NOTA PREVIA:
Hace algunos años tuve oportunidad de entrevistar al editor de comics, Josep Toutain (estaba yo de periodista entonces) y me dijo que si pones dos tetas en una portada, tus ventas se multiplican... Basta con que estén bien visibles en la portada, aunque luego el contenido no se corresponda.... Y yo quiero hacer la prueba. Así que durante un tiempo, empezando ahora mismo, titularé estas entradas con palabras alusivas al tema favorito de los internautas, : )
Este es otro trabajito de la carrera, que cuelgo para ahorrarle hacerlo a los que vienen detrás.
Aunque he de decir que en este caso, el estudiado Eagleton, me ha encantado. Lo leí en inglés, que lo encontré después de mucho buscar por la red, y descubrí más tarde que había traducción tb entera, aunq la copia era con las págs en jpgs, y el inglés estaba en pdf (luego, convertible en word, resumible, tocable)
RESEÑA CRÍTICA DE "CÓMO LEER UN POEMA", DE TERRY EAGLETON
otro trabajito de rafarrojas para Teoría de la Literatura
1. Referencia bibliográfica completa.
EAGLETON, Terry Cómo leer un poema. Madrid. Akal, 2010, 208 páginas (Traductor, Mario Jurado)
2. Noticia breve sobre el autor
Terry Eagleton. Hoy, profesor de Teoría Cultural en la Universidad de Manchester (cátedra John Rylands) y autor de más de una veintena de ensayos (más una obra de teatro y una novela, que no dejan de ser ensayos biográficos, y su propia autobiografía, “El Portero”), es fundamentalmente un hombre de letras, filósofo de las letras, crítico de literatura (y al mismo tiempo de sus colegas críticos de la literatura), analista de la realidad y de la ficción siempre desde un punto de vista que podríamos calificar de “político” y “moral”.
Ese punto de vista es resultado, quizá, de sus orígenes: familia obrera de inmigrantes irlandeses (católicos, lo que le llevó a ser monaguillo de pequeño y hasta portero en un convento), sumado a una formación -tradicionalmente elitista- de Cambridge (estudió en el Trinity College), pero dentro del sector más izquierdista de la academia (fue pupilo de aquel “marxista de la subjetividad”, Raymond Williams). Tras pasar por distintas facultades de Cambridge y Oxford (el Jesus College de Cambridge, y el Wadham, Linacre College y St. Catherine’s de Oxford), acabó volviendo a su tierra, a Salford (ciudad dormitorio de Manchester).
Su enfoque se acerca en su inicio al estructuralismo, la Kulturkritik y la llamada izquierda católica (formó parte de la revista Slant), pero ha evolucionado hacia un planteamiento más propio y personal: por un lado endureciendo su crítica a la posmodernidad y a ese postestructuralismo de la deconstrucción pero al mismo tiempo introduciendo en ella un tono cada vez mayor de humor e ironía (hay quien diría incluso que sarcasmo) hacia el dogmatismo de unos y la superficialidad de los otros.
Entre sus trabajos traducidos al español cabe mencionar: “Una introducción a la teoría literaria” (1988), “Ideología. Una introducción” (1997), “La función de la crítica” (1998), “Walter Benjamin o hacia una estética revolucionaria” (1998), “Las ilusiones del posmodernismo” (1997), “La idea de cultura. Una mirada política a los conflictos culturales” (2001), “Después de la teoría” (2003), “Cómo leer un poema” (publicado en inglés en 2007 y en español en 2010), “La novela inglesa: una introducción” (2008), y “Sobre el mal (2010).
3. Resumen objetivo y analítico del contenido.
-Intención general del libro
El autor lo presenta como una especie de manual introductorio, libro de divulgación, para hacer “clara y accesible” la poesía. Para ello, utilizando ejemplos comentados de la poesía en habla inglesa, desde Yeats a Frost pasando por Auden o Dickinson, y recogiendo (y criticando) en el camino lo que sobre el tema han opinado teóricos, académicos y público en general, va contestando varias cuestiones tales como qué es poesía, qué mecanismos le otorgan su identidad, cuál es su función, y cómo, en definitiva, se puede hacer una buena, profunda, atenta lectura de un poema.
-Tesis fundamental que plantea el autor.
Tenemos que aprender a leer en profundidad la poesía (algo que cada vez se hace menos y peor) y podremos disfrutarla realmente y extraer de ella todas sus posibilidades y beneficios.
Unos la han privado de su literariedad y otros de su caracter político (entendido, en sentido amplio, como producto último y extremo de la conciencia, espacio de reflexión, arma del pensamiento que nos ayuda a entender el mundo y a nosotros mismos, nos aporta ideas y visión que a su vez nos mejora).
Partiendo, pues, Eagleton de la consideración de pérdida y desconocimiento, de falta de enseñanza de lo que puede aportar la poesía: no sólo el placer de la belleza, emociones o sentimientos, una aventura, muestra y recuerda cómo tenerlo todo, desde el ejemplo.
-Presentación resumida por capítulos
En seis capítulos el autor avanza (y en ocasiones retrocede) para primero establecer el objetivo y la situación actual (1. Funciones de la Crítica), definir-delimitar el campo de análisis (2.qué es la poesía), perfilándolo aún más en el siguiente capítulo, a partir de lo que han dicho o mantienen otros sobre el tema; esto es, la crítica a los críticos, el estudio de los estudiosos, concretamente los formalistas, señalando sus limitaciones pero también sus hallazgos (3. Formalistas). El cuarto y el quinto capítulos, aunque sus títulos puedan indicar diferencias, los veo como un conjunto: entran ya en el detallado repaso de lo que constituye un poema: sus elementos, sus mecanismos, forma frente a contenido y su relación. Y en el sexto, pone todo lo antedicho en ejecución para mostrar cómo se puede leer en profundidad cuatro poemas.
1. La función de la crítica:
Dos artes en vías de extinción, la lectura en profundidad y la crítica literaria. Pero hacer causante a la última de la desaparición de la primera entre los estudiantes es incurrir en una falsedad. Muchos de los teóricos son ellos mismos artistas. Lo que quiere decir que no sólo saben leer en profundidad, sino que además son sensibles a las cuestiones de forma literaria, a diferencia de los estudiantes para los que hablar de “forma literaria” se limita a hablar de ritmo y rima. Este empobrecimiento es relativamente reciente. En épocas anteriores, por contra, la poesía estaba vinculada a la retórica, y de esta forma relacionaba la forma con la expresión de una visión (política, social) del mundo. Lo que se está perdiendo con la retórica, es la capacidad de reconocer la carga ideológica de la poesía, que a su vez es lenguaje pero también idea, expresión y también comunicación. Estudia la evolución de este enfoque mezclado a través de la historia y de la histora de los teóricos de la literatura. “The story of rhetoric, then, is not an encouraging one. After a promising start in the ancient city states, it was fossilised by the medieval scholars, suppressed by scientific rationalism, and finally routed by a privatised poetics” (pág. 23). Habla de los peligros de la crítica moderna de desestimar por igual ambos pilares: la forma y el contenido. Y concluye diciendo que lo que se debe hacer es volver a los origenes: “cultural theory is a modern version of traditional criticism. [...]The slogan of a radical literary criticism, then, is clear: Forward to antiquity!” (pág. 25)
La culpa de ese sabotaje de un lectura “como es debido” (sensible, en profundidad) no la tienen los los teóricos de la cultura, sino la cultura posmoderna, una forma de vida específica, que ha eliminado del mapa la experiencia (desde Heidegger a Benjamin y más allá). La modernidad que nos quitado tantas cosas – los mitos, la magia, el parentesco, la tradición, la solidaridad y ahora nos desposee de nosotros mismos. Sustituye la experiencia por una ilusión de experiencia, y de esta forma la poesía se reduce a lo que nos dice, pierde esa cualidad tanto más importante: el efecto, lo que nos hace.
La imaginación está sobrevalorada, no es una facultura necesaria ni unívocamente positiva. Por tanto, estudiar literatura requiere una racionalización, un fundamento mayor que la mera apelación a la fantasía. Antes de ver lo que podría ser, sin embargo, hace una pausa para considerar por qué deberíamos necesitar ese fundamento en absoluto, más que lo necesitamos para el sexo o tomar el sol.
2. Qué es poesía?
Eagleton define la poesía en un ejercicio de perspectivismo (como si fuera girando alrededor de la poesía como objeto, parándose cada vez en una faceta distinta) y por oposición que casi podríamos definir como “geográfica”: el territorio de la poesía que entra en el de la prosa, con la moral, con la ficción, y el pragmatismo, y termina revisando lo que se considera lenguaje poético. Señala, por ejemplo, que “no hay recurso considerado tradicionalmente como ‘poético’ que no haya utilizado, que no haya aprovechado, algun texto en prosa en algún momento” (pág. 36) y propone como definición pues de poesía ser “una declaración moral, verbalmente inventiva y ficcional en la que es el autor, y no el impresor o el procesador de textos, quien decide dónde terminan los versos”. Es declaración moral, porque trata de valores humanos, de significados y propósitos. Es ficcional, que no significa imaginario, y esto está en relación con aquello de Aristóteles de la verosimilitud, al que por otra parte recuerda cuando dice que el poeta a diferencia del historiador no tiene por qué ser fiel a las cosas como son. “La ficción es ese espacio en el que lo moral prevalece sobre lo empírico” (pág. 46). La poesía no es excluye una función pragmática: la sensualidad de la palabra, el placer que nos proporciona, por ejemplo, ya es una forma de pragmatismo, aunque la relación del poeta con el mundo sea distinta a la de otras personas. Y es verbalmente inventiva, y corrige esa concepción estructuralista de verbalmente autoconsciente, de lenguaje en el que el significante predomina sobre el significado para atraer la atención sobre sí mismo. Y pone como ejemplo un poema de Swift donde “no hay nada en absoluto de verbalmente auto-consciente” (pág. 60). Ser sensible al lenguaje no necesariamente implica que el lenguaje este especialmente “resaltado”. Así establece la diferencia entre su enfoque y otros como el fenomenológico o el formalista ruso, al que analiza a continuación, que sólo atiende aspectos realmente formalizables, como la métrica o la rima, pero que pasa por alto los que apelan a la interpretación del lector (tono, modo, cadencia, gesto dramático...)´.
3. Formalistas
El concepto estrella de estos rusos “literariedad”, la función poética, o la materialización del lenguaje, su autoconsciencia, es un concepto cuando más relativo: la desviación de una norma, pero la norma no es fija y el “extrañamiento” es sólo una cuestión temporal y geográfica: lo que au nos puede parecer poesía, es habla normal para otros (en León, por ejemplo, todavía utilizan comunmente un verbo como “porfiar” que en Madrid se asociaría inmediatamente con un uso extraño, poético, del lenguaje). De hecho, al proponer su teoría pretendidamente universal de la poesía muestran pertenecer a un tipo de civilización particual, donde el lenguaje era excesivamente instrumental.* Su descubrimiento de esa “piedra filosofal” como se refiere irónicamente a ella Eagleton, olvida que “la proporción entre lo estético y lo comunicativo varía entre poeta y poeta” (pág. 67) y lo que hacen los formalistas deja a un mismo nivel a simbolistas como Mallarmé donde el significante vaga libre y John Dryden donde la mirada está fija en el referente.
* Como decía Voltaire, “todas las generalizaciones son idiotas... incluida ésta”.
Da luego un paso más adelante, con el heredero del formalismo, el semiótico Lotman, para el que una buena obra literaria es rica en información gracias a la desviación, sistema de sistemas, una construcción semánticamente saturada. Pero el poema también es también juego, justo lo contrario de una actividad instrumental. En opinión de E. se trata de una afirmación interesante pero excesivamente normativa “¿cómo quedarían en esta valoración la estructura automática o aleatoria, un poema dadaísta?” (pág 69). Termina este capítulo, refiriéndose a una práctica común de muchos teóricos, la “falacia de la encarnación” (cuando lo cierto es que you say potato y yo digo potato), y hay no una sino dos materialidades encarnadas en la poesía.El placer del significante y el placer del reconocimiento-descubrimiento moral, pero es excesivamente “organicista” creer que uno siempre opera en función del otro.
4. En busca de la forma.
Da al César lo que es del César: el secreto para entender la forma es ver que no se limita a reflejar el contenido, sino que también lo constituye, lo genera. Tiene aquí una metáfora muy curiosa, ver a través del cristal o ver sólo el cristal, cuando en realidad el mismo cristal incluye ya lo que se ve a través de él. Sin embargo, Eagleton no consdera que esa vinculación llegue hasta el punto de convertirlos en un sólo y único ser. Relacionados, claro! Unidos de forma inevitablemente armoniosa, no necesariamente. Y pone varios ejemplos donde la frontera entre forma y contenido es difusa, cuando la forma trasciende el contenido o cuando se transforma en acto performativo, no instrumental, sino retórico. El posmoderno desconfia de lo didáctico y rechaza lo dogmático, cuando muchas poesías sin caer en la pura propaganda son pruamente dogmáticas (Milton, por ejemplo). Termina mostrando dos ejemplos norteamericanos: Frost y Dickinson, que tratando el mismo tema (la muerte) lo tratan de forma (nunca mejor dicho) tan distinta.
5. Como leer un poema
En este capítulo me recuerda otro libro, de Johannes Pfeiffer, “La Poesía” que creo que era del principio del siglo XX* , en que repasa y categoriza metodológicamente, cada uno de los elementos constitutivos de la forma y así, por ejemplo, el tono, modo, altura, intensidad y cadencia, textura, sintáxis, gramática y puntuación de la crítica meramente subjetiva, aunque donde Pfeiffer afirmaba, Eagleton analiza e incluso duda, discute, propone y (añadiendo atractivo a su empresa) duda cuando es preciso y habla de la crítica como una ciencia no exacta, discutible (dentro de un orden), que debería considerar la recepción, al lector. No son sólo marcas en negro sobre blanco....
*Algo por otra parte comprensible, porque como decía Salinas en su “Defensa e Ilustración de la Lírica Castellana”: “Una poesía lírica es un tipo de creación espiritual que únicamente rinde su virtud completa y alcanza su plenitud de afecto cuando se lee en la misma lengua que le dio cuerpo”.
6. El último capítulo, selecciona y analiza cuatro poemas: Oda al atardecer, de William Collins, La segadora solitaria, de William Wordsworth, La grandiosidad de Dios, de Gerard Manley Hopkins y Cincuenta haces de leña, de Edward Thomas. El resultado es sumamente interesante, y muestra claramente todo lo que en este tiempo ha desarrollado en los capítulos anteriores, entre objetividad y subjetividad, el amor y la ciencia, cómo tender el puente entre la forma y el contenido, entre lo moral y lo sensual-estético.
4. Valoración crítica.
Lo mejor que se puede decir de este libro es que despierta el deseo de leer: leer más (y mejor), leer poesía, leer otros ensayos de este autor, leer sobre teoría de la literatura... (un poco, como comentaba ese otro, de lectura lamentable, casi el antónimo de Eagleton, Hans Robert Jauss en “El lector como instancia...” “El que ha leído una sola novela policiaca, y se contenta con ello, no puede decir que sabe lo que es el disfrure del lector de novela policiaca. La experiencia específica de la novela policíaca sólo comienza con la necesidad de leer otras novelas policíacas, ver al detective admirado en otras situaciones y conocer a otros detectives que trabajen de distinta manera”).
Así que esta obra de Eagleton cumple a las mil maravillas su propósito, porque sirve de introducción- orientación y a la vez motiva.
Y esto se debe en gran parte a lo que muestra (demuestra) en el ensayo: Amor (por la poesía, amor compartido y sentido), Humor (frente a las poses academicistas, pretenciosas, pesadas de otros teóricos de la literatura, pero también humor dirigido hacia sí mismo), y Ciencia (sabe de lo que está hablando y lo comunica como el mejor de los profesores posibles). Y es escritor, antes que crítico de escritores, sabe escribir, tiene imaginación a la hora de ilustrar conceptos, y su lectura resulta tan fácil y agradable como una buena novela.
Sólo le encuentro dos pequeñas faltas:
Una, que sabe a poco, y en ocasiones podría tal vez haberse extendido algo más en sus explicaciones (aunque sólo fuera por el placer de leerlo y por lo que deja sin decir). Y la segunda, que la poesía utilizada como ejemplo es aquella de habla inglesa (aunque en determinado momento menciona –y poco más- a algunos filósofos alemanes, Heidegger, Nietszche, y cita a Goethe, y a Dante junto a Milton, y sólo porque ambos compartieron el tema del infierno en sus poemas)*. Espero encontrar en el futuro, el equivalente español o hispano de Eagleton.
*Algo por otra parte comprensible, porque como decía Salinas en su
“Defensa e Ilustración de la Lírica Castellana”: “Una poesía lírica es
un tipo de creación espiritual que únicamente rinde su virtud completa y
alcanza su plenitud de afecto cuando se lee en la misma lengua que le
dio cuerpo”.
Un último apunte: hacer una reseña sobre un libro que es a su vez compilación de reseñas de poemas, tener que leer en profundidad una obra que enseña a leer en profundidad, no deja de resultar curioso y redundante ejercicio. Y a la vez Eagleton plantea una situación paradójica: cuando hablaba de la muerte de la experiencia reclamaba el desarrollo de esa capacidad de hacer lo leído personal, integrarlo en nosotros como experiencia, mediante la lectura profunda, pero sin embargo ¿no es la crítica literaria sino experiencia empacada y lista para servir? Tal vez sea ésta, sin embargo, sólo una aparente contradicción, que se resuelve sola (reflexiona desde el conocimiento, apóyate en la tradición), pero por otro lado abunda en un prejuicio propio, de corte individualista: cura te ipsum, la última autoridad es uno mismo, y no hago cesión de esa soberanía del criterio ante ningún crítico, que en el mejor de los casos podrá iluminar alguna zona más oscura, indicar un punto que se nos escapa, como hace mi admirado Eagleton, pero no sustituir con su juicio el nuestro.
5. Conclusión.
Es en definitiva un delicioso entrante en futuros festines literarios, un buen comienzo, al alcance por igual de los que no sabemos o de los que ya vienen “sabidos”, una oportunidad para descubrir (o redescubrir) el placer de leer poesía, un ejercicio erudito pero a la vez ameno. Y la validez de lo que defiende va más allá de la poesía, incluso más allá de cualquier tipo de lectura. Nos muestra una alternativa a ese posmodernismo lamentable, consumista desencantado y fugaz, relativismo superficial e idiota con el ejemplo. El reino del pensamiento y la conciencia.
FIN
(NO DEJÉIS DE LEER LAS ENTRADAS ANTERIORES DEL BLOG)
¿Quién sabe donde?
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¿Pero dónde leches está? La maldita puerta, la del texto de arriba, la que
--estoy de acuerdo con A J-- debería aparecer en algún momento. ¿Dónde
c*j...
Hace 2 días
Buena suerte con los títulos gancho. Yo lo intenté y hasta ahora lo que mejor me ha funcionado fue poner la palabra amor, bodas y la mejor: "Nueva Acrópolis"(un post que usé para atacar esta para mí secta, y me visitaron sus acólitos para refutarme). En cuanto a este crítico me quedo con su visión de la poesía y su muy elaborada definición. No sé si amplia el campo de lo que pensábamos sobre la poesía(he leído poco al respecto) pero desde luego tiene una idea bastante clara de lo que es o pensamos que es. A mí me toca redescubrir. El placer más intenso con las palabras sólo se encuentra en los versos. Difícilmente pueden ser superados en ese placer por la prosa.
ResponderEliminarLa entrada más leída en mi blog tiene la palabra Hada, una "chorrada" como una casa de grande. Y la segunda, sí sí, contiene la palabra amor y follar... en fín!! La verdad es que mi blog es bastante serio :)
ResponderEliminarSobre el libro que comentas, no podría leerlo... me parece. Leo poesía por instinto y con mucha lentitud, no más de un par de poemas al día del libro que esté leyendo. La intensidad y concentración de un poema me impide desde siempre leer los libros de poesía de otro modo.
Y me callo, que para ser el primer comentario ya me he "pasado".