(Si no leíste el post anterior, léelo... o no te enterarás)
O tal vez no... Ultimamente me he encontrado en varias ocasiones con gente a las que veo un rasgo de personalidad que me produce un rechazo visceral. Y apenas un segundo más tarde reconozco que ese rasgo me es muy familiar porque yo lo tengo, y en abundancia.
Es como cuando ves a un hombre que habla raro, como si tuviera una flema que le impidiera hablar con claridad, y automáticamente carraspeas, como si la flema fuera tuya.
Y la paja en el ojo ajeno te hace desear rascarte la viga en el propio, que ahora notas, limaduras de hierro en el cristalino. No eres capaz de pensar en otra cosa cuando algo se te mete en el ojo. Lo tienes que dejar todo, hasta que te libras de ella.
[Podría ser un mini-superpoder, sobre los que he estado pensando de vez en cuando: la capacidad de meter una mota, molesta mota, en el ojo de alguien. Es una forma perfecta de paralizarle, de incapacitarle, de impedir que haga lo que quiera que fuera a hacer. ]
Cómo impidió el atraco?: de pronto, el atracador empezó a tocarse el ojo, soltó la pistola de hecho, para tener las manos libres para poder hurgarse en el ojo, qué incordio, oño!, se me ha metido....
Como todos lo tenemos todo por dentro (mismos pecados, defectos, vicios, carencias), cada pedorro/pedorra que conoces es un espejo de tí mismo, de tu propia miseria.
Tal vez lo mejor es no parecerse a nadie. Y entonces pasará quizá con la repugnancia ajena como con los problemas ajenos, que los ves pero no te afectan, no tienen poder para tocarte ni para llevarte por su oscuro camino hacia la agonía.
¿Quién sabe donde?
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¿Pero dónde leches está? La maldita puerta, la del texto de arriba, la que
--estoy de acuerdo con A J-- debería aparecer en algún momento. ¿Dónde
c*j...
Hace 1 día
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