Ayer hablaba de la mosca, y hoy lo haré de una polilla, q la gente llama tb mariposa, cuando todo el mundo sabe que decir eso es como comparar la mujer media española y la noruega, jajaja (y aquí muchas me retirarán el saludo).
El caso es que UN COLE ME HA OFRECIDO UNAS HORAS DE CLASE... Señores, entro en el sistema. Esta mañana dí mi primera clase. Niños asombrosamente buenos, pero niños después de todo. Como es la primera clase no me atreveré a adelantar que son perfectos angelitos, porque también es verdad q todavía no les conozco, no me conocen y donde hay confianza suele con bastante frecuencia dar asco.
Se abre una grieta en el muro noruego por la que todavía no quepo (ni delgado, como me estoy quedando), pero ya es una grieta. Aunque me da la sensación de que es a costa de mi cabeza, de los quebraderos de cabeza q me cuesta esto. Sigo sin estar seguro de nada y el tiempo del morro (vivo a costa de mi amigo, q es un santo varón) se pasa. Y necesito, y necesito, y necesito (eso no cambia)
Y me he acordado de uno de los cuentos q he hecho que creo que es más bonito. Me encanta la idea. Es triste que haya tenido tan poca salida y que termine siendo una entrada de "este mi blog", pretencioso blog sin posibles, : )
Bueno, si os encanta, decidlo, joíos! Que salvo Hou y Pilar (y a ratos Pecosa) el coronel que no tiene quién le publique tampoco tiene quien le escriba.
EL PRINCIPE POLILLA TARTARO
Habré de contaros
la breve romanza de la polilla
que fue víctima de amores
por la llama azul
del gas en la farola.
Era un príncipe polilla tártaro
del color de las estepas
que sobrevolaron su infancia.
Había una vez un príncipe polilla tártaro, cuya vida toda había sido cabalgar los aires ásperos, sin rumbo, atravesando la tierra en un galope de alas sin freno. Se diría que estaba buscando algo, o acaso, que todavía no había encontrado nada a lo que descubriera merecedor de ser objeto de búsqueda y que le hiciera felicitarse por su suerte al haberlo hallado y pensar "no sigo más, aquí me quedo".
Del día con su resplandor que da modorra de siesta no hablaré. La luz emborracha, se la atraviesa como en sueños. Es la noche, la que tiene el único derecho sobre esta historia... Una noche o dos. La vida de una polilla es corta. Siendo tan corta sólo da tiempo a volar-la-noche-sin-rumbo.
¿Os he hablado de los ojos rasgados del príncipe? Eran del color de las estepas, con vetas del color de tela de saco. No era lo que aquí llamamos hermoso. Después de todo era tártaro. Quizás tampoco era inteligente. Con esa vida tan corta sólo da tiempo a cabalgar-sin-rumbo-sin-tregua.
Sin embargo sé que había dentro de él, aunque fuera muy profundo y enterrado, o muy superficial y como una película sutil de un pigmento, un algo que lo hacía fundamental y personaje de cuento. Algo que le hacía príncipe.
Aquella noche descabalgó las alas del viento para beber en una charca. Se inclinó. Un reflejo. No era la luna. Todos sabemos que la luna es una estatua de diosa del amor. Aquello era más cercano, más soñable. Era un reflejo de una dama azul (morisca no, azul), que bailaba. No consiguió apartar la vista del agua, y vió su baile. Bailaba levantando los brazos, dando vueltas sobre sí misma. Su baile lamía el aire. Y el príncipe de la impresión se puso a volotear, pero sin apartarse de la imagen azul que danzaba.
En ocasiones, ésta parecía detenerse. Pero, enseguida, siguiendo una nota última que no alcanzaba a oír el príncipe polilla, al fin retomaba su juego grácil. ¿O no era un juego?
El príncipe había de seguir voloteando, pues la vida de una polilla es corta y ha de tener vuelo, pero no se separó de la charca. Sobre su cabeza el telar del viento tejió y tejió una tela nueva. Y al fin esa tela fue apareciendo: los primeros flecos rojos en la línea del horizonte, los siguientes anaranjados, rosas. Amanecía. La dama azul había seguido bailando, sin reposar, con aquella música invisible. ¿Qué significaba? El príncipe polilla no entiende, no sabe. Él mira, sus ojos rasgados, a la charca, la está mirando.
La imagen no se queda fija en la retina. Tampoco está la figura quieta, ni está quieto el espejo de la charca, ni está quieto el príncipe sino que revolotea sin poderlo evitar, porque es polilla y su vida es tan corta. Pero ésos no son los motivos de que la imagen no se quede fija en la retina, sino otros. La imagen hacía ondas, pequeñas conmociones sucesivas, y tras las ondas dejaba un rastro húmedo, que tocaba un algo dentro con suavidad de membrana. Así sentía el príncipe polilla.
De repente, la dama azul se deshizo. Fue muy rápido, muchísimos instantes de deshacerse hechos uno solo: la vió el príncipe desfallecida, tendiendo aún los brazos y... ¡ya no estaba!
El príncipe polilla respingó en su vuelo, pero aún no quitó la vista de la charca. No entendía. ¿Qué le había pasado a la dama azul? Su limitada comprensión seguía revoloteando al lado de la charca, ¿qué haría ahora? ¿Dónde estaba la dama azul? Todas estas preguntas no sabía siquiera formularlas, porque sólo era una polilla y la vida únicamente le daba tiempo para cabalgar el viento. Pero no fue capaz de irse de allí. Se quedó todo el día en aquel lugar, sin separarse apenas de la charca, y esto en un príncipe polilla tártaro es realmente extraordinario.
Mas la charca con el sol se haría más pequeña, se iría convirtiendo de charca en destello y de destello en gota de luz y de luz en nada. No quedaba charca. Sin embargo, el príncipe no abandonó el lugar.
Volvería a anochecer.
Primero saldrían los aires más fríos, los que temen salir antes por ser atacados por el sol. Luego estos aires transparentes se teñirían azules y negros. También habría estrellas y cualquiera que supiera cómo reconocería la Osa Mayor y señalaría con el dedo el lugar señalado de cada constelación en el orden establecido.
El príncipe estaría despertando.
La vida de una polilla es corta, no tiene tiempo para reaccionar a los cambios en el exterior. Sólo revolotear...
Pero, ¡súbitamente!, la constancia (inconsciente, pues las polillas no tienen tiempo para ser conscientes de un hecho) del príncipe tuvo su fruto. La dama azul, alta y delgada, reapareció en otro sitio y, al momento, reanudó su extraño baile. El príncipe polilla miró ahora a la dama. Estaba más hermosa todavía que en la charca. Tenía el pelo muy largo, muy largo, cayéndole espeso, sobre la piel que era de un azul pálid, algo brillante. Y la cara suavemente ovalada, y los dedos finos...
Quiso entender el príncipe polilla. El desear era ajeno a la naturaleza de la polilla. Quiso entender con todas sus fuerzas de príncipe.
El mudo baile se desarrollaba en lo alto de una torre de hierro negro. La torre estaba coronada por una celda. Eso era: una celda. La dama azul estaba atrapada. Un muro exagonal de aire helado la mantenía prisionera en la torre. La dama lloraba su encierro.
¡NO! No mientras vuele la noche el príncipe polilla!
Cargó contra la cárcel de cristal de la dama azul, sin más armas que su ¿valor? (¿hay tiempo para el valor?)
Habéis de saber que los tártaros no usan armadura, sólo una piel de animal de pelo ralo ceñida, y un cinto marrón. Llevan en vez de un yelmo de plata, un sombrero que les cubre sus ojos rasgados.
Sin más armas que su fuerza, el príncipe polilla se enfrentó a la prisión de hielo de la torre. Y fue a estrellarse contra el frío muro invisible. ¿Se conmovió éste o lo hizo él? Cayó cegado, atontado por el golpe, al suelo. Allá, en la torre, la dama azul se agitaba en súplicas. El príncipe polilla inmediatamente cargó de nuevo contra las paredes que la encerraban. Ahora, esta grieta, ¿era en él o era en el muro? Y otra vez, y otra, el príncipe cabalgó la noche, y los pajaros enmudecieron de admiración por su valor y su arrojo. Pero el muro permaneció incólume.
¿En qué momento?: Tal vez desde el suelo, desde donde todo da vueltas, todo sangra, sangró el cielo por vez primera y se rompió mostrando la nueva mañana, vió el príncipe que había desaparecido la dama azul. Suavemente (como en un llanto que se hace sollozo, se hace suspiro, se hace aire en el aire), desapareció la dama azul.
El príncipe estaba caído, sí, sangraba.
La batalla había durado toda la noche, y él había recibido duras, terribles heridas. Pero no había cejado en su empeño. Si hubiera tiempo suficiente en la vida de la polilla, ahora lloraría. No por el dolor que sentía en su cuerpo macerado, no por la misma vida que se acaba, se va en sangre marrón, no por la mañana que es ella misma una herida, roto tejido.
Postrado, lamiéndose con delicadeza las heridas, esperó la noche. Y tuvo suerte de que ninguna fiera del mundo le atacara entonces, presa débil como estaba y fácil. Incluso entonces su ser de polilla le hacía revolotear...
"Porque esta noche está
ya aquí"
Cómo un bálsamo dulce sobre el cuepo descendió sobre el príncipe la visión de su dama azul. El príncipe tenía la cara desfiguraba por los golpes, pero aun así sonrió y su sonrisa fue bella. Pues allí estaba de nuevo la dama azul.
Una vez más: ¡que calle todo y se detenga el rumor del aire que habla!. ¡El príncipe cabalga! Desnudo, sólo él, solo, contra la prisión. Medio ciego. Dificultosamente. El príncipe. ¡Chof! Ha muerto.
Su cuerpo aplastado está en el suelo.
"Por la mañana
se apagará la farola".
fin de El Príncipe Polilla Tártaro, UN CUENTO DE RAFARROJAS (DIFUNTO)
¿Quién sabe donde?
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¿Pero dónde leches está? La maldita puerta, la del texto de arriba, la que
--estoy de acuerdo con A J-- debería aparecer en algún momento. ¿Dónde
c*j...
Hace 15 horas
Bien!!!!
ResponderEliminarPrimero la cabeza, luego todo lo demás.
Esas grietas son las que te abren camino, si señor, paso a paso Rafa, despacito decía mi madre pero sin perder el ritmo. Como dice Pilar, primero la cabeza, luego todo lo demás.
ResponderEliminarEnhorabuena a tí y a tu amigo por ser tan buena persona.
Rafa, no te tengo ni mucho menos abandonado. Paso a leerte, pero tengo una temporada chunga y muchas veces no comento. Hago mal, porque sé lo que animan los comentarios, lo siento de veras. Me alegro tanto por ti, ni te imaginas. Lo leí anoche y me hizo mucha ilusión.
ResponderEliminarVan a flipar contigo esos chavales.
El cuento es tremendo, ay pobre príncipe polilla. Me encantó: "revolotea sin poderlo evitar, porque es polilla y su vida es tan corta".
Un beso fuerte Rafa.
Por cierto, te envié una solicitud de amistad al caralibro.
ResponderEliminar;)
Ahora entiendo un poco mejor la tontería de polillas e insectos en general que golpean una y otra vez contra el mismo muro. Nosotros también lo hacemos a nuestra manera.
ResponderEliminarPor otro lado es de felicitar que vayan dejándote entrar poco a poco en el sistema. Y que dure. Enhorabuena.
La vida de una polilla es corta, no tiene tiempo para reaccionar a los cambios en el exterior. Sólo revolotear... Yo tampoco tengo tiempo de reaccionar últimamente. Veo que tú has dejado de revolotear, me alegro mucho por ti. Ya nos irás contando batallitas, que seguro que te surgen un montón de anécdotas.
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