Renuncio al otro.
Bajo mis pies, metal.
Que no crezca nada.
...la angustia de sembrar
y someterte luego a la clemencia de elementos que no controlas,
(lluvia y viento y sol y seco)
esperando que aparezcan
los tallos que necesitas.
No quiero.
Agrícola condenado.
plantaba en mis plantas semillas de amistades
y miré mil estaciones y aguardé
ojo atento
a sus frutos.
"¡No prenden!", se tambalean
débiles tallos, intentos
abortados.
No más
tú y yo,
sólo solo, yo,
mirando los dedos quietos de mis pies
sobre metal.
Frío. Inalterable.
Qué tranquilo!
¿Quién sabe donde?
-
¿Pero dónde leches está? La maldita puerta, la del texto de arriba, la que
--estoy de acuerdo con A J-- debería aparecer en algún momento. ¿Dónde
c*j...
Hace 15 horas
Ánimo, ya sabes que se planta hoy pero es preciso esperar para la cosecha.
ResponderEliminarBesos
Esa sensación de no querer sembrar más porque todo me parece infructuoso la conozco. Pero es que hay frutos que tardan en madurar mucho. Todo consiste en no esperarlos. Ir regando y desentenderte de ellos. Siempre te pillan por sorpresa. Los frutos dulces y los amargos. La espera desespera, dicen. Pues entretente escribiendo más o leyendo o jugando con el gato. Y sigue sembrando, eso sí. Otro buen poema, sí señor.
ResponderEliminarPues sabes que?
ResponderEliminarQue me gusta mucho esa forma de pensar tuya,eso de no poner en manos de lo que no controlas tus sueños o deseos es bastante inteligente, no se, yo lo veo así y es cierto que no merece la pena preocuparse por lo que no está en tus manos,"la espera desespera" como bien dice Houellebecq.
saludos