5 de junio de 2009

Name Dropping... el vacío tras los nombres

Y sigo con lo de ayer... Un hombre de pronto aparece en una realidad paralela. Allí descubre que todos esos nombres que atesoró trabajosamente a lo largo de su vida, que identificaban su charla como la de alguien cultivado, conocedor, no existen en ese nuevo escenario. Ya no existe Yeats, ni Rilke, ni Rostropovich, ni Bartok, ni Guggenheim, ni Macke, ni la Iglesia de Santa Sofía,... ni siquiera el pueblo sajón. De repente, de ser un pasable jugador de Trivial Pursuit, de ser un diletante apañado, de ser un enteradillo con posibles, se ve reducido a la condición de absoluto y total analfabeto. Me diréis que exagero, que ser culto no se limita a acumular nombres. Sin embargo, en mi caso, y a saber en el de cuántos otros, mis conocimientos son en un ¿qué? ¿70%? ¿80? las entradas, epígrafes (y nada más) de ese Who is Who de la cultura que he ido recopilando, como una maruja consumidora del quesito marrón, de nombres y más nombres de famosos y famosillos de la literatura, de la pintura, de la música, etc. "Tararea algo de ese Prokofiev", "Píntame algo estilo Della Mirandola", "Recítame algo de Takuboku".
Sabemos y no sabemos nada.
Parece que se nos olvida que lo que convierte en importante a esos artistas, a esos creadores, son sus ideas o su técnica. Si no recordamos aquéllas o somos incapaces de imitar ésta, no sabemos nada. Igual podríamos haber memorizado miles de nombres que no significan nada. Propongo varios tan respetables (aparte del hecho de no corresponder a ningun señor de bigote real) como los anteriores: José Ignacio Belatorre y Crujío, Klingen Frosten, Willheim Duras, Porfenio Ilvanesti.... total, para lo que nos aportan los otros.
Borges debió darse cuenta de eso.

1 comentario:

  1. Como borges decia segun le confesé este es otro mundo.

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Sin embargo, qué gusto tener gente que acude a mi convocatoria (soy muy simple)