Una versión adulta del miedo a la oscuridad se adivina detrás de las medias tintas que se usan al hablar. Tememos cargarlas, volverlas negras, porque en las medias tintas todavía se ve la puerta por la que podemos escapar. Así que cuando tenemos que expresarnos, lo hacemos tibiamente por no sumergirnos en la impenetrable opacidad del futuro.
Ejemplo 1: has visto a alguien que te gusta. En realidad estás pensando "creo que batiría un Guiness si se contabilizan las veces en que estaría dispuesto a hacerte el amor ahora mismo". Y ahí estás, limitándote a sonreir a la chica con tu sonrisa idiota de "me caes bien". A lo mejor hasta lo dices en alto "me caes bien", cuando lo que si fueras sincero dirías es "no, no me caes bien, me tienes hechizado, salidísimo, deseoso de ponerte la mano encima, derritiéndome por tí, etc..." Pero, la lógica dice que no podemos quedarnos "tanto" con una chica recién conocida, la educación nos prohibe utilizar palabras como "quiero follarte hasta reventar" en la primera ocasión que tratamos a una dama, la prudencia detiene nuestra lengua antes de que por culpa de ella nos rompa la mandíbula un derechazo de la hermosa...
¿Quién sabe donde?
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¿Pero dónde leches está? La maldita puerta, la del texto de arriba, la que
--estoy de acuerdo con A J-- debería aparecer en algún momento. ¿Dónde
c*j...
Hace 2 días
Hola, Rafa.
ResponderEliminarTe leo un poco por encima, pero en este titular me he quedado más atrapada y me encanta lo que escribes. Ojalá fuéramos todos más valientes y nos atreviéramos a decir tantas cosas no dichas que están debajo de las otras. Como decía Octavio Paz: "la obra no es lo que estoy escribiendo, sino lo que no acabo de escribir, lo que no llego a decir.... bajo lo dicho está siempre lo no dicho. La escritura reposa en una ausencia,las palabras recubren un agujero".
Te seguiré leyendo. Cuando tenía 19 me encantaba hacerlo. Muchos besos,
Ana (Moreno)