15 de abril de 2015

SOBRE ALGUNOS SAINETES DE JUAN (O DON JUAN IGNACIO), GADITANO DE PRO, un trabajo de rafarrojas

Otro trabajillo mío, que dejo aquí por si le sirve o interesa a alguien (a modo de rincón del vago particular)




SOBRE ALGUNOS SAINETES DE JUAN (O DON JUAN IGNACIO), GADITANO DE PRO.
 En frasco pequeño: perfume, veneno y microcosmos.
un trabajo de rafarrojas

Dos días antes de que empezara a escribir este trabajo murió Sir Terry Pratchett, el creador de la serie de Disworld. Que vendiera 85 millones de libros traducidos a 37 idiomas ayudó algo a conseguirle el título de Sir.

En su primer libro contaba la historia de un turista que llega al Mundo Disco, lugar donde reina la magia, desde una dimensión donde reina la ciencia, lo que da pie a toda suerte de parodias sobre la realidad (la nuestra, la de hoy). En su viaje, el personaje de inocencia virginal e inicial buen talante, se va topando con una gran variedad de tipos humanos (y no tan humanos), los habitantes de Discworld. Y, entre ellos, muchos que ven en el turista la oportunidad de hacer negocio, ladrones, aprovechados, listos y listillos. Ve a afanosos ciudadanos, a mercaderes y mercachifles, a guerreros y a sabios...
Me pregunto si Pratchett leyó a Juan Ignacio González del Castillo o qué habría dicho si hubiera leido su sainete “El Lugareño en Cádiz”.

Todos los sainetes en:
http://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=162320

El objeto de la crítica y sus dimensiones
El Lugareño parece un simple chiste de catetos en la gran urbe (“qué generoso el hombre que me regala la calesa”, pensó el pánfilo)
De Paterna(1) , que hacia 1755 contaba con 120 vecinos/420 habitantes(2) , a Cádiz, que contaba más o menos sobre esas mismas fechas con 70.000 almas(3) . Un mundo de diferencia(4) .
Digo que parece chiste de catetos y, sí, probablemente, en parte lo es, y el retrato de los apuros y desventuras del paisano estaba pensado para sacar una rápida sonrisa autocomplaciente del público gaditano.
O quizá no. Quizá presenta al sano rústico, confiado-confiable, como oposición al maleado, banal, pretencioso urbanita. De hecho, si se miran estas escenas un poco de través, como aquellas imágenes en 3D que escondían tigres y faros y paisajes completos, es posible que el objeto de la burla o del chiste no sea el hombre de campo, sino el hombre de ciudad, como en aquel cuentecillo del Arcipreste de Hita sobre el mur de campo versus el mur de ciudad.

Es posible, y sigo especulando, que ocurra en esta ocasión como sucedía en “La Comedia Nueva o el café” de Moratín, y que junto al supuesto objeto de irrisión, acaso oculto en su sombra, esté el verdadero objeto de la crítica.
En la obrita de Moratín el aparente protagonista de lo ridículo era aquel criado plebeyo metido a escritor. Pero si se mira más profundamente, se podría ver que no es el hombre de baja condición la (única) diana y se presentan también al escrutinio de la audiencia tres tipos de la clase alta:
 - don Hermógenes, el que sólo usa el conocimiento para su propio beneficio – y cómo!, tal cual la definición que de ese tipo daba Cadalso, el amigo de Moratín:
Las ciencias no han de servir más que para lucir en los estrados, paseos, luneta de las comedias, tertulias, antesalas de poderosos, y cafés, y para ensoberbecernos, llenarnos de orgullo, hacernos intratables, e infundirnos un sumo desprecio para con todos los que no nos admiren. Este es su objeto, su naturaleza, su principio y su fin.
- don Antonio, que sabe y por tanto reconoce el error en que incurren los otros, pero no se compromete y se limita a disfrutar desde su espléndido aislamiento con las barbaridades ajenas. (¿Es eso correcto desde un punto de vista ético?, parece estar preguntando Moratín)
- don Pedro, el hombre de bien, grave pero esencialmente bondadoso, que predica con el ejemplo y es motor de cambio.

La crítica es arma de doble (o triple, o a saber cuánto) filo: ¡Cuidado con lo que corta!

Igualmente, don Juan Ignacio, el joven teatrero, también dice más de lo que pinta, y tras la risa y la sonrisa (muchas de las cuales supongo que se me escapan por no ser yo ni gadita ni hombre del dieciocho) hay perdigonadas escondidas: junto al salero (la gracia), la sal (que pica en la conciencia). Hay una gradación en ese espectro del humor, desde la sátira a la broma amable, y para mí que el joven creador las recorrió todas.

Y aun más, que los tipos que pinta, ¿son sólo como he dicho locales y temporales, o son universales y eternos?
Porque eso tiene este género menor, hijo del entremés, primo de la zarabanda, y antepasado de la zarzuela, un carácter de pura medicina homeopática (en una gota de agua están contenidas todas las propiedades del océano del que proviene), pequeño pero matón.
Y Cádiz, siendo en aquel entonces ya, una especie de embudo de las Españas por las que entraban y salían hombres y bienes, ya muestra ese punto de crisol, cajón de sastre, resumen de todo y de todos nosotros, entonces y ahora. (¿Quién se atreverá a negar su ascendencia y a decir que no, que no somos todos hijos de La Pepa? Pues la buena señora ya estaba cociéndose en ese barullo y mezcla, en ese sainete humano, carnaval cotidiano, que era Cádiz).

... El cani que hoy mismo se viste para su boa con chaqueta que le prestó su protictor, un pariente o conocido, (él que no la lleva nunca) para casarse con su chica y por un instante se ve maqueado y elegante como un pincel es mismamente como aquel Pechuga de “La Boda del Mundo Nuevo”.
... Nicolás, el marido bueno-para-nada, amante de tabancos y bodeguitas, informal amo del chapó-chapú-chapuza, que retrata “El Gato” sigue pululando hoy por las calles de Cádiz, o de Jerez (o de Ponferrada ya puestos), y sigue hoy, él o su trasunto actual, martirizando con su desidia y su escaqueo continuo a la mujer que sólo tiene a su gato (que no a su hermano) como fuente de dicha.
... ¿Y quién no ha subido en el ascensor, volviendo de la Feria, con una pretenciosa Doña Eusebia de “La Casa de Vecinos”, autonombrada señora de altísima cuna, tan alta como sus sueños y sus ínfulas de dignidades pasadas perdidas?...

Del Castillo tiene en su trabajo la marca del buen costumbrismo, ese que le incluye y relaciona con una tradición que llega hasta Los Simpson, con verdades humanas continuas y constantes y que trascienden sus lugares de origen.
Oh, sí!, somos y estamos igual que éramos y estuvimos (o muy poco distintos, en lo esencial).

El objeto de la crítica (2): La modernidad y el nacimiento de los “rolleras”
Todos los siglos saben a algo: este siglo del XVIII que le tocó vivir (poco rato, pero intenso) a “Juan del Castillo” como le rebautizó Adolfo de Castro, a mi me deja en el paladar el gusto de lo “moderno”, o más concretamente del nacimiento de lo moderno.
Es el siglo de las revoluciones (la americana, la francesa, la primera industrial) y de la filosofía política. Cierto, ambas cosas existieron antes (5) y las habrá después. Pero, para mí, que esta época señaló su alumbramiento (nada más propio del siglo de Las Luces, si se me permite el tonto juego de palabras). Es como si surgiera por primera vez el concepto y la conciencia de la modernidad (gestado tal vez en el vientre del humanismo renacentista), donde se generaliza, hasta alcanzar a más gente, ese sentimiento de futuro, terrenal y práctico, en el que antes no se pensaba acaso tanto, esa poderosa impresión de asistir a un cambio definitivo del que uno mismo (para variar) es responsable.
Igualmente, aunque se podrían citar ejemplos de ilustres antecedentes del periodismo español en el siglo anterior, desde los dos "órganos de propaganda" de aquel flamenco Bremundan, a la mayor gloria de don Juan José de Austria, los Diarios de avisos... (6) O más típicos: El Mercurio y La Gaceta (uno que devino BOE, los dos periódicos oficiales-oficialistas), parece que esa suerte de compulsión y necesidad por “sentirse informados” (7) , por discutir sobre la base de “los papeles”, por crear-manipular-dirigir una opinión pública utilizando como medio la prensa, es ahora cuando se desarrolla de una forma extensa y profesional (los primeros diarios, propiamente como tales en su periodicidad, son del XVIII).
Sin embargo, ese espíritu de modernidad fue víctima de su éxito. O por seguir la metáfora, la modernidad nació con una malformación que vino para quedarse: .... los ROLLERAS - véase, eruditos a la violeta, currutacos, parroquianos de salón (enjalbergados o enharinados), diletantes varios, falsos dandis, muñecos pintados, petrimetres, supuestos modernos, entera’os y semisabios. El sueño de la razón crea monstruos rolleras.
Personas que parece que comparten los ideales, las aspiraciones, el credo de la nueva era.... pero no. En el XVIII, esa nueva gama, subespecie resultante de la sociedad de los informados, los chicos trendy, son los que van a la moda y aún pretenden ser árbitros de ella, pero se han quedado en la pose sólo, no en el fondo de lo que pretenden los pensadores de bien...
Así que todos estos sin excepción (Moratín, nuestros gaditanos Cadalso y G del Castillo) los desprecian, intentan descubrirlos, burlarse de ellos, afear sus conductas. Su egoísmo, su banalidad, su vaciedad.... ¿su clasismo?.

Nada parece excitar más la inquina de los abanderados de un rey (la Ilustración) que los usurpadores de ese reino: los falsos ilustrados, los endinotes (indignos). Porque no son sólo lo que estos hacen, sino lo que arrastran consigo, lo que llevan a otros (a los cándidos, a los ignorantes, resignados a su tiranía) a hacer y permitir, pervertir las instituciones con la excusa de la moda (la beatita tan presta a pecar con Cirilo “El Gorjeante” en “La casa de vecindad”, la novia Anastasia que traiciona lo que es por parecer “Que con cuatro trapos viejos / se imaginan ya marquesas/ estas gentes”).

Dos ejemplos: el cortejo que hace peligrar el matrimonio y la verborrea que hace peligrar el discurso inteligente.
- El cortejo,(8) : “Mucho asunto en este ramo / hallarán los escritores / de nuestro siglo” decía don Periquito en “El Cortejo Sustituto”. “... estos hombres ociosos/ que emplean sus torpes años /en fomentar la flaqueza / del bello sexo, turbando/ la quietud dé las familias,/ rompiendo los dulces lazos /de muchos fieles esposos que fueran afortunados/ sin sus asechanzas”, don Pablo en “La muger corregida i el marido desengañado”.
La mujer comienza como víctima y acaba como ejecutora de esta moda idiota, según don Juan Ignacio, pero los verdaderos culpables son ese Conde, ese Marqués, ese don Alejandro que pretenden a la protagonista de “El marido desengañado”(9). [Un caso especial y tal vez de mis favoritos es el aquel “Cortejo Sustituto”, corrido a escobazos después de haber hablado de las petimetras ridiculizándolas en unos papeles “pensados para ser póstumos”]-
- La opinión. Que es cosa gratuita que se alimenta de aire. Como globos, los reunidos en cafés y salones, se hinchan y expulsan distintos tipos de sandeces que pasan por ingenio y dominio del lenguaje, las palabras que son aire y van al aire. Don Narciso, Martín, don Julián, tristes ejemplos de esa supuesta República de las Letras que va aventando tonterías en cualquier foro, por el sólo gusto de oir sus propias voces, sentando cátedra (de nada): “Gramática cuatrilingüe... que habrá 52 años que tomo apuntes...” “...apenas tendrá usted treinta” “es que la empezó mi padre...
Pero como decía Oliverio Goldsmith por aquella misma época en “El Vicario de Wakefield”(10) : “a listo, listo y medio”, y frente a los petimetres surge como respuesta otra tribu urbana, tan soberbia como la otra, la de los majos, amantes de la burla. Mods contra rockers, que éstos también son esclavos de la moda, sólo que de otra, pero tienen a su favor dos cosas: se ríen de los afectados currutacos y hacen gala de intentar llamar a las cosas por su nombre, socarrones.
Si los muñecos pintados son de inspiración francesa, y hablan de las extrangeras modas y modales, los otros son los pícaros patrios, los castizos, que huyen de harinas en el pelo. Como un trasunto banal de esas dos Españas que se discuten ahora, cada uno abandera un estilo: popular-populachero versus refinamiento foráneo, lo de aquí versus lo de allí. Este enfrentamiento que se queda más en lo ancilar y accesorio de dos planteamientos profundos se salda en los sainetes generalmente con el triunfo de los majos (al final son los que se llevan a la chica, por decirlo de algún modo) que burlan a los pretenciosos caballeros, especialmente cuando estos últimos no tienen donde caerse muertos, como pijos sin dinero.
Así ocurre en La Boda del Nuevo Mundo, donde se las apañan para dejar a Pechuga en la pechuga. Pasa en El Fin del Pavo, donde Mariquita y Martin se quedan respectivamente con el pavo humano (don Agapito) y el pavo de comida (la posesión más preciada del vejete). Así ocurre en La Casa de Vecindad cuando tras el enfrentamiento entre La Curra y Doña Eusebia, Pepe planta cara al casero.

Tal vez se deba a que se inclinaba más don Juan Ignacio por ese lado. O su público, que no era el de la Ópera italiana o el Coliseo francés, sino aquel de la Casa de las Comedias del que cuenta el profesor Romero que era heredero de los castizos corrales de comedia y donde trabajo, hidalgo pero sin posibles, eterno escribiente, Juan Ignacio.

...y aquí se acaba el comentario,
perdonad las faltas nuestras.
rafarrojas
Los (sainetes) de este escritor son superiores á todo encarecimiento, pues en ellos luce mas que en otros el ingenio español, bien en las trazas de sus argumentos, inventados para reprender los desórdenes públicos, bien en las sales cómicas. Después que la muerte hizo retirar del teatro su pluma pocos se han atrevido á poner la mano en composiciones semejantes, ya por la imposibilidad de imitarlo, ya por la dificultad de competirlo.” (Adolfo de Castro)

Notas al pie:


[1] (mencionada en el sainete como origen del lugareño)

[2] Compendio de las ciudades, villas, lugares, aldeas y otras poblaciones situadas en la comprehension y distrito de la Real Chancillería ... Siglo XVIII.  Contiene datos de población de 1745 y 1755.   [Manuscrito Biblioteca Nacional de España]. http://paternaderiverahistoriaypatrimonio.blogspot.com.es/2013/11/paterna-de-rivera-en-compendio-de-las.html

[3] “La población de la provincia de Cádiz en los siglos XVll y XVIII” -Trabajo de investigación realizado por el grupo Lantery, dirigido por los profesores Manuel Bustos Rodríguez y Arturo Morga­do García de la UCA. http://rodin.uca.es/xmlui/bitstream/handle/10498/9203/17212674.pdf?sequence=1
[4] Recuerda aquello que decía Javier Cercas, creo, de la distancia entre su pueblo y Madrid, a los que separaban no 200 kilómetros sino 200 años.

[5] Incluyendo primer rey decapitado tras la Revolución, Carlos I de Inglaterra en 1642, o dentro de la historia del pensamiento nuestros inigualables Francisco de Vitoria y Bartolomé de las Casas
[6] Sáiz, María Dolores “Historia del periodismo en España. Volumen 1. Los orígenes. El siglo XVIII,” Madrid, Alianza Editorial, 1986 Colección Alianza Universidad Textos. 

[7] Toda la guerra pasada -dice Nuño- estuve leyendo gacetas y mercurios” – carta XIV, en Cartas Marruecas de Cadalso.
[8]Es afectado tormento / de un cauteloso albedrío,/ que encamina al desvarío” como lo definía Eugenio Gerardo Lobo en su décima “Definición del chichisbeo, escrita por obedecer a una dama”. Sobre el cortejo escribe la profesora Marieta Cantos en su blog “Doceañista” - http://soydeldoce.blogspot.com.es/2012/07/mujeres-en-el-siglo-xviii-traspasando.html
[9] Así lo recoge nuestro profesor, Alberto Romero en su artículo “Juan Ignacio González del Castillo y El Café de Cádiz”: “como en su día bien apuntó Carmen Martín Gaite, siempre en detrimento del concepto tradicional del matrimonio y la conducta femenina
[10] Otra obra de gacetillero metido a escritor con tal de sacarse dos cuartos, con su punto de humor

 
 

2 comentarios:

  1. Así que los "rolleras" que acuñas ya estaban en el XVIII. Desde luego. Y seguro que alguno habría en Grecia o Roma o por Mesopotamia. Pero es cierto que ese siglo es una magnífica raya que marca el antes y el después. No es sólo lo que ocurre en el Siglo de las luces, es lo que se publica y lo que se dice. Este trabajo tuyo me confirma más aún en lo que pensaba sobre ese siglo.
    Lo que no imaginaba es que Pratchet también pudiera estar ya implícito. Un abrazo.

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  2. Cuánto por aprender, gracias por el resumen.

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