28 de mayo de 2009

El Extranjero de Camus, la expresión y el sentimiento, y especies en Star Trek

Ahora que acabo de leer por segunda vez (de la primera, hace más de 20 años, no recordaba nada salvo el título y que me gustó) El Extranjero, de Albert Camus, y aprovecharé para comentarlo. Así quedará en algún sitio donde pueda echarle un vistazo cuando quiera (o necesite) volver a recordar porqué me parece que merece la pena. Me da mucha rabia pensar en todos los libros que he leido, algunos trabajosamente, por eso de ampliar mi cultura (el colmo fue El Proceso de Kafka, en el que escribí los números de las páginas al revés ¡en cada página! para consolarme pensando que iba quemando kilómetros... y por cierto que ambos libros tienen en común la idea del absurdo judicial, sólo que más acusado y metafórico en el caso de Kafka) y de los que no recuerdo nada (a veces ni el título). Y ¿quién sabe? a lo mejor a alguien le interesa o le sirve de algo (lo de siempre: este blog no lo lee ni san Judas y lo mismo podría afirmar en él que soy un nuevo profeta o que he descubierto la cura contra el cáncer o que tengo pruebas de que Zapatero es un asesino a sueldo que trabaja para la mafia siciliana que igualmente no lo leería nadie...).
Bueno, al lío: dato de la solapa, por situarnos, Camus publicó El Extranjero en el 42. Trata de la historia de un francés, Meursault, que vive en una colonia del Norte de África, ¿tal vez Argelia?. Mata a un árabe y es condenado por ello a la guillotina. Pero lo curioso es que no es condenado tanto por el hecho en sí como por su incapacidad de tener los sentimientos que la sociedad espera que tenga, de expresarlos o al menos de fingirlos: en su caso, la muerte de su madre, que con el asesinato ocupa la primera parte del libro, mientras que la segunda trata sobre su detención, juicio y condena.
Dos cosas que se repiten continuamente: la sensación de que debe disculparse (con su jefe, con los del asilo, con los conocidos...) y la incomprensión de los otros, q es mutua (pero q tiene consecuencias más agresivas en el caso de los otros hacia él).
Una cita absolutamente definitoria (en la página 93 de mi edición, que es libro de bolsillo de Austral... detalles para el que tenga q hacer un trabajo para clase): "Dijo que yo no había querido ver a mamá, que había fumado, que había dormido y que había tomado café con leche. Sentí entonces que algo indignaba a toda la sala y, por vez primera, comprendí que era culpable".
Sólo será libre de tener que pedir perdón por ser como es (abúlico, apático, parco, ajeno, casi casi autista) y reivindicará su propia forma de ver las cosas (no hay Dios y "yo estaba seguro de mí, seguro de todo, más seguro que él -el capellán q le visita justo antes de su ejecución-, seguro de mi vida y de esa muerte que iba a llegar. Sí, era lo único que tenía. Pero, al menos, yo tenía esa verdad tanto como ella me tenía a mí") cuando ya ha sido condenado.
La novela era una de las preferidas (y de las pocas que había leido) mi amigo Mario cuando estábamos en COU. Sólo por eso ya merecía un vistazo. Pero además veo un parecido, salvando las distancias, entre el personaje principal y mi amigo. Los dos pueden descorazonar a los que parece que van siempre con el corazón en la mano (en el caso de Mario, sus novias y rollos), que buscan en él compromisos a los que no puede corresponder. Mario, como Meursault, no cumple las expectativas de los que quieren que se pronuncie como víctima de esas emociones de las que se han escrito tantas leyendas, empezando por el amor.
¿No sienten ni padecen estos dos? Claro que sí. ¿Son incapaces de pasión? Por supuesto (el deseo sexual es el q tenemos todos, igual de apremiante, igual de fuerte).
Mario, por ejemplo, además, quiere a su hijo Pablo con una devoción que ya la querrían muchos otros de esos supuestamente más "sensibles". Es leal con sus amigos y busca ser justo y hace todo lo que se tenga que hacer para cumplir con sus obligaciones, incluidas las personales. Mario, más que el prota de El Extranjero, tiene una moralidad clara, desarrollada, consciente (conciencia del trabajo, defensa del deporte, verdadero protector del medio ambiente). ¡Pero cuántas mujeres no se han estrellado cuando pedían que él se mojara más, que diera más, que fuera uno más de esos enamorados ilógicos de los que la literatura y el cine de romances esta lleno (y que forma el subconsciente de tantos, especialmente de las mujeres)!
Mario y Meursault despiertan a su alrededor afecto, respeto, admiración, amor. He de decir que estoy entre los que valoran con sobresaliente a Mario (¡qué coño!, por eso me siento contento de decir que es, con Luis, mi mejor amigo). Pero con frecuencia se ven en esa situación que las chicas patateras y los hombres rolleras califican como "no puedo darte lo que tú me pides". Sólo que en su caso es cierto. Es también parte de su encanto: jodidamente sinceros, jodidamente asertivos.
Mario es tipo prusiano. Yo soy tipo italiano (y que los estereotipos hablen por mí). Es como yo no seré nunca, y en muchos casos, como me gustaría ser más a menudo. Envidio su razón, aunque compadezco en alguna ocasión su incapacidad para lidiar con el resto del mundo que es fundamentalmente más teatral, exagerado (incluso histriónico), mentiroso (hasta el punto de mentirse a uno mismo). .
Un ejemplo, ha tenido un problema con los delegados sindicales de su trabajo. Otro gallo le cantaría a la economía si hubiera más Marios, currantes, honestos y cumplidores, y menos sindicalistas demagogos y vagos. Pero, oye, así está montado el mundo. Los segundos parecen (esperemos que no lo sean) la mayoría.
Lo que me llama la atención de El Extranjero es precisamente la importancia que tiene tener los sentimientos que se exige que tengamos, en la forma y modo que se exige que tengamos. Sólo de esa forma se nos acepta. Parecer es más importante que ser.
Alrededor de esa idea, los sentimientos alienígenas, extraños, extranjeros, ajenos, Star Trek ha construido su universo. Así, los vulcanianos o los borg están en las series para caracterizar la falta de expresión o de sentimiento. Otras especies como los andorianos o los klingon se especializan en los sentimientos relacionados con la furia y el ardor guerrero, dejando por debajo la expresión de sentimientos más importantes según el mainstream: el amor, el cariño, la caricia... Los cardasianos y los romulanos anteponen igualmente, al amor por sus semejantes, el poder y el arte de urdir conspiraciones, la traición y la venganza.
Pensándolo un poco más, se me vienen a la mente tres series de éxito de tv que se basan precisamente en el desarrollo de esa idea de la incapacidad de expresar o amar como se nos pide continuamente que hagamos: Monk, que es un maníaco-compulsivo y no soporta ser tocado; Bones, que es tan fría y racional que tiene problemas de adaptación en las situaciones humanas más comunes y rechaza la sublimación que impera de procesos biológicos (amor y sexo); House, que maltrata a todo el mundo para mostrar la verdad dolorosa que ocultamos, que según él es interesada y egoista ("todo el mundo miente").

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