Pero, ¡qué se le va a hacer!, es trabajito de la carrera y había que hacerlo. Pero sigo pensando como Tolkien, que en Filología deberían leerse a los escritores sobre todo, antes que nada. Que está bien cotillear lo que han dicho otros sobre el mismo tema (por ahora, así de pronto, los que me han gustado se cuentan con los dedos: Eco y Eagleton, por poner dos casos... y por supuesto, Salinas, que suena al doblaje español antiguo de los 50, remilgado pero bonachón, lírico... mi poeta favorito).
Y que hay mucho crítico de mierda, rolleras infumable, que hacen eso de lo que acusaban a Clarín en su faceta de crítico literario: poner bien a los consagrados, criticar a los noveles (de fama débil que se puede maltratar).
Y esos otros, los académicos academicistas que no saben escribir como dios manda (como aquel A.Mendoza, reputado catedrático, prócer preclaro, de Didáctica de la Lengua, que escribía El espacio de la didáctica de la Lengua y la Literatura se configura como un espacio de intervención en los procedimientos de enseñanza y de formación, a partir de la consideración de los condicionantes que regulan los procesos de adquisición y aprendizaje de los dominios expresivos y comunicativos"... joío poeta, amo del lenguaje!) y sin embargo ahí están, dando por retambufen a los pobres estudiantes, que ningún libro se lee con tanta atención como los artículos-bazofia del Sr Tal y Cual, Catedrático, que caen en el examen. Y se creen algo porque inventan nombres para el glosario de los arcanos, como el imbécil de Jauss (se escribía así?), tan admirado. Y mejor si el tiempo los pasa y cubre, que solo faltaba que sobrevivan.
Jajajajaja, paja en el ojo ajeno....
1. El modo irónico y la literatura romántica española, un comentario sobre un artículo de Ricardo Navas Ruiz (con una reflexión propia sobre El Estudiante de Salamanca)
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor-din/el-modo-irnico-y-la-literatura-romntica-espaola-0/html/ffa8b852-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html#I_1_
Para ironías, las del romántico!
rafarrojas
Navas extrae los rasgos coincidentes de la definición de ironía (que existe desde que el mundo es mundo, y literariamente como figura retórica desde los griegos clásicos) con la visión que el ideólogo del Romanticismo, Schlegel (que se suma a Hamann y Herder... ¿Alemanes con sentido del humor? ¡qué ironía!), hizo sobre el carácter, credo y esencia del escritor romántico, para concluir que donde se convierte la ironía en una forma de vivir (es decir, de escribir) es en el Romanticismo. Ironía como irrealidad, confusión y juego de espejos.
En segundo lugar, el profesor de Massachusetts reivindica la existencia de esa faceta de arma arrojadiza y sutil de decir sin decir diciendo otra cosa, ese ejercicio de inteligencia con puntito de humor que es la ironía, en nuestros autores patrios: Espronceda, Zorrilla, Larra, Campomanes... (y para Carnaval, el de Cádiz).
Respecto al primer presupuesto de ese discurso, suscribo: tiene su lógica.
El romántico, que no es más que un ilustrado desengañado en mayor o menor medida, tiene de sus antecesores del siglo XVIII esa aspiración a la crítica. Para criticar hay que contar con libertad mental.
La otra, la libertad material (ausencia de censura), va a experimentar avances y retrocesos (aún estamos en ese baile), según los que mandan sean más conscientes del riesgo que corren de no seguir mandando con ello. De hecho, la ocasional falta de libertad real también coadyuva a que se oculte la verdad en las palabras, a la escritura entre líneas... a la ironía.
Igualmente las Luces, al dar ese valor supremo a la capacidad de razonar, a la inteligencia, también siembran ese espíritu que les sigue de ingenio, de abstracción conceptista.
La idea es peregrina por definición y aunque siempre vuela de vuelta como las golondrinas de Becquer a la realidad, sólo alguien que esté dispuesto a habitar en lo aéreo y libre, en ir a donde le lleve el viento, puede realmente ser irónico.
El romántico se pierde en las nubes, en los sueños, en la etérea irrealidad de lo que no es.
A la segunda cláusula de Navas tal vez le añadiría un matiz, en la línea de lo que afirma Octavio Paz y que recoge Navas.
En nuestro carácter nacional, más pasional y extremoso que los de nuestros vecinos, la crítica es más feroz y la ironía se torna sarcasmo o directamente mofa y befa sangrante con facilidad.
Paradoja. Se puede decir que nos limita aquello que irónicamente retrataba Larra: Nuestra alma de “castellanos viejos” que gustan de llamar “al pan, pan y al vino, vino”.
La diferencia entre ironía y sarcasmo es el control. Los ingleses, por ejemplo, son buenos en la ironía porque están acostumbrados a callarse lo que sienten y no lo que piensan. Una ironía es una sátira secreta.
Y en los españoles se tiende a no parar mientes a la hora de atacar. No nos va tanto el disimulo.
Pero igualmente es cierto que no es cosa fácil afirmar “aquí el autor quería decir lo contrario”, si asumimos que ironía es verdad escondida en la apariencia contraria (y como decía Berkeley, sólo es real aquello que se percibe). ¿Quería decir lo contrario?
Tomaré como ejemplo el texto de Espronceda, “El Estudiante de Salamanca”.
¿Es un manifiesto contra la razón o por el contrario la última forma de admiración de ella?
“Hay más cosas en el Cielo y en la Tierra de las que pueda soñar tu filosofía, Horacio”. Hamlet. Escena V. Acto Primero.
Noli Me Tangere (1769)
Anton Raphael Mengs
Muestras de razón o falta de ella en El Estudiante:
... El uso repertido del “quizá” y del “acaso”, el empleo habitual del condicional, que representa duda y razón incierta.
... El recuerdo de aquello que se escapa a la “adusta razón”-el sentimiento, la esperanza- “sin que lo comprenda jamás la razón”.
... La negación empecinada del protagonista hacia los prodigios (“sermón” y “farsa”), la fe y la religión, territorio ajeno a la razón: “la mente del hombre no alcanza / en su rápido curso a seguir”
....Cómo el misterio, lo inexplicable, son al final los que de hecho deciden el destino del personaje, y no lo cierto, lo incontestable.
... El pasado y el futuro (territorio de lo que no es tan real, porque queda fuera del conocimiento y de lo experiencial) enfrentados al presente, a lo inmediato.
Todo habla en El Estudiante de Salamanca de una contienda, lucha, entre lo razonable-mundano y lo espiritual- inaprensible. Una contienda donde el perdedor está claro, don Félix. Y don Félix, encarna a la razón: el Villano.
Dicho de otra forma, el villano, el malo, el mañara de turno, es el que no se llama a engaños, vive el presente, el hombre del panpan y vinovino, el del muerto al hoyo, vivo al bollo... El que usa la razón.
Y los buenos, la justicia, la hermosura, el poder superior lo ostentan los espíritus, la sombra, el milagro, el sentimiento.
Estos últimos acaban por imponerse.
El triunfo final (ironía) es para la (otra) gran desconocida (incognoscible), la Muerte.
Vale, que el villano es también héroe, porque es valiente hasta lo indecible... pero para lo que le sirve todo su valor, fuerza, decisión...!
Y si me apuras, tal vez sea héroe precisamente porque puesto a rebelarse se rebela incluso contra sí mismo, contra su sino, contra la tontería del sentimiento y la fantasmagoría... manque pierda.
Ricardo Navas concluye con el ejemplo de Campomanes y deduzco de sus palabras (no he leído todavía nada de este autor) que es el paradigma español de la ironía: distante pero de sonrisa leve (aleve) que niega las jerarquías y las valoraciones consagradas (...habrá que leerlo).
Estoy viendo que hablar del humor inglés contra el español empieza a ser cosa del pasado, de nuestros clásicos. Actualmente, se nos están disolviendo los caracteres nacionales y cada vez hay más un poco de todo en cada lugar. La globalización llega incluso a nuestras identidades. Yo soy más afín a la ironía que el sarcasmo aunque también depende de cómo me levante. Es mirando atrás, hacia los clásicos, cuando sí encuentro diferencias nacionales. Eran tiempos más estancos, supongo. Y aún así, tuvimos irónicos en nuestra península...
ResponderEliminarNo deja de sorprenderme el enorme esfuerzo de generaciones que consigue convertir lo que es (o debe ser) un placer íntimo y personal en un ejercicio intelectual.
ResponderEliminarUn beso