El infierno está empedrado de buenas intenciones. Pero voy más lejos: su misma disposición responde a las buenas intenciones.
El otro día, que no tenía nada mejor que hacer, decidí morirme un rato (era eso, o hacer un máster en la UCA).
Un par de chistes hechos a costa del prójimo (craso error) me dejaron fuera del corte de la lista para el Purgatorio, y sin más me ví en el infierno.
Sabréis ya por Dante que el infierno es prusiano en su planteamiento: hay tortura eterna de una clase para un tipo de pecados y castigo inmortal de otra clase para otro tipo distinto de pecados... Y que no se me mezclen!
Yo, sin embargo, que soy multitarea y pluripecador, tenía varias opciones a mi alcance: el infierno de los jartibles (los nunca satisfechos), que se ven encerrados en un ascensor todos juntos y todos intentando meter de canto palabras en las conversaciones ajenas sin conseguirlo, el de los quejicas-lloronas que finalmente se encuentran con el que les da "para que se quejen por algo de verdad", .... y otros pecados que no revelaré aquí, pero que incluyen oir las canciones horteras que les gustan a otros todo el día (algo así como un patio poblado por las radios de cien mil Manolis que cantan mientras planchan)
Al llegar, pues, al infierno, quise primero dar una vuelta para conocer las instalaciones, saber dónde quedaba el bar y los baños (porque existe el error común de creer que en el Infierno no hay pausas en el castigo, cuando cualquiera que haya sufrido sabe que si el dolor es continuo deja de sentirse, y hasta el más horrísono aullido se convierte en ruido blanco)...
En fin, hice lo que se hace en cualquier camping, porque el infierno es por supuesto un camping, tal vez el primero en inaugurarse aunque no el más cutre,...
Lo que decía, llegué al infierno, y aunque no las necesitaba, pedí indicaciones, como todo buen jartible. A distintas personas con las que me cruzaba. Y cada una me indicaba una dirección distinta y distintas vueltas y revueltas.
Hasta que me perdí.
Y mientras por el servicio de megafonía del infierno-camping, paraban un segundo de poner la selección de canciones del verano para anunciar a los nuevos (o sea, yo), que había un tiempo determinado para presentarse en el lugar de castigo que correspondiera. Y así iba ya haciendo trabajo y castigo, agobiándome pensando que llegaba tarde o que no llegaba, que empezarían a sufrir sin mí, que cómo iba a funcionar el infierno si cada uno no cumplía su parte como Belcebú manda...
Pasé a toda prisa el infierno de los burócratas que viven aplastados por toneladas de copias por triplicado, apenas tuve tiempo de admirar el silencio tras la pecera de los rolleras condenados a no poder seguir diciendo frases tales como "cada persona es un mundo" o "siente el vínculo con el universo a través de las líneas de energía que recorren tu ..." Bendito silencio. Maldita prisa.
Ví toda suerte de monstruos: el político pedagogo que tiene culo de político y boca de pedagogo; la nube de insectoides lametraseros, los tuercebotas académicos....
¿El final de esta historia?
Bueno, no me creeréis pero lo dejé desgraciadamente olvidado en algún sitio del infierno de los malos guionistas.
Allí están resiguiendo las líneas de un antiguo teletipo, donde se explica el esperado desenlace, y entonces una inmensa tijera corta la tira impresa y nos quedamos sin saber el final.
"El tesoro está en.... agh...."
(Ahora mismo creo que en su tele dan el último capítulo de Lost)
¿Quién sabe donde?
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¿Pero dónde leches está? La maldita puerta, la del texto de arriba, la que
--estoy de acuerdo con A J-- debería aparecer en algún momento. ¿Dónde
c*j...
Hace 18 horas
Lo hayas escrito a lo cadalso o no, para mí es de lo mejor que has publicado en muuuucho tiempo.
ResponderEliminarLo más divertido y entretenido de leer, desde luego.
¡Felicidades!