(Esto de escribir así, a trompicones, y de pronto varias entradas en un solo día, es un mal invento. La gente lee lo último q pones... si no es muy largo.... y, oye! que ya he cumplido!... Poco inteligente por parte del que escribe, q satura al lector, y luego lo mata de hambre durante días).
3. He aprendido que en las películas
(digo en las películas que se pueden llamar películas, no en esas otras mierdas que pueblan las pantallas y son ejercicios de cómo gastar dinero sin cuento... sin cuento. Como le tocaba hacer a Richard Pryor en "El Gran Despilfarro", que para acceder a una herencia multimillonaria tenía que ser antes capaz de desembarazarse de 100 millones de dólares en un mes sin que quedara rastro de ellos. Y algunos productores de Hollywood son verdaderos maestros en ese arte)
en las películas no hay nada superfluo: si la cámara te muestra al principio que al prota le cuesta abrir la puerta de su casa, en algún momento de los minutos que quedan de peli ese aparentemente caprichoso detalle resultará tener un efecto fundamental en el guión.
Y eso me lleva a conceder una importancia mística-cósmica a cosas en teoría insignificantes (eso hacen los supersticiosos)
Y a desconfiar de ellas y a temerlas: la gangrena, la septicemia que acabó con la vida de nuestro héroe empezó siendo una pequeña heridita que se hizo mientras cortaba una rebanada de pan en la cocina. Supuestamente, un rasguño.... Pero en el minuto 86 de la peli, la enfermedad se ha extendido, y ahora no es algo nimio y desechable. Es la muerte que llega al galope, y los cascos resuenan en cada latido acelerado del corazón. Así razona el hipocondríaco. El diablo está en los detalles, dicen.
Me consolaré de mi cobardía pensando que es propia de gente con imaginación (claro que es una imaginación sin utilidad práctica, no vende libros sólo sirve para dar la tabarra).
Hoy una compañera mía, de la que he intentado hacerme amigo sin acabar de conseguirlo realmente, me explicó la razón de ese extraño "techo de cristal (a prueba de balas y cabezazos, cristal ahumado de ventanilla de coche mafioso)" de nuestra relación.
Ella tiene 30. Yo tengo 46.
Y no pinto nada con gente de la que "podría ser padre".
Conocido amigable, sí, pero no para ir a una fiesta, o para introducirme en su círculo de amigos. Qué jodidamente lógico y razonable. Si yo hubiera llegado a Noruega con 20 y pico, o incluso con 30 y pocos, probablemente ahora estaría repleto de planes y amigos. Ahora llego ya sin capacidad para ser tenido en cuenta: un señor de mediana edad (oño, por qué no soy capaz de asumirlo, de creérmelo?). Bueno, es lo q es. No merece la pena amargarse por eso.
Es una chorrada, lo sé. La heridita que te haces cortando el pan...
(La depresión es una forma de gangrena del sentimiento)
¿Quién sabe donde?
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¿Pero dónde leches está? La maldita puerta, la del texto de arriba, la que
--estoy de acuerdo con A J-- debería aparecer en algún momento. ¿Dónde
c*j...
Hace 1 día
¿46 señor de mediana edad? ¡Qué coño, ni por asomo!
ResponderEliminarAvanti y a por todas y todo.
Oye, pues ya es admirable (en serio) haber sobrevivido 46 años :)
ResponderEliminar(no sé cómo de bien sienta este tipo de comentarios a los cuarentañeros, la verdad xD )
Un saludo!