9 de julio de 2016

LOS PASOS PERDIDOS DE ALEJO CARPENTIER: Cultura, tiempo y lo real imaginario - Impresiones de rafarrojas

Sigo con los restos de lo que ha sido un año académico bastante lamentable.
Aunque hablaré más de ese tema en alguna entrada futura (alguien debería advertir a incautos viajeros), dejo aquí ahora el trabajo que hice -sin que me lo pidieran y, desgraciadamente, sin que lo apreciaran mucho- para la asignatura de Literatura Hispanoamericana, sobre una de las lecturas obligatorias, para ir engrosando ese Rincón del Vago propio (pensado para el uso ajeno), aunque también digo, con la limitación de ser siempre fabricación subjetiva y personal de rafarrojas

UNA CUESTIÓN DE CULTURA
El libro presenta la comparación y contraste (dicotomía) entre
- cultura occidental, que se subdivide a su vez en
         verdadera: los centros del saber, como la Universidad, Museos.
         Personaje representativo: el Curador.
         “La Universidad se irguió en mi mente con la majestad de un templo” (Cap I)
         “edificando ante mis ojos maravillados una Universidad de Heidelberg que sólo podía imaginarme verdecida de yedras venerables” (Cap III)
          falsa o pretendida: cultura de moda, cultura de salón. Eruditos a la violeta. Diletantes.
       Personaje representativo: Mouche.        “adoptando el lenguaje «enterado», categórico, poblado de términos técnicos, tan usado por la gente de nuestra generación” (Capítulo III)
- cultura indígena, donde también cabe una subdivisión entre
        de nativos: aborígenes indios, criollos y mulatos, sobre todo los primeros.
        Personaje representativo: Rosario
        “Es mujer de tierra” (Cap IV)
        “un arcano hecho persona” (Cap VI)
        de conquistadores: renacidos como lideres de opinión, fuerzan cambios.
Personajes representativos: Yanes, El Adelantado, El Fraile

Vínculo entre ellas: el narrador-protagonista (sin nombre),
que tiene en su mano conocerlas todas, que se encarga de analizarlas, compararlas y criticarlas.
Este viajero es trasunto directo de Carpentier (quien llega a cambiar la profesión que le asigna al personaje en una primera versión –fotógrafo- por la de musicólogo “por el hecho de que yo mismo he practicado la música y siempre he vivido rodeado de músicos”, según cita recogida por el profesor cubano Julio Travieso Serrano en el prólogo a la edición de Akal de Los Pasos Perdidos).

La particular TRAGEDIA del protagonista es su desubicación, y su CULPA, el no aprovechar sus oportunidades de redención:
1.- No encuentra su sitio en la alta cultura. No ha llegado a desarrollarse como estudioso ni como creador. Por ello, el episodio ante el Curador, su vergüenza y su pena al asumir su dejadez y su falta de rigor.
Avanzada la historia, acabará convencido, sin embargo, de la limitación de este conocimiento académico superior, de su anquilosamiento en la rutina (como en el caso del tratamiento de la muerte, o la celebración de la Navidad). Como el Kappelmeister al que miran “con esperanzada expectación, como si hubiese sido investido de extraordinarios poderes para aliviar nuestra angustia” y que acaba muerto de la forma más tonta “derribado por una bala fría, recibida en la sien, al acercarse imprudentemente a la ventana de su cuarto”.
       “debo dejar de lado, de una vez, esas vanas especulaciones de tipo intelectual”.
       “he encontrado en todas partes [...] meditación, formas de arte, de poesía, mitos, más 
         instructivos [...] cientos de libros escritos en las bibliotecas por hombres jactanciosos 
         de conocer al Hombre.” (Capítulo V)
       “amigos engañados por las ideas engañosas de otros engañados” (Capítulo VI)
       “música que ha dejado de ser música para la mayoría de los hombres” (Capítulo VI)
       “tradiciones de origen olvidado, reducidas, las más de las veces, al automatismo de un reflejo
         colectivo” (Cap VI)

2.-Si de la primera forma de cultura la crítica se centra en su caracter libresco, rota su vinculación con el referente real
                “Esa actitud era tan literaria”(Capítulo III)
                “frases de alto júbilo literario” (Capítulo III)
                “muy literarios principios de libertad” (Capítulo V)
en el caso de la segunda (la pretensión de cultura) acaba convencido de su falsedad intrínseca, de su vaciedad, su palabrería vana.
                “sus juicios siempre respondían a una consigna estética del momento” (Capítulo II)
                “incapacidad de desasirse, ante cualquier realidad, de los lugares comunes de su 
                 generación” (Capítulo III)
                “muchas mujeres de su formación se hubieran proclamado revolucionarias para gozar de
                 las intimidades de una militancia que arrastraba a no pocos intelectuales interesantes
                 (Capítulo III)
Evoluciona desde una postura de uso como entretenimiento (del que disfruta, pero manteniendo cierto distanciamiento: reuniones sociales en casa de Mouche), a una burla descreída (hacia las pseudociencias –astrología, quiromancia- también de Mouche: una astróloga que no es capaz de reconocer constelaciones en la noche estrellada...), hasta llegar al desagrado frontal y el desprecio una vez que se convence de su miseria moral, rechazando de plano formar parte de ello. De hecho, cuando cae de nuevo al final (se involucra una vez más con Mouche) llevado por la inercia o la desesperación, la experiencia sólo aumenta su sensación de que ya no le sirve ni como evasión.
El narrador-Carpentier sufre la tragedia del exquisito, aquella de la que hablaba Umberto Eco en “Apocalípticos e Integrados”, la que sufre el que desea liberarse de la tiranía de la “moda” en cultura (en este caso de la artística o literaria) acaba siendo paradójicamente un esclavo de ella, condenado a huir eternamente.
                  “obscuro deseo de decir algo que no fuera lo cotidianamente dicho aquí, allá, por 
                   cuantos se consideraban «al tanto» de cosas” (Capítulo II)

3.- Quiere abrazar la cultura indígena, a la que admira,
porque representa lo genuino, lo auténtico, el hombre en concordancia con la Naturaleza y consigo mismo, con su propia esencia, raza, lo mestizamente (o que “la historia maxalara”) indio, reserva espiritual
pero su preparación, su costumbre (su cultura, en definitiva), le separa de aquello de lo que ansia formar parte.
         “Mi formación, sus prejuicios” (Cap III)
         “toda una cultura, con sus deformaciones y exigencias, me separaba” (Cap III)
         “La evidencia de que desconocían cosas que eran para mí esenciales y necesarias” (Cap IV)

Y así, le traiciona su deseo de escribir su oratorio (donde otros, como el Adelantado, jamás gastarían papel para ello). No reacciona como Marcos en el episodio del violador. Es un forastero en tierra extraña.
Le traiciona su clasismo intelectual. Porque si el narrador es Carpentier, también lo es Mouche, una parte que desea no tener pero está ahí, la banal, la pretenciosa, la pseudointelectual, pseudocientífica. Él también puede desarrollar supersticiones, acabar buscando respuestas en falsos arúspices. Y en el fondo como ella se cree superior, con todo ese alarde de buen gusto, de esmerada educación, de sensibilidad (tan cargante).
           “Hay, dentro de mí mismo, como un agitarse de otro que también soy yo, y no acaba de 
           ajustarse a su propia estampa; él y yo nos superponemos incómodamente” (Cap V)

El final de su historia es todo un símbolo de ese fracaso en todos los aspectos:
- No puede volver al punto de partida (cultura occidental) porque como Cortés ha quemado sus barcos (o se los han quemado): divorciado, sin trabajo, con su reputación manchada.
- Pero igualmente se le ha cerrado la vía de la Selva, física y literalmente, porque la crecida en el río en el punto que indica el camino, es ahora “paso perdido”, por obra de la magia cotidiana de la Naturaleza que le separa irremisiblemente de su Sangri-La.
Pero aún más: Rosario (“Tu Mujer”, como llama a su amor indígena), “no es Penélope” en palabras de Yannes y se ha buscado a otro hombre. La defraudó al irse. Las oportunidades que se dejan escapar no vuelven. Otra cosa es creer “que lo excepcional pueda serlo dos veces” (Cap VI)
Básicamente un hombre triste, patético, que acaba tristemente: empobrecido, solo... Aislado.
Y lo sentiríamos más por él si no hiciera gala de esas ideas decimonónicas y casposas, si no fuera ese machito que se horripila ante los escarceos lesbianos de Mouche con la canadiense, y reniega de la procacidad pornográfica de la francesa rubia “vergüenza triste ante su caudal de obscenidad”, pero no ve nada malo en tener una mujer, una amante y una mujer-amante.
Y aquí algunas ejmplos de lindezas de Dominación del Macho Antropocéntrico que horrorizarían a las feministas:
               con mano de amo
               mis iniciales de amo
               mi condición de hombre: aquí, pues, la hembra «sirve» al varón en el más noble sentido 
               del término, creando la casa con cada gesto 
               En las Tierras del Caballo parecía que el hombre fuera más hombre. Cap III



UN VIAJE EN CUATRO DIMENSIONES: ESPACIO ES TIEMPO
La novela relata un viaje no sólo en el espacio (“topografía intelectual”) sino también en el tiempo, viaje espiritual, lleno de significación existencial.
mi viaje ha barajado, para mí, las nociones de pretérito, presente, futuro” (Cap VI)
El protagonista va de Paris a La Habana y de allí a los altos del Orinoco, y la selva y lo que allí halla es un mundo fuera del tiempo, con un punto de The Lost World, de Conan Doyle (allí era el Roraima de la Guyana y aquí hacia Vichada, entre Colombia y Venezuela), o la citada novela de James Hilton, Horizontes perdidos de 1933, pasando por la sensación de pérdida del paraíso que da Milton (la ciudad del Adelantado es la ciudad de Enoch, la primera ciudad) o la de la maravilla secreta de los espacios de Quatermain en Rider Haggard (que en ese caso visita África, en vez de América, pero igualmente original y primigenio, y salvaje e ignoto). Aquí el Narcissus no navega hacia lo profundamente peor del ser humano sino al contrario: a los orígenes, al Dorado cultural.
             “se iniciaría, para mí, una suerte de Descubrimiento
             “nación escondida, mapa en clave, vasto país vegetal de muy pocas puertas” (Cap III)
             “estaba muy lejos de vestirlos de primitivismo”.
             “El tiempo ha retrocedido cuatro siglos”.
             “Estamos en el mundo del Génesis, al fin del Cuarto Día de la Creación. Si retrocediéramos 
               un poco más, llegaríamos adonde comenzara la terrible soledad del Creador” (Cap IV)
             “los cincuenta y ocho siglos que median entre el cuarto capítulo del Génesis y la cifra del 
              año que transcurre para los de allá, pueden cruzarse en ciento ochenta minutos” (Cap V)
El tiempo tiene otro sentido o ninguno en ese nuevo (viejo) mundo, y su percepción varía:
             “yo, maniático medidor del tiempo, atento al metrónomo por vocación y al cronógrafo por 
              oficio, he dejado, desde hace días, de pensar en la hora” (Cap III)
              “Este vivir en el presente, sin poseer nada, sin arrastrar el ayer, sin pensar en el mañana,
               me resulta asombroso.
               “ese mundo que dejé hace mes y medio [...] pasmosa dilatación de seis inmensas semanas
               (Cap VI)
Pero lo que vende Carpentier es que allí, tan lejos en el tiempo y el espacio, está lo genuino, la Ítaca de Ulises, la fuente de la eterna juventud, el Grial del intelectual (como los caballeros tiene que pasar por varias Pruebas):
                    “había alcanzado la Novena Sinfonía, causa de mi viaje anterior, aunque no 
                   ciertamente donde mi padre la hubiera situado
                   “La añeja prosa sigue válida”. Cap III
                   “la selva, con sus hombres resueltos, con sus encuentros fortuitos, con su tiempo no 
                    transcurrido aún, me había enseñado mucho más, en cuanto a las esencias mismas de 
                    mi arte, al sentido profundo de ciertos textos, a la ignorada grandeza de ciertos
                    rumbos, que la lectura de tantos libros que yacían ya, muertos para siempre” Cap VI
                   “yo asistí, hace días, al nacimiento de la música”. Cap V
Carpentier redescubre la rueda: el hombre es sabio en la Naturaleza, y sólo allí donde el viento se da la vuelta, en la más espesa selva, se puede encontrar a sí mismo, un espacio moral y ético:
             “son ellos, aquí, los que saben” Cap III
             “una dignidad innata
             “Para los que con nosotros convivían ahora, la fidelidad al varón, el respeto a los padres, 
              la rectitud de proceder, la palabra dada, el honor que obligaba y las obligaciones que 
               honraban, eran valores constantes, eternos, insoslayables
               “he tenido que establecer una nueva escala de valores” Cap V
Una idea romantica, la del buen salvaje, el Emilio de Rousseau, como románticas son la mayoría de sus referencias, repetidas: Shelley, Beethoven, Wagner, Chateaubriand... y hasta en la añoranza del medievo (Genoveva de Brabante):
               “no es el hombre renacentista quien realiza el Descubrimiento y la Conquista, sino el 
                hombre medieval” Cap IV
Su relación con Rosario, es una de tipo Lohengrin del que si habla pierde el cisne, el Prometeo desencadenado, o la de la Atala de Chateubriand (aquella triste historieta de la india cristiana y el francesito perdido).

¿LO REAL MARAVILLOSO? LO REAL maravilloso 
No puedo, en efecto, revelar lo que de maravilloso ha tenido mi viaje” (Cap VI)
Hemingway. No Poe, Lovecraft, Dunsany, Tolkien. Y en absoluto García Márquez, o el onírico Cortázar, o incluso Borges (¡ya le gustaría!). Carpentier en caso de parecerse a alguien, de poder comparársele con otro autor por su grado de fantasía (en esta obra al menos, porque todavía no he leído otra) sería a Hemingway. O a Conrad. O todo lo mas a Camus (¡y tampoco a éste llega!).
Esto es, Realista, ....aunque incluya un recordatorio de todo lo ignoto-remoto, desconocido, sorprendente, que hay en la Realidad.
Para nada ninguna de las formas realmente imaginativas de literatura que desarrollaron sus contemporáneos y vecinos. No puede estar más lejos en el espectro, en mi opinión.
Desde que Carpentier acuñó el término en 1949, en su prólogo a la novela “El reino de este mundo” ("¿Qué es la historia de América Latina sino una crónica de lo maravilloso en lo real?") se tiende a confundir la etiqueta con esos otros marbetes de Realismo Mágico o aquella de Neofantástico, pero lo que he leido es un Realismo del Hemingway que viajaba a las verdes colinas de África o a correr toros a Pamplona: el del que vive experiencias extraordinarias en ese mundo que los burguesitos occidentales pacatos ignoran, subestiman o pasan por alto.
El narrador se burla de las pseudociencias y de las supersticiones (estampa poderosa de la Virgen milagrera de Rosario). Y si habla de la ciudad de Enoch también señala que “no hay fingimiento edénico”. La falsa maravilla es la otra: “Toda una literatura que yo tenía por lo más inteligente y sutil que hubiera producido la época, se me viene abajo con sus arsenales de falsas maravillas

NOTA ÚLTIMA (Y PERSONALÍSIMA) Y una sinopsis de andar por casa.
Me alegro de haberlo leído, porque como el protagonista aspiro a saber, y a vivir el Arte (y como él me quedo, me temo, en Tierra de Nadie). Me resulta cargante en su alarde continuo de conocimiento, y en su pretensión de ser mu’ sensible , mu’ sensible!. (Ya se sabe: dime de qué presumes...)
O tal vez, bueno, sí, realmente era sabio y cultivado en extremo, y amante puro y sin mancha del Arte.
Pero el personaje no me acaba de caer bien,
...aunque también, como ocurre siempre al leer, lo siento cercano, hasta espíritu afín.
Tal vez él sea el Mouche que yo no querría ser (aunque le envidio el éxito, porque soy muy cutre, yo).

Sinopsis de pantuflas y bata-güata:
Un hombre insatisfecho con su vida, técnico de sonido que trabaja en publicidad, casado con una actriz, Ruth, a la que casi no ve y amante de una intelectualoide rolleras que cree en la Astrología, Mouche, se ve de pronto con un encargo distinto en las manos: un trabajo de campo en la Selva  recuperando instrumentos ancestrales para la Universidad. Viaja con su amante, que se suma con total desvergüenza e ideas de turismo, primero a La Habana. Allí le pilla un levantamiento. Luego viajarán ambos con una recién conocida, canadiense divorciada, a su finca. Es posible que Mouche y la canadiense tengan secreto entendimiento. De allí van atravesando Venezuela (no se especifica en ningún sitio, salvo en la nota final) hasta Colombia (tampoco) remontando el Orinoco (ver Nota). En el camino conocen a Rosario, medio india, medio mulata, medio todo, que viaja con una estampita de la Virgen para curar a su padre de una enfermedad.
Su padre (lógicamente) muere.
El prota se lía con Rosario y prescinde de Mouche, que más o menos por oportuna coincidencia enferma de paludismo, con lo que ahora se puede librar de ella.
También conocen a un griego, Yanes, buscador de diamantes, y a un hombre singular, el Adelantado, fundador de una ciudad en la selva. El prota se encuentra feliz en su nueva situación y sólo piensa en crear, en escribir música y en disfrutar de su nueva vida con Rosario. Pero descubre que le buscan y se ve compelido a volver a la civilización (por un tiempo sólo, cree él).
Promete, se promete a sí mismo, que solucione sus asuntos, regresará. No lo puede cumplir. Ruth fue la que hizo que le buscaran como si fuera un Livingston perdido, pero Mouche aprovecha entonces para hacer declaraciones a la prensa que ensucian su imagen. “Habla la amante”.
Él acaba por revelarle toda la historia a su mujer: que no la quiere, que estaba con Mouche porque ya no funcionaba su matrimonio, pero que ahora está enamorado de una mujer de verdad, Rosario.
Ruth no se lo toma bien.
El prota pierde su trabajo, pierde a su mujer.
Todavía “cae” una vez más con Mouche, pero en seguida se arrepiente de haberse dejado llevar, es aún peor. No puede volver a su sitio soñado, se entera que en la Selva Rosario se ha buscado a otro –Marcos, el hijo del Adelantado-. Fin.

2 comentarios:

  1. Nada de nada. No he leído ni un triste Carpentier. Aunque siempre ha estado pendiente. Todo lo que escribes me inclina mas a leerlo. Incluso leyendo ese gran spoiler que es la sinopsis. Pero de ciertos maestros lo que menos importa es el argumento. En fin... Saludos. Esto se va vaciando y es verano. Estoy por aparcar mi carrera bloguera hasta septiembre o confesarme con las ausencias y ser mas politicamente incorrecto. Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Pues no me engancha, pero quien sabe el inverno es largo.
    Un saludo

    ResponderEliminar

Bienvenida sea la libre expresión de ideas... Ahora bien, no necesariamente lo que digas será compartido por mí, ni lo daré por cierto, válido o bueno.
Sin embargo, qué gusto tener gente que acude a mi convocatoria (soy muy simple)