27 de mayo de 2012

Sirena



Noruega en verano es una sirena. Aparece de pronto ante tu vista, preciosa, absolutamente deseable e invitadora, verde (su pelo está vivo, hecho de plantas y hojas, como algas, y lo adornan mil flores). Qué buena está, Dios mío! Su tacto es suave, fresco su aliento, luminosa su cara... Sus ojos son agua brillante. Sonríe y te da un salto en el pecho al verla.

En ese momento, pobrecito marinero (emigrante), no puedes sino enamorarte, jurarle amor eterno...

No sirve de nada que sepas que la sirena tiene una dieta rica en hombres de Murcia y Albacete, que meriende pringaos de Andalucía y de Madrid, que a lo mejor no tiene alma o corazón (como Dios, se me ocurre de pronto, que eso explicaría muchas cosas si es que como creo existe, y ahora me apunta mi amigo Luis, Petete de andar por casa, que eso creen los deístas, que es ser sin sentimiento, y que Einstein era uno de esos, que lo identificaba con las leyes físicas)...

Aunque sepas que va a cambiar.

En un tiempo cortísimo (pero el presente tiene tanta fuerza que niega el pasado y el futuro y mientras dura crees que es eterno aunque sepas que no lo es) es invierno. Y entonces...

Noruega en invierno es una sirena. Pero la sirena que te abraza en una presa fría, la que te absorbe el calor y la sangre, la que te arrastra al fondo abisal, a la oscuridad helada, al fondo sin fondo de ti mismo (y qué hay dentro de tí, sino negra nada, la negación de luz y calor y movimiento?). Te ahogas, te congelas, te paralizas, te mueres... Vale, que exagero, lo sé. Un noruego no reconocerá mi descripción, porque ellos también ven vida en el invierno de Noruega, y reciben la nieve con alegría, como fanáticos del esquí y del cross-country (mi lider, que es como llaman a una especie de mini-jefe de estudios q tienen en cada curso, me contaba que le encanta meterse en el bosque, y toda Noruega es bosque, si no montaña, con trineo y perros y esquís, perderse por sendas donde no van ni otros esquiadores, y construirse un refugio para pasar la noche, noches de menos 30 grados....).

Los noruegos tal vez sean seres anfibios, no como nosotros que solo sabemos respirar calor y luz, y viven contentos con esa alternancia de las estaciones tan marcada, tan salvaje, tan sobrehumana... como una sirena.
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En eso pensaba mientras recorría, solo como casi siempre (mucho tiempo estoy solo aquí, content que dicen los ingleses que identifica el estado de aceptación que no es resignación pero tampoco verdadera satisfacción tal como yo la entiendo y solo, o deprimido y solo, pero solo con una frecuencia asombrosa, q no sé si me está cambiando tanta soledad), el camino desde la casa de mi amiga/alumna, Torun/Turun, en Asker a la estación de tren, que Asker está creo como a 30 kms de Oslo, pasado Lynsaker y Sandvika. . Todos los caminos eran nuevos para mí, entre casas sueltas como en Galicia, de madera, entre árboles, y hierba y flores, y caminos de tierra y gravilla, de pueblo, y me sentí feliz de tener la oportunidad de estar aquí y ver esto, aunque fuera solo.

Jajaja, no os ahorro nada... "revele su rollo" q decía esa tienda de fotografía.

Y no saqué fotos, q debería, pero he encontrado esta en Google, q a lo mejor os dice algo (en menos palabras)

3 comentarios:

  1. Has planteado una visión muy romántica y personificada, o mejor dicho en forma de ser mitológico, del sentir de un país.

    Se te ve contento, y eso está muy bien. Será el modesto calor del sol.
    (Me has despertado inquietud por conocer Noruega)

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  2. Yo como siempre he querido conocer países al norte del mío ya estoy comprado desde hace tiempo. Esto añade algo más pero dónde ya había.

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  3. Me alegra que el sol sea capaz de recordar toda la belleza que llevas dentro.

    Un abrazo

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