19 de marzo de 2010

CHARLA CON ELICER CANSINO, TAL Y COMO LA RECUERDO

DATOS SOBRE ELIACER CANSINO, recogidos de http://www.fundacionesandaluzas.org/dinawebafa/recursos/eliacer%20cansino.doc

(Sevilla, 1954). Estudió Filosofía en las Universidades de Sevilla y Salamanca, y es Catedrático de Filosofía y jefe de este Departamento en el IES “Mateo Alemán” de San Juan de Aznalfarache. Ha obtenido para el presente curso 2004-2005 una licencia para investigación de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía.
Ha publicado diversos artículos sobre las relaciones de la poesía y la lectura con la filosofía
Es autor de los libros Paisaje de las sombras (Tomares, 1988), El maravilloso Sr. Plot (Júcar, 1988), Los ojos de Ícaro (Toledo, 1991), Tras los ojos de la garza (Aguaclara, 1993), Retratos de opositores (Córdoba, 1991), Yo, Robinsón Sánchez, habiendo naufragado (Toray, 1992; Everest, 1998), Un viajante, una ciudad (Fund. Luis Cernuda, 1995), La metamorfosis de Avellaneda (Huerga y Fierro, 1998), El misterio Velázquez (Bruño, 1998), Nube y los niños (Anaya, 2000), El paraguas poético (Everest, 2003) y La apuesta de Pascal (Alianza, 2004).
Ha participado en diversas antologías, principalmente de narrativa breve. Ha sido traducido al alemán, y su libro El misterio Velázquez está siendo traducido en la actualidad al japonés y al coreano.
Ha recibido numerosos premios, tanto de poesía (“Juan Sierra” de Poesía en 1988, Premio “Ricardo Molina” en 1991), como de relatos (“Premio Jaén” en 1990, “Emilio Hurtado” de Cuentos en 1991), novela corta (“Ciudad de Toledo” en 1990) y novela juvenil (“Premio Internacional Infanta Elena” en 1992). En 1997 obtuvo el Premio Lazarillo por El misterio Velázquez, obra que fue también finalista del Premio Nacional de Literatura infantil y Juvenil en 1999. Este libro ha sido además elegido entre las 100 mejores obras de literatura juvenil del siglo XX por la Fundación Germán Sánchez Rupérez. Fue representado como obra de teatro en los Reales Alcázares de Sevilla en 1999.
Ha participado en muchísimos seminarios sobre narrativa, creación literaria, literatura infantil y juvenil, animación a la lectura, y ha impartido conferencias, charlas y cursos en toda España y en Nueva York (en el Instituto Cervantes de esa ciudad).
Participa regularmente en prensa diaria (es columnista del Diario de Sevilla), y en revistas especializadas en literatura (Mercurio, por ejemplo) y en literatura infantil y juvenil.


LA CHARLA, TAL Y COMO LA RECUERDO, CON LAS PALABRAS DE ELIACER CANSINO
(en la clase del Máster del Profesorado y gracias al interés y dedicación de nuestro buen profesor, Manuel Francisco Romero)

A pesar de lo que pueda parecer o de lo agradable que resulte este encuentro, éste no es el momento del escritor. Ese momento se produce en la soledad, en la intimidad, mientras el escritor está escribiendo, devorándose a sí mismo, con esa autofagia de la que hablaba Unamuno en su poesía "A mi buitre".[1]
Este encuentro con lectores, por otra parte, con personas reales, con cara, permite hablar de obras literarias donde antes sólo se podía hablar de libros, porque sólo cuando son leidos los libros se transforman en literatura, del mismo modo que las partituras no se convierten en música hasta que no cuentan con alguien que las interprete.
Por eso creo que, junto al nombre del autor, en la portada de los libros debería aparecer el nombre del lector. Porque el libro es ficción; la ficción, sólo palabras. Son los lectores los que hacen realidad, ponen realidad en esas ficciones, desde sus vivencias. El lector reconstruye, participa en la construcción de la obra...

(En ese momento, suena un móvil. Todos se apresuran a apagar o silenciar sus móviles hasta ese momento encendidos)

Es un "momento-móvil". Si fuérais vosotros mis alumnos, ahora mismo os leería un cuento sobre un teléfono que suena... pero como no lo sois, esperaré todavía un tiempo, jajaja

...Decía que esa es una de las grandes potencialidades de la literatura, que el lector puede participar en la recreación de lo que se cuenta en el libro.
Sin entrar en polémica, ni pretender hacer comparaciones entre cine y literatura, la literatura tiene una virtualidad distinta a la imagen: el escritor ofrece palabras que el lector convierte. Así, cuando dice "perro", es el lector el que recrea ese perro, el que lo debe imaginar y piensa en uno concreto, con el hocico de tal manera o de tal otra. El escritor puede, todo lo más (hablando como profesor de filosofía), ofrecer el ideal de "perro".
No debemos olvidar que el pensamiento es siempre lingüístico. La literatura enriquece el pensamiento.
Recientemente escuché a una señora hablando en un programa de radio sobre George Clooney. La mujer decía que Clooney nunca llegaría a ser un buen actor, porque no transmitía.
Supongo que Robert De Niro sería un ejemplo de actor que sí, sin duda, transmite.
Yo muchas veces les pregunto a mis alumnos en clase: "¿qué preferís, un profesor joven y enrollado, o uno más viejo pero más sabio?". La respuesta siempre es "el joven", lo que no deja de resultar un tanto deprimente cuando estás ya en la categoría de los segundos, aunque no seas realmente sabio, jajajaj.
Un profesor debe ser capaz de transmitir. Yo soy escéptico con el exceso de pedagogía, con la aplicación de sistemas formales. Creo que tenemos que adaptar esos sistemas a nuestra personalidad.
En cierto sentido, prefiero un profesor autoritario, pero que cree en lo que hace, honestamente, que uno que no lo es, pero tampoco cree.
Porque al final transmitir es creer. Y creer es amar.
Amar no se puede conjugar en imperativo.
Por eso, como profesores de literatura, debéis apreciar la literatura. Aquel que no lee no puede transmitir la literatura.
Yo tengo la suerte de esta liberado a la hora de hablar de literatura por ser profesor de filosofía. Puedo, por ejemplo, citar aquello de "polvo soy, pero polvo enamorado" de Quevedo, de pronto[2]. Otros son los que tendrán que explicar el conceptualismo. Yo no estoy sujeto al programa de literatura.
Pero los que no leen, no pueden hacer dramatización de ideas. Tienen que leer.
Os voy a contar una anécdota. Un día tras las clases comenta una profesora de literatura a su compañera: "no puedo, otra vez César Vallejo..." A lo que su colega le contesta "pues yo no tengo esos problemas, si no se comporta como debe lo echo de clase!" ("Hay golpes en la vida...", como decía el autor de Los Heraldos)[3]
Hay que poner entusiasmo por lo que se hace. No siempre podemos ir creando entusiasmo. A lo mejor lo conseguimos una ó dos veces al año, como Curro Romero, pero al menos crear la ilusión de que un día lo conseguiremos.
Yo siempre me acompaño de una maleta donde guardo los libros que voy leyendo últimamente. Por ejemplo, ahora tengo "El Diario de Ana Frank", un libro sobre la dignidad de José Antonio de Marina[4], una Historia de la Teología, un libro de Jose Emilio Pacheco, reciente premio Cervantes.... Y precisamente tengo un alumno mejicano y se lo puedo leer, establecer así una relación... Es importante que vean que manejo libros, que los uso.
Bueno, pues sobre este libro que llevaba...
Muchas veces, leemos deprisa, sobre todo los libros infantiles, y se nos escapan entonces extrañas advertencias, advertencias que nos dejan perplejos. Por ejemplo, en Peter Pan, en la línea quinta o sexta. Hay una frase terrible, pero aparece cubierta de arena, con arena por encima. Pero si la quitas, si retiras esa arena, ya no volveremos a leer ese libro igual. Y te preguntas "¿por qué lo hizo?"....
Pero no, no lo vamos a leer ahora. Después....[5]
¿Véis? Así he conseguido crear un momento de interés.
Existen dos niveles en la actividad docente: un nivel formal, que corresponde al cumplimiento del temario, y otro, informal, en el que lo que se trata es de dejar semillas para el futuro lector. Y desde el punto de vista de la actividad del escritor, la pregunta a la que dar respuesta es ¿qué hago para escribir?
¿Cómo son los escritores para jóvenes?
No existe uno solo, como tampoco hay una sola clase de escritores para adultos: Cela y Delibes, por poner un ejemplo, son distintos salvo en la coincidencia generacional.
Me preguntan "¿Y no escribes sobre el amor más....?" Quieren decir sobre sexo, porque es un tema que parece ser recurrente entre los jóvenes, un tema que les importa.
Pero no son ingredientes necesarios.
Hay varias formas de plantearse la literatura juvenil: según la concepción del joven y la del escritor.
A mí, el joven que me interesa tiene, bueno, es una persona que está en un momento de búsqueda, de incertidumbre, de aventura.... Busca respuestas. Es un ser que dice o sospecha "me puede ocurrir algo pronto, de pronto: un amor, la muerte, la amistad, el descubrimiento de la vocación..." Surgirá lo nuevo.
Ese joven necesita orientación en un mundo sin ella, a ese joven le interesan los profundos problemas del alma.
Al final, el estilo de un escritor no se define tanto por la forma, como por el tema, los temas que elige. Así, por ejemplo, Dios aparece entre mis temas. Dios y la pregunta de Kant: "¿qué debo hacer?".
Yo confío en la existencia de esa juventud que me interesa.
Visto eso, existen tres elementos en mi novela:
En primer lugar, la sorpresa. Un adulto no está tan abierto a la sorpresa como un joven. Yo quiero que el argumento introduzca un factor sorpresa. Pero no una sorpresa tipo "chuchería", sino cosas profundas. No me refiero a la sorpresa que reservan en algunas novelas de misterio, en las que después de 200 páginas se descubre por fin que el asesino es el mayordomo. Y eso me lleva a pensar, es difícil ser asesinado ahora que no hay mayordomo, jajajaj. Agatha Christie lo tendría difícil.
Ahora voy a leeros el cuento del que os hablaba antes, con lo del móvil. "El teléfono" se llama. Es difícil publicar cuentos. Yo prácticamente no lo conseguí hasta los 30, a pesar de haber estado escribiendo desde los 13. Pero a mí me gustan los cuentos. Me gusta el cuento tal y como lo definía alguien: "el cuento empieza pronto y termina antes"[6]. En este caso, en mi cuento de "El Teléfono", el propio cuento es el envoltorio.

(Lo lee)

Me interesa cambiar el punto de vista. La realidad es una y muchas. Ortega, desde el perspectivismo, hablaba de múltiples realidades, todas verdaderas, excepto aquélla que pretendía hacer falsas las demás.
A mí me gusta pensar que todos somos puntos de vista únicos. Incluso físicamente, yo soy un punto de vista único. Luego, con la edad, intentamos homogeneizar los puntos de vista. Pero la literatura debe cambiar ese planteamiento. Ahora estamos bajo el influjo del ruido. ¡Silencio!, digo, y el punto de vista cambia, vemos la realidad de forma distinta.
Es como cuando se iba la luz en casa. Era la vuelta a la prehistoria, a los tiempos de las teas y el vaivén de la luz. Te das cuenta de muchas cosas. "Abuelo, quítese, dele su lugar a la tele". Entonces se apaga la tele y decimos "Abuelo, vuelva, cuéntenos algo". Se trata de cambiar los puntos de vista.
En ese sentido, la poesía es mirar de nuevo, mirar distinto. Es contar la realidad de una forma diferente.
Ayer,... bueno, no; ayer no, hace tiempo... siempre digo lo de ayer, jajaja... Un día en clase, una chica pregunta "¿qué es lo poético?". Y yo les propuse coger un paraguas que había allí y escribir algo.
Ahora que ha muerto Delibes, yo llevé "El Camino" y les leí algo sobre "el Mochuelo", y entonces recordé que no lo había leido desde 1981 y se quedaron todos callados, con los ojos muy abiertos, porque les sonaba a.... "Nuestras vidas son los ríos", que decía Jorge Manrique, el gran Jorge,... Las coplas son...[7]
Bien, pues ahora los jóvenes no llevan paraguas.. Salen así, para mojarse. Yo quería que escribieran algo, cualquier cosa. Y escribí también un pequeño cuento o poema.
(Lo lee)
Lo titulé "El paraguas poético", porque cualquier objeto puede ser un objeto poético.
A mí, luego, me gusta entrar en honduras, en reflexiones filosóficas. Como en la pregunta de la Esfinge a Edipo[8]... ¿Quién es ese ser? O mejor ¿qué es? ¿qué es el hombre? No es un animal, ha superado ese estadio, está en otra dimensión, en un sitio intermedio, peligroso, no somos animales o no sólo o no del todo, pero nos hemos liberado del determinismo animal. De la misma forma que nos hemos liberado de Dios. Pero eso nos ha dejado en la incertidumbre, en la zozobra, en búsqueda... Esas son preguntas que me interesan.
Para un niño, su realidad es la realidad. Cree que es lo normal que los padres se peleen como lo hacen los suyos, o que se pueda comprar tal o cual como pueden hacer en su casa, o... Su mundo es el mundo, no contrasta.
Sin embargo, el adolescente es el ser que sospecha, barrunta que el mundo que ha vivido no es la realidad. Sospecha que hay más, hay padres mejores, o peores... Y yo quiero que el individuo tome conciencia de su situación.
La literatura no parte de un tema, sino de una historia. Son problemas filosóficos encarnados. Es como Jesucristo, el logos, pensamiento que se transforma en carne. Eso es literatura.
Por último, me gusta hacer una propuesta moral en mis libros. No me refiero a incluir ninguna moraleja, sino hacer ver que la vida es un conflicto en el que quizá debamos de hacer algo.... O no? Es una de las preguntas de Kant, siendo la primera, ¿qué puedo conocer? y la segunda ¿debo hacer algo? (¿o da lo mismo lo que haga?).
Ahora se están planteando esas mismas preguntas. Lo hace Adorno[9], lo hace la Escuela de Frankfurt: ¿da lo mismo ser víctima que verdugo? Resulta tan desolador que hasta los marxistas, los agnósticos se vuelven y buscan la presencia de lo religioso.... Pienso en lo que decía Azorín "visto desde la eternidad...."
Yo doy ética y en mis clases juego a adoptar posiciones falsas, justo lo contrario de lo que pienso. ¿Es malo mentir? Si has cometido un delito y la policía te pilla, ¿confesarás o mentirás? ¿Es malo mentir y copiar, cuando al hacerlo consigo el objetivo de aprobar? ¿Qué mal hago?....
Cuando le hago éstas y otras preguntas a mis alumnos, todos empiezan siendo relativistas.... Pero yo les pido que fundamenten sus posturas, que fundamenten si la verdad es mejor.
Dediqué "Una habitación en Babel" a mis alumnos, que me permiten volver una y otra vez a las mismas preguntas. Como en "El Misterio de Velázquez", donde hay un niño que no crece, sólamente se le llama enano una vez y como insulto. En realidad es la historia de su crecimiento, de un crecimiento moral. Y hay un párrafo que me encanta. Cuando el niño dice "he crecido tanto que puedo tocar el cielo".
Cada vez estoy más místico. Me pasa lo mismo que Aristóteles: "cuánto más viejo soy, más creo en los mitos".
De eso escribía recientemente en el cuaderno de literatura infantil, CLIJ, que se publica en Barcelona desde hace cerca de 25 años...
En la enseñanza, hay siempre algo que se nos escapa, algo que unos descubre y otros no.... Quería leeros para terminar y antes de dar paso a vuestras preguntas una cosa que escribí hace tiempo para ellos, "Revelación". Porque siempre hay algo personal, en un sentido mágico, poético, en un libro. Cuando alguien descubre la literatura.....

[1] A MI BUITRE (Miguel de Unamuno)
Este buitre voraz de ceño torvo que me devora las entrañas fiero y es mi único constante compañero labra mis penas con su pico corvo. El día en que le toque el postrer sorbo apurar de mi negra sangre, quiero que me dejéis con él solo y señero un momento, sin nadie como estorbo. Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía mientras él mi último despojo traga, sorprender en sus ojos la sombría mirada al ver la suerte que le amaga sin esta presa en que satisfacía el hambre atroz que nunca se le apaga.

[2] AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE (Francisco de Quevedo)
Cerrar podrá mis ojos la postrera Sombra que me llevare el blanco día, Y podrá desatar esta alma mía Hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera Dejará la memoria, en donde ardía: Nadar sabe mi llama el agua fría, Y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido, Venas, que humor a tanto fuego han dado, Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado; Serán ceniza, mas tendrá sentido; Polvo serán, mas polvo enamorado.

[3] LOS HERALDOS NEGROS (César Vallejo)
Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,la resaca de todo lo sufridose empozara en el alma… Yo no sé!Son pocos; pero son… Abren zanjas oscurasen el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán talvez los potros de bárbaros atilas;o los heraldos negros que nos manda la Muerte.Son las caídas hondas de los Cristos del alma,de alguna fe adorable que el Destino blasfema.Esos golpes sangrientos son las crepitacionesde algún pan que en la puerta del horno se nos quemaY el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, comocuando por sobre el hombro nos llama una palmada;vuelve los ojos locos, y todo lo vividose empoza, como charco de culpa, en la mirada.Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

[4] Nota de rafarrojas: Supongo que se refiere a "La lucha por la dignidad. Teoría de la felicidad política"
[5] Nota de rafarrojas: Se refería a esa parte final del párrafo "Todos los niños crecen, salvo uno. De la forma en que Wendy lo supo.[...]. Siempre lo sabes después de cumplir los dos años. Los dos años son el comienzo del fin"
[6] ¿Juan Pedro Aparicio?
[7] Se refiere a la tercera de "Coplas por la Muerte de su padre"Nuestras vidas son los ríos 25que van a dar en la mar,que es el morir;allí van los señoríosderechos a se acabary consumir; 30allí los ríos caudales,allí los otros medianosy más chicos,y llegados, son igualeslos que viven por sus manos 35
y los ricos.
[8] Como cuenta Sófocles, A la pregunta de «¿cuál es el ser vivo que camina a cuatro patas al alba, con dos al mediodía y con tres al atardecer?», Edipo respondió correctamente que es el hombre, quien gatea cuando bebé y se apoya en un bastón cuando viejo.
[9] Cuando escribe con Horkheimer la Dialéctica de la Ilustración, dice Adorno: " Lo que nos habíamos propuesto era nada menos que comprender por qué la humanidad, en lugar de entrar en un estado verdaderamente humano, se hunde en un nuevo género de barbarie"

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