24 de mayo de 2013

Sobre la felicidad

A estas horas insomnes (son casi las cinco de la mañana), surgen preguntas cuando intento dormir:
-¿Tengo derecho a ser feliz?
Y me vienen a la cabeza las mil y una frasecitas que pueblan el Facebook (feisbu) por parte de personas que decoran con citas ajenas sus perfiles como arropando la desnudez de su ingenio con el de otros. O bien intencionadas, como alentando esperanzas en su prójimo. O como niños que silban en la oscuridad para sobreponerse a ella, intentando recuperar la ilusión de la luz que hubo antes y con suerte habrá luego...
Libros de auto-ayuda resumidos en dos párrafos, y voces de rolleras proclamando que sí, que tienes derecho (en segunda persona siempre escriben los rolleras para que les prestes atención) a ser feliz, que todos tienen derecho a ser felices.
No lo creo.
Creo que hay que merecerlo, que sólo las buenas personas son dignas de ello, porque felicidad debería ser premio ganado. Debería, si existe justicia.
Y yo ni siquiera tengo un trabajo ahora, me puedo mantener a mí mismo... Es posible que incluso algunos se tomaran a mal que yo no sufriera más, que no viviera tan amargado como corresponde al que no hace todo lo que está en su mano para dejar de ser peso. "Consigue un trabajo!", dicen si te ven demasiado contento (no vayas al cine, no compres libros, no bailes, no cantes....)

Segunda pregunta:
- ¿Puedo ser feliz?
Y lo que realmente me pregunto muy a menudo es si tengo capacidad para serlo, si está en mí o no, que tengo rotos los mecanismos que veo que les funcionan a otros: no disfruté con mis hijos cuando eran pequeños y aún ahora me cuesta (y me digo "todavía no" porque siguen sin ser adultos de los que no preocuparse, de los que ya no suponen la carga de su crianza, la responsabilidad y la obligación, de los que ya están en disposición de enseñar y no sólo necesitados de aprender).
Muchas veces me cuesta encontrar el verdadero placer en los amigos, tal vez porque tengo muy poquitos, porque son limitados en su alcance y compromiso, o, seamos sinceros, porque no he construido con ellos esa magia benéfica del afecto y la comprensión, no me he ganado en realidad su respeto o su confianza. Y no es sólo cuestión de mala suerte, sino de mis propias imperfecciones: mi falta, no la suya.
Y con el resto de la humanidad, echo de menos la sinceridad de mi afecto (eso sí, no pocas veces finjo con acierto), o la del suyo, o pienso que todos son compañeros de vagón de tren y se irán sin pensarlo dos veces después de que pase el momento que nos unió, o dejan de interesarme porque hay pocos que hablen y digan cosas realmente interesantes a cuasi desconocidos. Lo más normal es que la gente me aburra en dos patadas, y eso también es culpa mía que no sé sacarles la historia que llevan dentro, la que da origen a canciones y a películas de hermoso sentimiento...
Y en el otro extremo, en la última Feria de Jerez, un hombre con el que había coincidido en una ocasión, me saludó con un cariño que parecía genuino y profundo, y me desarmé por dentro: ¿cómo podría corresponder yo a esa gentil caricia de su afecto inmerecido? y, de qué puñetas podía yo hablarle a éste que ahora me miraba con esos mismos ojos entrañables que tiene un perro bueno (y si hay alguien puro e inocente es un perro de buen corazón), cómo pagarle, cómo estar a la altura de ese regalo?

No sé si sé ser feliz. Y lo único que me salva del cutrerío absoluto es que me veo incluso peor de lo que veo al peor de los otros. Como el viejo que no sabe moderar sus modales malhumorados para recibir de vuelta el trato que necesita para salir de su hoyo de miopía, sordera y soledad....

- Pero debo ser feliz. Porque el mundo no necesita más mal rollo, ni un quejica más, ni otra sombra que se sume al sombrío ejército de almas penando y haciendo penar (¡qué molestas las ánimas, con su eterno arrastrar de cadenas!, ¡así no hay quien duerma!)... Porque se lo debo a los que tengo cerca: a los amigos que asombrosamente lo sean, a mi mujer, a mis hijos, a todo ser humano....
Es un imperativo moral, javierano si queréis: "que donde haya tristeza yo ponga alegría".

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Y luego concluyo, que no sé por qué me tengo que preocupar por merecer ser feliz o por ser capaz de extraer felicidad de lo que me rodea, porque deba o no, merezca o no, sepa o no, la felicidad vendrá como vienen las lluvias, como se suceden las estaciones, como ciclo o como evento aleatorio, sin razón, sin sentido, sin lógica ni intención. Me atravesará de pronto una mañana o una tarde o una noche, ahora o dentro de una semana o un mes. Como un fantasma, como un viento, como un sol que brilla de repente, como un sueño. Músculo involuntario, reflejo sin conciencia, felicidad sin alma....

[y en honor a algo que comentó Doctora en el blog de Speedygirl, he buscado imagen de felicidad para acompañar esta absolutamente inútil reflexión:]


6 comentarios:

  1. Uy, qué relío de cosas. No sé si te interesa mi opinión o simplemente necesitabas expresar una inquietud, pero ese es el riesgo de tener un casillero de comentarios.
    Creo que, siendo muy simples, todo ser vivo busca la felicidad, siendo esta cambiante según el ser y el momento. Esto es: sobrevivir, alimentarse, alimentarse con una cosa que le gusta más que otra, y así ascendiendo en niveles, tipo a una pirámide de Maslow, para llegar a lo que uno considere la cúspide.
    Luego, si todo ser vivo busca la felicidad, el merecérsela o no es un poco... indiferente al asunto. Uno la busca y si se lo curra un poco la obtiene y si no no. Aquí interfieren nuestras capacidades, el sitio en el que estamos puestos y de quiénes nos rodeamos y nuestras propias expectativas.
    Imagino que, dejando un poco de lado "la suerte", el cúmulo de pequeños sucesos entrelazados que nos afectan, y dejando un poco de lado lo que realmente hacemos nosotros por ser felices (trabajar las relaciones, nuestra propia persona, etc.), lo fundamental son las expectativas.
    Supongo que dependiendo de lo que esperases que tendría que estar sucediendo ahora mismo serás más o menos feliz.
    En fin, me has pillado divagando sobre mi propia existencia y felicidad en estos momentos. No me queda nada claro, no soy de mucha ayuda en estos momentos :/

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    1. Hola, Rune.
      Esta mañana me levanté pensando que mejor borraba esta entrada, que ni aporta nada ni está bien escrita. Pero la voy a dejar sólo por tu comentario.
      A pesar de haber tenido que leer sobre Maslow hace apenas unos meses ya se me había olvidado y he tenido que buscarlo en Wikipedia, : )
      Te agradezco el comentario que dice mucho de tí, y todo bueno. Y te deseo la felicidad que te mereces.
      Un besote gordo,

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  2. La felicidad completa no existe. Puedes tener momentos racheados y ya está. Dudo que no hayas tenido algún que otro momento de gran felicidad en tu vida o que no vuelvas a tenerlo. Unos los tienen más porque parecen estar diseñados para disfrutarlo todo y algunos menos. Lo del merecimiento ya es cosa de la tradición judeocristiana y de pensar que si este se merece esto o aquel aquello en función de lo que hace. No hay jueces entre nosotros que puedan saber si la mereces o no.
    Y comprar libros, ir al cine, etc, es lo que se hace antes de encontrar un trabajo y casi no tener tiempo de poder hacerlo.

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    1. Por supuesto que he tenido momentos de felicidad y de alegría y de excitación: un beso que me dí con la que entonces era mi novia cuando estábamos en un que sí sí que si no, apasionado y guay en mitad de la calle (que ni Doisneau en su mejor foto), la mano que se coló en la mía en un coche lleno (ibamos en la perrera) de la primera chica con la que salí que realmente me gustaba (super dulce y romántico), cada vez que me ha caido un premio por algo que he escrito, unas risas en un autobús de las que dices "moriré de esto, pero moriré feliz!", cuando mis alumnos aparecieron en una cita con camisetas donde habían grabado frases de mi blog, el día de mi boda,... Normalmente cuando he tenido éxito en algo que deseaba y casi casi no me lo creo (a lo mejor la felicidad tiene que tener esa parte de milagro y sorpresa). Judeocristiano soy por educación, y cristiano por convencimiento (desde un punto de vista filosófico y moral más que religioso: "ama a tu prójimo" debería ser el único mandamiento). Y el juez definitivo, primera y última instancia (las audiencias son los otros) soy yo mismo.
      Un abrazo,
      rafarrojas

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  3. ¿merecer, ser capaz, deber?
    La felicidad no me ha parecido nunca que sea un estado aprehensible, sino una colección de instantes. No creo que sea el objetivo de la vida, por encima de todas las cosas (ni las personas) pero desde luego creo que todos tendemos a ella, trabajamos por ella, nos encaminamos a ella.
    Todos merecemos ser felices y tenemos la capacidad de serlo, pero seguro que nadie puede ser obligado a ello. Claro que sin las necesidades básicas cubiertas mejor no me hables de músicas celestiales... que diría Maslow.
    Entre poner mala cara al de al lado, o sonreir creo que lo segundo redunda en tu felicidad tanto o más que en la de ella/él.

    En fin, que me pongo a desvariar....

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    1. Sobre cuales son mis necesidades básicas y cómo de cubiertas las tengo, la siguiente entrada. Voy a intentar cambiar (una vez más). Empezaré contigo:

      Gracias, un beso, eres un encanto, y además : )

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