Llega la primavera a Noruega y, con ella, el nuevo emigrante: es feo, chiquitín, y, si no negro, muy moreno.
Lo que le falta de tamaño, le sobra a cambio de laboriosidad: ¡hay que ver cómo se afana el jodío para buscarse el alimento! Dia tras dia intenta salir adelante, y vuelve a la carga sin importarle cuántas veces le destrocen el chiringuito que monta, un negocio tan leve, evanescente, que casi se puede dudar de su existencia. Pero ahí está.
Está dispuesto a quedarse con lo que nadie quiere, a ocuparse de lo que molesta a los ciudadanos de primera clase... Se podria pensar que eso da cierto valor a su existencia... (pero no)
¡Y lo que come...! Dejando aparte el asco que me produce, dudo que sirva para mantenerle con vida...
En todo caso, su presencia afea nuestra perfecta vista de barrio respetable y pudiente. Asi que todos los dias mi amigo Luis sale con un periodico a la terraza y limpia los resquicios de las telarañas que un año más ha colgado nuestro emigrante particular, la araña (pobriña mia!)
¿Quién sabe donde?
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¿Pero dónde leches está? La maldita puerta, la del texto de arriba, la que
--estoy de acuerdo con A J-- debería aparecer en algún momento. ¿Dónde
c*j...
Hace 1 día
Me alegra leerte de nuevo. Pobriña araña.
ResponderEliminarbesos
Es decir, que si quiero ver la cohesión social de un país ¿he de mirar cómo trata a sus animales?
ResponderEliminarEntonces alégrate de no andar inmigrando donde tanto gustan los toros y los elefantes.
Dejar que teja tranquila su casita, ¿o es que por esas latitudes no hay insectos molestos de los que os pueda librar?
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