspasa las fronteras de la cárcel y del tiempo “si me puntar sopieres, siempre me avrás en miente” (71). Las palabras son heraldos que anuncian que llega alguien grande, son pregoneros de quién habla y leales caballeros si tienen buen señor, y sirven también a la muerte como coro de plañideras: “faserte he un pitafio escripto con estoria” (1572), “yo un gualardón vos pido, que por Dios en romería / digades un Pater noster por mí et Ave María.” (1633).

Escribir es recordar, que es vivir dos veces (así decía Berganza, en el Coloquio de los Perros: “tuve deseo de hablar, para decir cosas que depositaba en la memoria; y allí, de antiguas y muchas, o se enmohecían o se me olvidaban”). Recordar aquello que nos dió placer, los tiempos de fermosas y lozanas y garridas y discretas, algo que trae a nuestros labios la sonrisa y un cierto orgullo “movió con su mesnada Amor, e fue su vía, / dexome con coydado, pero con alegría, / este mi señor siempre tal costumbre avía” (1313).

Recordar para sí y para otros, compartiendo... Porque servir, ser útil, es motivación principal de cualquier ser humano, ya sea con la “chica fabla, solás et letuario” (1632), o para la reflexión sobre “memoria buena de bien obrar” (“et instruam te in via hac” -y te enseñaré de esta manera). Y aquí y así es cuando se unen ars amandi y ars predicandi. (Y recuerdo ahora aquello que decía el prólogo de El Buscón de Quevedo, “Al lector”: “y no poco fruto podrás sacar dél si tienes atención al escarmiento; y cuando no lo hagas, aprovéchate de los sermones, que dudo nadie compre libro de burlas para apartarse de los incentivos de su natural depravado. Sea empero lo que quisieres...”) [NOTA: Así que, sí, creo que es autobiográfico y no falsa autobiografía. En todo caso legendaria, aun cuando se cubra a ratos con préstamos de De Amore de Capellán...]

LA SEGUNDA, REIVINDICACIÓN DEL SALIDORRO. O de esa unidad en la tridimensionalidad del humano que a muchos (y muchas) se les escapa. 
“Estando en su coyta dixo un çibdadano,
que tomasen un ribaldo, un bellaco romano,
segund Dios le demostrase faser señas con la mano,
 que tales las fisiese: fueles consejo sano.” (51)

Habrá romano villano quien mire mano y vea sólo colección de dedos, dispares (impares) dedos. No verá una mano completa. Habrá quien diga que el LBA es colcha de retales - bonitos, sí, pero tan esencialmente distintos y ajenos, que no pueden ser considerados como un todo, sino partes zurcidas sin criterio, o si acaso, ejercicios de estilo y género agrupados en manual de colegio.

No lo creo. (Que le den a Walsh). Yo lo veo claramente, como si me llevara J.R. de su mano: la mano al completo. Una mano amiga de dedos que se ajustan a mis dedos:
 - dedo gordo jocundo, vitalista, que da su aprobación a una moza lozana;
 - dedo índice, apuntando al aire, marcando lecciones morales, señalando en cátedra teológica;
 - un meñique de erudito primoroso, de la más alta clase, que se alza mientra mezcla con la cucharilla latinajos en el café;
 - un carnal y hasta obsceno, procaz, dedo corazón. de burla y sátira...
 Todos son una sola mano

YoSoYyO - El todo con el que me identifico 
Juan Ruiz soy yo. Eso explicaría muchas cosas, todas. Esa profusión de voces aparentemente discordantes, esa ambigüedad, colección de paradojas no resueltas, polifonía de la que hablaba Corominas a la manera de Bajtín...
Todo tiene sentido entonces: el arciprestre es un hombre que ama a las mujeres, “de cómo en servir dueñas todo tiempo non cansé”, (577), que busca “juntamiento con fembra plasentera” (70), “ca solo, sin compaña, era penada vida” (1317).

De acuerdo, es un salido hijo de Venus (y dicen algunos que le vino de madre mora y de ser alcalaíno y andalusí sensual... ¡como si ese rasgo no lo tuvieran los del Norte, y los del Este y el Oeste!, y si no, que se lo digan a los monjes de Buro, aquellos goliardos de imperecedera fama).

Y no es fácil, ni garantía de éxito, el mucho desear y pretender, y es propio del que lo intenta mucho, recibir contar con al menos tantos rechazos como aciertos, [hasta el punto que algunos hablen como aquella respetable señora del Cambridge de la pérfida Albión, Louise M. Haywood, de “El Libro de buen amor como Arte de no amar (ni ser amado)”]...hasta el punto de preguntarse como hemos hecho todos alguna vez si no será mejor dejar de probar, que no acompaña la suerte, de envidiar incluso a los que no tienen ese picor que sólo puede calmar que otro rasque “Los que te non probaron, en buen día nasçieron, / folgaron sin coydado, nunca entristeçieron, / desque a ti fallaron, todos su bien perdieron”, (198).
Que ésta del amor es guerra donde no ha prisioneros, y deja muertos (de honra o ganas), y la mujer entonces como ahora no fía de treguas propuestas: “Más vale en convento las sardinas saladas, / et faser a Dios servisio con las dueñas honradas, / que perder la mi alma con perdises asadas, / et fincar escarnida con otras deserradas” (1385)

Y a todo esto, en medio de tanto deseo, la literatura, que tiene su valor, como arma arrojadiza y de conquista, o como justa retribución y regalo (porque el salido es con frecuencia el amante más agradecido, si acaso por haber conocido de sobra su parte de desdenes): “Por amor d'esta dueña fis' trovas e cantares” (170) “Sabe Dios, que aquesta dueña e quantas yo vi, / siempre quise guardarlas, et siempre las serví, /si servir non las pude, nunca las deserví, / de dueña mesurada siempre bien escrebí”. (107) “Fis' con el grand pesar esta trova cazurra, / la dueña que la oyere, por ella non me aburra, / ca debríen me desir neçio, et más que bestia burra, / si de tan grand escarnio yo non trovase burla”. (114)

Salido, pues, e inseguro, y entonces como ahora las mujeres pueden ser crueles con el salido: “asaút”, “le alá” (calla y que no, no, dijo la mora), y no ven ni ellas ni esos críticos de encefalograma plano las tres dimensiones que esconde: que es miembro, cierto, y pulsante, apremioso... pero también es cerebro y razón y cultivado y conocedor de mucho y de otros ... y también corazón, romántico empedernido y leal y bueno. Y se puede amar con loco amor, y amor carnal, y luego, sobre, antes, durante y después, amar “limpiamente” o amar a Dios y a la Virgen y ser buena gente.

La mano completa, que los árboles le impiden ver el bosque a los de miras estrechas.

 LA TERCERA, Y DEFINITIVA, DEFENSA DE UN MODO DE VIDA. Goliardo, tal vez no, pero que me dejen a la dueña quieta y a mí en paz que así funciono mejor.

“Allá en Talavera, en las calendas de abril,
llegadas son las cartas de arçobispo Don Gil,
en las quales venía el mandato non vil,
tal, que si plugo a uno, pesó a más que a dos mil”. (1690)

Estos versos de la Cantica de los Clérigos de Talavera con la que el arcipreste cierra el libro (quedando aparte los dos cantares de ciegos, como aparentes emplazados a ser difusores) pueden (tal vez, quizá, quién sabe) ser justo la clave que permita entender la intención del Libro del Buen Amor. Y sería tal la defensa de un modo de vida asediado y en plena lucha por su supervivencia: la del clérigo no célibe.

Es inevitable considerar para esta tercera posible lectura el contexto histórico.

 - Que la Iglesia en aquella época tenía un poder temporal casi omnímodo y que, incluso considerando la increible religiosidad del hombre medieval, esto conducía a la existencia de un tipo de sacerdote que era casi un funcionario dentro de esa estructura teocrática, más mundano, incluso venal; y que en muchas ocasiones las razones por las que se unían los individuos a esa legión de clérigos y monjes no eran tanto espirituales como otras más prosaicas y seculares de pura supervivencia, de encontrar su lugar o su trabajo... tomar las órdenes como quién realiza oposiciones.

El mismo arcipreste actúa como hombre de confianza del obispo y sus funciones eran tal las de un capataz e intermediario con los responsables de las parroquias de su área, un auténtico viajante, visitador (como el médico), siempre de un cura a otro, inspector, con punto de vendedor locuaz y negociador, de pies bien pegados al suelo.

 - En esa Iglesia tan amplia como poco espiritual era, por tanto, común y corriente que un clérigo tuviera relaciones estables, tipo la barraganía o concubinato de soltero (y en soltero se incluye a curas de toda condición) a la que dan entidad legal las Partidas de Alfonso X el sabio (Partida 4ª, título 16, 2 y 4).

Pero el alto clero no quiere eso (al menos, no para el bajo clero). Quiere curas célibes, sin más vínculo que el jerárquico establecido con ellos, como jefes que exigen dedicación exclusiva al subalterno.... Y eso a pesar de que ellos mismos no cumplen como debieran y que la simonía y el nepotismo se enseñorean en la Iglesia (en breve, en las Iglesias, con el cisma de occidente y el lío del papado bicéfalo).

Y con esa falta de autoridad moral detrás, que los sucesivos concilios de Valladolid, en otoño de 1228, en Salamanca, al siguiente mes de febrero, y en Lérida, un mes después, que pretendían que “los deanes de las iglesias y sus cabildos, los arcedianos y arciprestes trabajarían para hallar a los concubinarios, suspendiéndolos seguidamente de oficio y beneficio, y haciéndolo saber al obispo”, no tuvieran realmente efecto y siguieran los curas “casados” resulta casi lógico e inevitable.

 Aquel visitador arcipreste conoce a sus clientes, a los de las diócesis, y cómo viven y cómo quieren seguir viviendo. Sabe del mundo, qué remedio!, entre sierras y serranas, y de la carne (me viene a la memoria aquel comercial amigo que era capaz de hacer su propia guía michelin de putiferios, tripadvisor del lenocinio....).

Y mantiene una postura que algunos asimilan a la de aquellos monjes errabundos que gustaban de los goces carnales, los goliardos (unos auténticos anti-sistema entre los religiosos). Vale, al Arcipreste no le va el vino como a los goliardos, ni el juego, pero coincide con ellos en su apetito amoroso, aunque, dice R. Menéndez Pidal, no lo concibe como "libertino desorden de juventud" sino como "acatamiento rendido a los vitales mandatos de la naturaleza, gozoso rendimiento al eterno triufo del Amor".

Por su parte, David Felipe Arranz Lago opina: “Los versos del Arcipreste no cantan o subliman la belleza de la dama y hacen del poeta un ser doliente y sufriente, capaz de alcanzar cotas de inusitado masoquismo. No. Bien al contrario, promueven un amor práctico, cotidiano, bajo la especie de un manual de uso para supervivencia en el mar embravecido de las relaciones amatorias y recuperan, sin que hasta hoy se haya dicho de manera clara, los textos latinos de los goliardos estudiados por el Arcipreste en que se cantaba al amor y la efusión sensista”.

 Así que tenemos el conflicto establecido, un conflicto que tal vez llevara a nuestro héroe a la cárcel por doce años o sobre el que tal vez reflexionó mientras dormía en las mazmorras por cuenta de su ex jefe Don Gil, : )

Así lo cuenta, José Sánchez Herrero, de la Universidad de Sevilla. “Coinciden las fechas: en enero de 1342 el Papa Benedicto XII invitó a los obispos que urgiesen la castidad clerical; en abril de ese mismo año celebró sínodo el arzobispo de Toledo, don Gil de Albornoz, cuyas constituciones lleva a Talavera el arcipreste de Hita (Hita y Talavera eran dos arciprestazos de la archidiócesis de Toledo)”.

Juan Ruiz se pone del lado de los rebeldes, de los sublevados y libérrimos, y aunque establece sus límites al placer que experimenta con el loco amor (no se lía con casadas), defiende la idea de vida sin privación de mujer al estilo glorioso de los cachondos de corazón.

No hay sin embargo final feliz en esta interpretación: acabaron por perder la batalla. Aunque sigue discutiéndose, desde asociaciones como la ASCE (Asociación de Sacerdotes Casados de España) ....

Hasta ese punto es eterno el clásico.

 NOTAS AL PIE: «En cuestiones de disciplina eclesiástica manifestaron su espíritu fronterizo en su desprecio por la autoridad lejana –incluida la autoridad pontificia- y en su rechazo de todo tipo de reformas que amenazasen a sus peculiares instituciones, de las cuales la más ineficazmente amenazada, si no la más peculiar, fue el concubinato eclesiástico». LINEHAN, Peter: La Iglesia española y el Papado en el siglo XIII. Salamanca, 1975, p. 2. Aquellos poemas goliardescos que integran la colección de Carmina Burana, reunida hacia 1225 y que se encontró en el monasterio de Benediktbeuren en Baviera, región alemana ubicada entre los Alpes y la frontera con Checoslovaquia, eran seguro conocidos por el arcipreste de Hita. “«Enpero, porque es umanal cosa el pecar»: el Arcipreste de Hita y el discurso de la transgresión”- http://cvc.cervantes.es/literatura/arcipreste_hita/02/arranz.htm “Amantes, barraganas, compañeras, concubinas clericales”- https://www.durango-udala.net/portalDurango/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/0_520_1.pdf http://web.jet.es/mistica/secul.htm