1 de junio de 2009

Donde metes la olla, no metas... la lengua

Discreción (que los antiguos hacían sinónimo de inteligencia).
Cuando trabajas, ves, vives y sufres la realidad de las empresas. Ese jefe que supera con facilidad olímpica los límites del Principio de Peter ("en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia"), el político que se intenta disfrazar de técnico y de "yo sé" cuando ni su preparación ni su inteligencia le dan para la tarea, la secretaria que se ha creido que es la persona a la que representa en vez de ser quién es (es como si el mensaka que lleva desde el estudio de arquitectura a una obra los planos de un edificio, el mismo que se acaba de bajar de la moto y aún lleva el casco en la mano y el pelo sudadillo pegado a la frente, aprovechara la tesitura para dar instrucciones a los aparejadores o a los capataces y hacer cambios en la estructura), la compañera que jamás hace nada, y casi mejor porque cuando lo hace aprovecha para recordar a todo el mundo "lo estresada que está", reprochar al resto que "ya podían imitarla" o que "esto no le tocaba hacerlo a ella", o lo hace directamente mal, etc.
Y eso sólo por citar algunos casos.
Y se te ocurren razones de justicia o al menos de eficacia económica para "destaparlo todo", "revelar lo que ocurre". Piensas que es necesario, que alguien agradecerá que saques a la luz tanto trapo sucio, tanto coste añadido a la carga de la empresa. Sueñas que ganas la bono-loto que te libera de toda restricción y le puedes soltar a la cara a ese u otro jefe varias verdades.
¡Oh, si pudieras!... Pero no puedes, no debes.
Eres un currito, eternamente dependiente de tu sueldo, de ese dinero que paga tus facturas a fin de mes. Adáptate, te dicen. Calla. Y aprende a jugar.
Algunas de las reglas de la realidad, las que conocen tan bien esos mismos a los que desearías acusar:
1. Chupa el culo sin tregua y sin pausa a los que son más poderosos que tú. Incluso si se te da mal, siempre será mejor que enfrentarte a ellos. Y si se te da bien, ganarás su confianza.
2. Apúntate cualquier tanto que no tenga dueño claro y, desde luego, cualquiera de quien esté por debajo de tí (que no se va a quejar y, ay de él si lo hace!). En las empresas y en la administración hay cien mil ocasiones en que no existe un autor con nombre propio de un trabajo concreto, que está difuminado o lo ha hecho alguien que no ha querido cobrar el mérito. Res derelicta eso del mérito no cobrado, que puede ser tuya. Si no estás seguro de que alguien pueda saber de quién es, dí eso de "somos un equipo" y súbete al carro (¿cuántos ejecutivos caben en un proyecto?... sería un buen record de Guiness).
3. Aparenta. Es más importante que Ser. De hecho, puedes perfectamente No Ser, pero desde luego debes Aparentar Que Eres. It is a must.

1 comentario:

  1. Magnífico libro el Principio de Peter.
    Todos los días veo ejemplos claros en muy diferentes trabajos. Es especialmente aplicable a los "jefecillos" (jefes de puestos intermedios).

    Leo en la Wikipedia: El primero en hacer referencia a este concepto fue José Ortega y Gasset en la década de 1910 ... "Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes".

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