3 de julio de 2009

Triste paradoja. O, ¡Dios mío, qué solo estoy!



"¡Dios mío, qué solo estoy!", gritó con desesperación encerrado en el pequeño cuarto de aquel motel de carretera.
Justo entonces alguién golpeó en la pared desde el cuarto contiguo: "Cállese... aquí intentamos dormir!"


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