Allí estaba: la cima del mundo, el pico más alto, una vista olímpica, impresionante. Pero...
la última roca de la cima del mundo no deja de ser una piedra, sin más, si le quitas el mundo de debajo. Y auparse hasta ella entonces, una absoluta ridiculez, algo que no supondría reto o maravilla ni para un bebé que recién hubiera aprendido a gatear.
Se suele decir “no es más que la punta del iceberg”... ¿pero que ocurre cuando la punta es todo lo que hay?, ¿si “el iceberg no es más que la punta”, qué tienes? Pues, un hielito que, encima, con esa forma no vale para meter en un vaso para enfriar la coca, y se queda atascado en la boca del vaso y lo moja todo por fuera sin enfriar nada dentro, y luego de pronto sí, y cae y salpica. Un rollo, que luego toca enjugar con papel de cocina y es desagradable el tacto del papel mojado (frío, para más inri).
Yo, creo haberlo comentado ya, he sido un salido toda mi vida y por cuestiones de disponibilidad ajena y pereza propia muchas veces he recurrido al consumo de porno. Ahora bien, pasado ese momento de “cualquier cosa sirve” llega ese otro de “¿qué oño estoy haciendo con esta mierdecilla entre las manos?” (literal y/o figuradamente), porque no existe o yo no he dado con él un porno que atine a proporcionar otra cosa que no sea esa piedrecilla que promete ser punta de iceberg y sólo es punta a secas, o gravilla cutre, o realmente nada. Al final la imaginación que acaba teniendo que proporcionar uno mismo es el 99,9 (periodo) por ciento del efecto deseado. Y aunque sé que existe ese porno-êidos, ideal platónico de salidez, lo que hay en nuestra pequeña cueva parece en su lugar una proyección con el cine-exin de mi primo, que huele a quemado y tiene una calidad de caca, hasta en el colorcillo de la peli proyectada sobre la pared de gotelé.
Porque el porno va al lío, o más bien sólo es el lío sin más, nudo gordiano que es pelota sin gracia (y esa, como ya probó Alejandro Magno se corta de un tajo de la espada, pis-pás, no es sesudo cubo de rubik sino simpleza endurecida). Y el lío, para ser arte, esto es, para conmover, mover, crear emoción, tiene que mostrarse desde su primer hilo, fleco, conducirte por el dogal, llevarte hasta perderte, hacerte lío con el lío (¿me seguís en mi liosa explicación?). Así que ahí tenemos que un tío llama a una puerta y lleva una pizza y una tía con pechos de silicona le abre, primero la puerta y luego la cremallera del pantalón, y eso es tó, eso es tó, eso es todo amigos. Ni preliminares ni lessshes. ¡Y, fíjate tú, que yo quiero lo mismo que dicen las mujeres: que “me prelimen”! Y como decía Unamuno, pero aplicándolo al porno, “venceréis pero no convenceréis”, o como diría yo “qué salidez más tonta o más tontamente malgastada!”.
¡Ah!, he dicho porno, pero podría haber cogido cualquier otro género. Por ejemplo, Amor, el primo guapo del Sexo. Igualmente hay miles de historias de amor que pretenden enamorarnos sólo con el vistazo de la hermosa o la penetración del verbo “te quiero”. Uno se puede engañar durante medio segundo, romántica paja, pronunciando esas palabras. Pero si no ha llegado a ese punto siguiendo el camino, que a veces es cuesta, pasando previamente por el proceso completo, por la introducción, nudo y desenlace, no es culmen sino plano, no tiene nada, no llega a ninguna parte. Es de nuevo canto rodado enano y no cima del Annapurna.
Voy ahora con mi Supes de siempre, y la peli que temía ver. Y he decir que no me ha decepcionado en la decepción esperada. “Una pieeeedra”, podría gritar ahora, como el niño que dice “un paaaalo”, pero sin que me salve la ingenuidad y la inocencia del chavalín del desencanto de la simpleza, ordinariez en lo presuntamente extraordinario. Postureo. Capas. Disfraces de licra, o neopreno, o teflón. Trozo generoso de cacha de la Guondergumannnnn que no lleva el uniforme reglamentario de los griegos de la Odisea, aquellos aqueos de hermosas grebas de Homero, sino una minifalda, minigreba, coquetona pero poco útil para proteger las piernas.
Y la historia, onomatopéyica: ¡ah, uf, auch, vaya, oño...! Historia sin letra, como canción de grupo hortera. Ná de ná. Que si se matan entre ellos, los del ceño fruncido, no me da ni asomo de pena. Que el malo es demasiado tonto para ser un genio, que el bueno tiene cara sieso, que el otro es un Batman que usa armas de fuego (¿Batman con Ak47? ¿seriously?...) y en general que ya puede jurar y perjurar que es titánico duelo, pero los he visto con más pasión, enjundia o interés en una simulación de Tekken para consola.
Cagüen!!! Que un puede ser friki, enamorado de la idea de Superman, como salido, de mente calenturienta, pero siempre, siempre necesita que le engañen eficientemente si quieren llevarle al huerto al que está deseando ir. Y este producto de porno friki que es Batman vs (no “v” que “v” solo no hace el versus) Superman, es de nuevo, lástima, una mierdecilla que apenas sirve para pasar el calentón heróico-comiquero.
He dicho, : )
(y ahora, claro, diréis vosotros)
¿Quién sabe donde?
-
¿Pero dónde leches está? La maldita puerta, la del texto de arriba, la que
--estoy de acuerdo con A J-- debería aparecer en algún momento. ¿Dónde
c*j...
Hace 2 días