18 de septiembre de 2011

EL COLMO DE BLOGSPOT! y un cuento (04) para niños de rafarrojas

El colmo: quería contestar un comentario de Pecosa y blogspot no me deja... y eso q éste es mi blog. O bueno, no, que seguro que sienten que todo lo que hago o escribo usando su servidor es suyo. Es como si el tren pensara que las ideas y los sentimientos y la cartera de los pasajeros le pertenecen. Cualquier conversación que puedas tener dentro del vagón de 2ª es propiedad de la empresa de ferrocarriles.... acojonante!
Vale, Pecosa, éste era el comentario
Hola, Pecosa. No te creas. Salvo que últimamente te refieras al período comprendido entre los 19 y los... La idea es poner poesías que no han ganado nada, pero, oye!, q las escribí para que alguien las leyera. Estoy reconociendo al publicarlas en el blog q me he dado por (jodido) enterado de que no valen lo suficiente para que nadie las publique, salvo yo mismo. Y de paso cumplo con el objetivo del blog: "revele su rollo" y dé algo q tenga un mínimo de interés(eso último es claramente subjetivo)Un besote y gracias por seguirme.
Los novios que se besan en los sillones 14a y 14b son interrumpidos ahora por el revisor para decir que ese beso es suyo, luego que están obligados por el Reglamento de Pasajeros a quererle tiernamente a él...

Y AHORA EL CUENTO QUE ESCRIBÍ CUANDO MIS DOS HIJOS ERAN PEQUEÑOS. POR SUPUESTO TENIA MORALEJA. Y "direccional", que quería q mi preciosa hija no tuviera celos de su hermano pequeño.

Un bebé de cinco años
Hace mucho, mucho tiempo, ayer, o incluso antes, había una niña llamada Clara que era la niña más bonita del mundo. Al menos eso le decía su padre, y su padre nunca mentía. En cuanto volvía de trabajar, nada más abrir la puerta y justo después de dar un beso a su madre, su padre preguntaba:
- ¿Dónde está la niña más bonita del mundo?
Y ése era el momento en que ella salía corriendo de su cuarto y gritaba:
- ¡¡¡Aquííí!!!
Y su padre la cogía en brazos, la levantaba en el aire y le daba un beso. Y ella se reía y se convertía, además de en la niña más bonita del mundo, en la más feliz.
Pero eso fue hace mucho, en noviembre o antes. Porque Clara ya no era la niña más bonita del mundo. Ni siquiera era como las otras niñas de su colegio. Hoy Clara era fea. Más fea que una bruja. Eso le decía el espejo que había en su baño, que era como el de la madrastra de Blancanieves y siempre le contaba si estaba guapa o no. Allí había ido Clara a mirarse. Tenía los ojos rojos y le colgaban mocos de la nariz de tanto como había llorado.
Tenía razones para llorar. Nadie la quería. Nadie. Nadie.
Porque ahora todos le querían a "él".
"Él" era su hermano y era un bebé. Su madre se lo había sacado de la barriga... "Te lo han dado como premio por haber adelgazado" había dicho Clara viendo como todos felicitaban a su madre:
- ¡Qué delgada te has quedado, Sara!.
Como cuando en el colegio su señorita le regalaba cuentos si se portaba bien. Y su padre se había reido.
A Clara su hermano no le gustaba ni un poquito. Era muy pequeño y tenía más arrugas que su bisabuela. Y como ella se tiraba pedetes cuando quería y sus padres no decían nada y seguían hablando como si no los hubieran oido.
Pero si lo hacía ella le regañaban:
- No seas cochina, Clara.
Todo era así de injusto.
Su hermano hacía un ruido y allí estaban los dos, su padre y su madre, muy contentos:
- ¿Le oyes? mi chiquitín!.
- Va a hablar muy pronto, ya verás.
Y eso por un ruido. Ni siquiera una palabra. Clara sí que sabía hablar. Pero si se lo quería enseñar entonces a ellos y se ponía a hablar, lo más que le decían era:
- Sí, sí, muy bien, Clara.
Pero era como cuando su padre contestaba a su madre mientras veía el futbol en la tele, que su madre le tenía que repetir las cosas varias veces:
- Hijo, cuando hay partido no me haces ni caso.
No la hacían ni caso...
Y eso si no le mandaban callar:
- ¡Chissst! Clara! Que vas a despertar al hermano.
A nadie le importaba si él la despertaba a ella, cuando se ponía a llorar por la noche. Y luego su padre la volvía a despertar por la mañana:
- Vamos, Clara, que llegamos tarde al cole.
Y Clara miraba a su hermano y allí estaba, "como un Pepe" decía su padre, dormido en su cuna.
Y encima de que no dormía nada, nada, y estaba muy cansada, ¿a quien llevaban en carrito cuando daban un paseo? Y si después de ver como su padre le llevaba "a él" en brazos, intentaba subirse ella, su padre decía:
- No te puedo coger Clara. Ya pesas mucho para mí.
Y esa tarde el colmo.
"Él" había empezado a llorar. Sus padres todavía no habían venido. No lo habrían oido. Y ella se asomó por encima de la barra de la cuna. Quería ver si podían ser amigos. Y se agachó a darle un beso, como había visto hacer a su madre muchas veces cuando "él" lloraba. Entonces él, más rápido que un coche de carreras, lanzó su mano hacia la cara de ella y le arañó.
- ¡Ay! - gritó Clara.
De amigos nada.
Así que Clara se la devolvió. Para que supiera que ella no se iba a quedar quieta y a dejarse pegar así como así. Ahora al que le dolería sería a él.
En ese momento entraba su madre:
- ¡Clara!
Estaba muy enfadada.
Su hermano empezó a cambiar de color como hacía siempre que lloraba tan fuerte. Se ponía morado.
- ¡Eso que has hecho está muy mal, muy mal! - y a "él": - Pobrecito mío.
- Es que me ha arañado... - le intento explicar a su madre.
- Es un bebé, Clara. Y tú eres su hermana mayor. No se le pega. No lo vuelvas a hacer nunca, me oyes?
Así llegamos al baño. Clara se encerró dentro y se puso a llorar.
- Nadie me quiere, nadie.
Y entonces el espejo le dijo.
- ¿Y tú por qué crees eso?
- Porque... le quieren a él.
- ¿Y por qué le quieren?
- Porque... porque es un bebé.
Eso era. Al decirlo supo que era eso.
"Si yo fuera el bebé y él el hermano mayor... Todos me querrían a mí".
Y, según lo estaba diciendo, un viento azul salió del espejo y la envolvió como si fuera niebla.
Y de repente....
Estaba.... estaba en la cuna. Sí, sí. Se había convertido en un bebé. ¡Bieeeeen!
Entonces quiso llamar a su madre y decirle: "mira, mamá, vuelvo a ser la niña más bonita del mundo". Pero los bebés no saben hablar. En vez de lo que había pensado decir le salió un llanto. Qué ridículo. Pero al menos ya estaba ahí su madre.
- ¿Qué te pasa? ¡Qué frio hace aquí...! Por eso llorabas, no? Pues no te preocupes, que en seguida te tapo.
Mientras Clara la miraba asombrada de lo que había entendido su madre, sintió el peso de una nueva manta sobre su cuerpo.
- Ya está, mucho mejor, verdad? Y ahora a dormir....
Y diciendo esto y después de darle un beso, su madre salió de la habitacion.
Bueno, al menos estaba en su cuna. Clara se dio la vuelta para dormir, como hacía siempre. Ella dormía boca abajo. Pero los bebés no saben darse la vuelta. Despues de intentarlo un buen rato, sólo consiguió encontrarse con la cabeza pegada a un lado de la cuna. ¡Qué rabia!
Volvió a llorar. Esta vez quien entró fue su padre.
- ¿Qué le pasa a esta princesa de cuento? ¡Ah, ya sé! Tu madre te ha puesto mil mantas y estás asada. Ya sabes cómo es tu madre de friolera, no se lo tengas en cuenta. Además yo te lo arreglo en un periquete, verás. Así. Bien. Y ahora, a dormir.
A pasar frío, pensó Clara. Se iba haciendo a la idea de que eso de no saber hablar, tenía sus inconvenientes.
En la habitación estaba muy oscuro. Si Clara no fuera un bebé, habría encendido la luz. Luego habría jugado con sus juguetes. Sus juguetes. Podía intentar pedirlos. ¡Nah!, mejor no. Si lo hacía, seguramente vendría su madre y le pondría una estufa, o su padre y la dejaría desnuda sobre la cama.
¡Qué aburrimiento!
Finalmente se quedó dormida.
El hambre la despertó. No le importaría tomarse una tortilla de queso, con trocitos de chorizo al lado. O unas croquetas de pollo, con un poco de tomate. Y luego, natillas. Y su vaso de leche con cola-cao y cereales. Llamaría.
- El niño está llorando, mi amor.
- Es su hora de comer... ¿Pero, por qué me lo dices? ¿para que vaya yo? ¡Qué cómodo!
Su padre se rió.
- Es verdad, tengo mucha cara. Venga, yo le doy el biberón.
Su padre llego, sí. pero no había tortilla, ni croquetas, ni judías verdes, ni un filetito.... En vez de eso, la cogió en brazos y allí en la medio oscuridad del cuarto (había encendido la luz del pasillo), le puso un biberón dentro de la boca. Ni siquiera tenía cola-cao.
Se atragantó.
- ¿Se te ha ido por mal camino, mi princesa?
Entonces, su padre le sacó el biberon de la boca y empezó a darle palmadas en la espalda, y a agitarla, arriba y abajo.
"Para, para", quería decir ella. Y cuanto más lloraba, más la movía su padre. Entonces eructó.
- Ahí está. - dijo su padre.
Y de nuevo volvio a enchufarle el biberon.
Despues vinieron más meneos y más golpes en la espalda. Y finalmente la dejó mareada, con el sabor soso de la leche en la boca otra vez en la cuna. Consiguió dormir...
- Ea, mi princesa. Nos vamos a dar un paseo al parque.
"Sí, sí, al parque, al parque"
Vería a sus amigas y jugaría.
Pero los bebés no juegan, ni se pueden tirar por el tobogán, ni hacer comidas con la arena, ni subir a los columpios....
la metieron en el coche. Solo podía ver el cielo, ni siquiera para los lados.
- Hace demasiado sol. Mejor bájale la capota del coche.
Y ya ni siquiera el cielo.
- Venga, Fernando. Vamos a jugar a la pelota....
Encima eso.
Al cabo de una eternidad, decidieron volver. Clara lo supo cuando inclinaron el carrito para subir los escalones.
"Qué me caigoo!"
Allí estaba de nuevo, y esta vez quería ir al baño. No. Tarde. Ya se lo había hecho. Como un bebé. El olor le llegaba. Y, lo que era peor, notaba una cosa caliente caerle por una pierna. ¡A llorar se ha dicho!
Y lloró. Esto era horrible.
Entonces se asomó la cara de su hermano y le dió un beso.
Quiso acariciarle, darle las gracias,... A lo mejor podía sacarla de allí y quitarle la caca....
- Ay!- dijo su hermano. La miró muy enfadado y en seguida le dio un pellizco muy fuerte.
- Fernando! ¡Eso que has hecho está muy mal, muy mal! - y a ella: - Pobrecita mía.
- Es que me ha arañado... - le intentó explicar su hermano a su madre.
- Es un bebé, Fernando. Y tú eres su hermano mayor. No se le pega. No lo vuelvas a hacer nunca, me oyes?
¿De qué le sonaba todo eso? De repente Clara sintió mucha verguenza. Le dio pena su hermano.... ¡Qué mal ser un bebé!
"Ojalá yo fuera de nuevo la hermana mayor. No es justo que le castiguen a él, porque la culpa fue mía"
Y apenas lo había acabado de pensar, cuando oyó un golpe en la puerta.
- Clara? Clara, puedo entrar. Soy papá.
Estaba otra vez en el baño, frente al espejo. Y era mayor de nuevo. Síiii!
- Mamá me ha contado lo que ha pasado... Pero no llores, mi niña. Ya sé que él te araño. Y mamá ya no está enfadada contigo. Sólo que es un bebé, ya sabes. Y los bebés no saben lo que hacen. No es como tú y como yo, mayor, y por eso no entiende. Pero tú sí, verdad? Ea, dame un beso de paz, sí? ¿Quién es la niña más bonita del mundo?
- Yoooo!!! - contesto Clara.
Y lo fue.
Más tarde de vuelta a su cuarto se acerco (con cuidado, eso sí) a la cuna de su hermano y le dijo:
- Ya no estoy enfadada contigo. ¿Amigos?
Y habría jurado que Fernando la sonrió en respuesta.
Fin de Un bebé de cinco años. Un cuento de rafarrojas

4 comentarios:

  1. Lo de no poder comentar me pasa de vez en cuando. Yo quiero creer que blogspot está temporalmente enfermo y no puede atenderme pero que luego me devolverán mis pertenencias. Pero no. Hay comentarios que nunca llegaron a destino flotando en un océano de posibilidades.
    Hoy he descubierto, si me deja comentar esto, que también haces cuentos. Pues mira, la narrativa infantil está infravalorada pero da grandes réditos y podrías seguirla porque merece la pena. Yo a mi sobrina tambén la convierto en la niña más bonita del mundo en mis cuentos. Al menos cuando estoy de buenas.

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  2. Rafarojas...¡me ha encantado el cuento! eso de ponerse en el lugar de otro debería ser un ejercicio obligatorio en la vida...además has descrito estupendamente como se debe sentir un niño celoso "príncipe destronado"...¡olé!
    ¿sigues en Septentrión?

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  3. este google (blogspot) me tiene frito.... no me deja comentar... ni a mí mismo! Bueno, gracias por la visita, Hou y Semilla. Me alegro de que no os parezca el cuento igual de lo que les ha parecido a la editorial donde intenté colocarlo.
    Hoy os pondré otro, del mismo tipo, ya q os gusta el cuento infantil.
    rafarrojas

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  4. Pero qué bonito, Rafa... Es un cuento maravilloso. Además, cuando los niños a los que se lo cuentas son los propios protagonistas le prestan mucha más atención.
    Intentaré recordar el cuento para el día de mañana, aunque no sé si llegaré a tener dos hijos. A este paso, con suerte, tendré uno y me daré con un canto en los dientes.

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