Esto que viene a continuación es una transcripción de una entrevista a la que tuve que asistir, y el prota era Rafael Guillén, poeta al que yo no tenía el gusto de conocer (y eso que es Premio Nacional, hasta ahí la profundidad de mi ignorancia). Aunque no es literal lo he escrito, como si lo fuera. No sé si le servirá a alguien (a alguno de clase que se pase por aquí o a los de futuras clases, alternativa al Rincón del Vago). Si no interesa el tema o sus poemas, entenderé que os lo saltéis:
rafarrojas, para Teoría de la Literatura
Transcripción de la
conferencia-entrevista al poeta Rafael Guillén
En el 56 se publica su primer libro, “Antes de la
Esperanza”.
Se le incluye dentro de la generación del 50, pero
manifiesta su independencia de cualquier grupo, y se identifica en todo caso por
afinidad y querencia con la generación del 27.
La evolución de la poesía
es semejante a un movimiento tectónico, en el cual surgen una serie de
cordilleras: la generación del 27 representa una de las cimas más altas; aunque
también podría hablarse de la del 50 y, tal vez, de la del 90. Esas
generaciones, hitos de poesía, aparecen como si nacieran por plegamientos del
terreno.
En cualquier caso, yo no
estoy de acuerdo con esas adscripciones a una “generación”. Por lo que cuentan
ahora, pareciera que hubiera una generación nueva cada diez, veinte años. Y yo
creo que es necesario esperar al menos 50 años para que realmente surja algo lo
suficientemente nuevo como para suponer un verdadero cambio, que es lo que en
definitiva debería expresarse con ese término.
Yo no tuve relaciones
personales directas con todos esos poetas de los que hablan, aunque sí mantuve
correspondencia con autores de la talla de Dámaso Alonso, Gerardo Diego,
Vicente Alexaindre... e igualmente pude coincidir en ocasiones y tratar a otros
posteriores.
Sobre su vinculación con Blas de Otero
Hice la “mili” en Bilbao
en la Base Automovilística de Zorroza. Realmente no puedo decir que mi relación
con Blas de Otero fuera de amistad íntima: sí, paseábamos juntos por la vía
pero nuestras charlas eran siempre sobre poesía y nos intercambiábamos lo que
escribíamos. Él me hablaba de sus ensayos, que había conseguido colocar en los
Estados Unidos, y me regaló su primer libro, “Cántico Espiritual” * mismo título de aquel de San
Juan de la Cruz.
A Blas de Otero no le
gustaba el título que había puesto a mi poemario y me sugirió otro que yo
adopté.
Coincidencia en el uso de la palabra “esperanza”
en otros poemas contemporáneos, como por ejemplo Valente “A modo de esperanza”
o Uceda “Sin mucha esperanza”... Recuerda aquella copla que cantaba eso de
“aquí estoy sentado, esperando el porvenir....”*esas mismas palabras fueron las
elegidas por Carmen Martín Gaite en un homenaje a Ignacio Aldecoa.
La postguerra fue una
época difícil. Resultaba lógico esperar algo mejor. Además, siendo como era una
época con un sustrato religioso importante, yo al igual que los demás, imbuido
en el ambiente general, compartía esa “esperanza” de tipo espiritual,
relacionando este término con la vida interior. Y, por otro lado, también esta
otra esperanza más puramente material, la referida a la mejora de la sociedad
que vivíamos. Por eso en todos los poetas de entonces hay un componente de
“poesía social”.
Entre los escritores están los que opinan que uno
debe trabajar exclusivamente en el oficio de las letras y otros que opinan que
hacerlo en otros puestos mantienen la relación con el mundo, ayudan a no encerrarse
en una torre de marfil...
He trabajado hasta hace
muy poco en el Banco Hispano Americano. Estuve allí 40 años. Siendo hijo de
viuda que por toda fortuna contaba con lo que en Granada se conoce como “un
colonial”, una pequeña tienda de ultramarinos, tuve que empezar a trabajar
desde muy joven. La situación era difícil, conocíamos el hambre. Tenía un tío
que era administrador en una fábrica de azúcar y de vez en cuando nos llevaba
allí, para ayudarnos.
Si yo hubiera podido no
trabajar no lo habría hecho. Trabajé por necesidad, y desempeñé distintas
tareas: como recadero, como mecanógrafo en una fábrica de fideos... No me
convalidaron unos estudios de Humanidades que tenía hechos con los Jesuítas,
así que empecé a trabajar a los 14, sin una formación adecuada para conseguir
un buen puesto, razón por la que luego busqué la forma para realizar algunos
cursos al mismo tiempo de comercio y derecho mercantil. Finalmente conseguí una
plaza de auxiliar interino en el BHA, y gracias a ese puesto he podido mantener
a mi familia, y mis cuatro hijos pudieron hacer una carrera universitaria que
les ha permitido a su vez trabajar.
A la edad de 30 años yo
era huérfano y había escrito cinco libros, tenía cuatro hijos, y llevaba más de
15 años trabajando. Ese clase de planteamientos sobre lo que se puede o no se
puede hacer me resultan un tanto ajenos. Cuando hablo de que eran tiempos
duros, en los que mucha gente pasaba hambre, me refiero a cosas como la
mantequilla. Yo no la probé hasta los veintitantos años, después del servicio
militar.
Ha mencionado su orfandad: su madre muere en 1960,
y eso me lleva a preguntar por el tono elegíaco en algunos poemas que aquella
época. Como aquel del quinto aniversario de la muerte su madre.
En la emoción no se puede
escribir. Hay que dejar reposar los sentimientos. Es lo que le diría a ese
poeta que se pone con su pareja debajo de un árbol y de pronto le llega como una inspiración y se
pone a escribir... “Ese lugar está para otras cosas”, diría yo...
* El poeta lee a
continuación con voz pausada y clara, llena de sentimiento pero sin
sensiblería. Justo lo que necesita el poema para llegar al corazón:
UN GESTO PARA EL QUINTO ANIVERSARIO DE TU MUERTE
He venido hasta aquí, por ver si el polvo
de lo que tanto amé,
por ver si esto que queda, que no es nada,
de lo que tanto amé,
por ver si la corpórea cercanía
de un deshecho perfil amable, ay,
tantas veces descrito por los besos,
de unos huesos o, acaso, de un vestido
que yo oprimía junto con tu brazo,
por ver si la certeza renovada
de este silencio en torno,
puede ponerle playas
a mi dolor, puede aún levantarse
como rocoso límite concreto
en donde rompa mi dolor.
Aquí, donde la nada se amontona
y el jaramago crece en los vacíos
que dejó el pensamiento.
Aquí, donde los muertos, ordenados,
como puestos para secar y siempre
inútilmente cerca
como las cosas entre sí, no tienen
tiempo ya para hacer, tampoco para
dejar de hacer aquello que podría
ser comunicación, amor acaso.
Aquí, donde hasta el viento se arrincona,
después que el bieldo separó del grano
esto que sólo es paja,
aún menos que el polvillo de la paja.
Aquí, donde se asoma
la otra mano de Dios, la que sostiene
la esponja que nos borra,
donde la sombra sube
resumida en ciprés, pues de otro modo
no cabría en los cielos, ni en los hombres.
He venido hasta aquí, porque es domingo
y las calles con sol y las placetas
se llenan de muchachas
recién lavadas, blancas, y no puedo
con tanta vida, hoy que te recuerdo.
He venido porque los niños crecen
y crece el matorral y la luz crece
y lo bueno y lo malo crece, y todo
se expande y gira en torno de este punto
de dolorosa calma detenida.
He venido hasta aquí, sin más motivo
que el que tuviera de asomarme a un pozo
tan sólo porque es hondo
o el de sentarme quedo junto al mar
porque es el mar. Y ahora
me pregunto si al cabo de este llanto,
si al cabo del dolor, no habrá un poquito
de tierra nada más, de alguna imperceptible
materia tuya, que traspase el mármol
para tocar mi piel, para rozarme
levemente el cabello.
Porque nunca he querido
entender el amor sin una forma
de tacto. No he podido
renegar de este cuerpo que me diste.
He venido sin flores y sin luto.
He venido a fumarme este cigarro
delante de tu muerte;
solamente un cigarro, por aquello
que fue una gran borrasca de ternura.
(1965)
De "Tercer gesto"
[José Jurado comenta que
le agradece su fantástica lectura y especialmente dado que no es común un poeta
que además sabe leer poesía. Estoy de acuerdo en ambos puntos]
María del Pilar Palomo ha recogido sus poemas en
un libro que se encuentra en la Biblioteca de esta facultad. En la
introducción, esta profesora habla de un componente orgánico en sus poemas: no
se trata tanto de un poema, ni siquiera un libro completo, sino de un ciclo de
libros...
Me perdonarán que hable
de esto de forma coloquial: hay dos formas de escribir. Una es la que hombre
que se sienta a escribir cualquier cosa usando un rollo de cocina y luego llama
a su mujer: “¡María! ¡Tráeme el metro!”, y entonces mide la longitud de lo
escrito y corta aquí y allá, y ya ha sacado su primer libro, y ahora el
segundo...
Lo que a mí realmente me
interesa es la segunda forma de escribir, una que une todos los elementos en
una estructura, como erigiendo una catedral. Es el caso de mi libro “Los
Estados Transparentes”, donde hay una serie de pilares primarios, los elementos
de los que hablaban los antiguos griegos: fuego, agua, etc... Y junto a estos,
los pilares secundarios: y al fuego le acompaña o se desarrolla en el calor
humano; y el agua, la lluvia, el mar, etc.
Es el caso de círculos
concentricos en otros libros míos, la trilogía de los gestos (en realidad, una
tetralogía), círculos que se van ampliando en un tipo de poesía que podría
denominar “existencial”,
El primer gesto trata de
la relación consimo mismo. El segundo gesto, que se tuvo que publicar en
Argentina por culpa de la censura, trata de las relaciones con la sociedad. Y
el tercero, de las relaciones con un ente superior. Uno se puede colocar en el
centro de todos los círculos y desde allí desarrollar su poesía de forma
radial.
Por otro lado, poesía
significa al mismo tiempo no quedarse atrás en la técnica, en la ciencia,
buscar cauces nuevos, investigar... Aunque tengo algún libro ocasional, en
general yo escribo un todo en el que intento empujar los límites. Me interesa,
por ejemplo, la Teoría de la Relatividad, del tiempo, del espacio, del
movimiento.
Bueno, por ejemplo, en
“Los Estados Transparentes” * Premio Nacional de Literatura,
tardé seis o siete años para escribirlo... Escribo cuando se puede.
En el poema “El Origen”,
utiliza usted el sintagma “estado de palabra”, que da título a esta antología
que tengo en mis manos, y se refiere a un estado de lluvia, de agua, de luz, en
el que se encuentra el poeta cuando escribe...
Estado de palabra, como
se habla de “estado de gracia”, o “estado civil” al referirse a alguien... es,
eso, un estado, una situación determinada. Yo no creo en la inspiración (José
Jurado le interrumpe para preguntarle entonces por la intuición, porque al
decirle que no cree en la inspiración está invalidando la reflexión en su
pregunta previa, y a esto Rafael Guillén responde que sí, que la intuición es
imprescindible, y sigue leyendo algunos párrafos del siguiente poema:)
Yo solo puedo hablar, amigos, cuando
algo como la lluvia, desde dentro,
pero también cayendo dentro, pone
por mi manera de mirar, y pone
por el cauce de la entrada, o de salida
al exterior del sentimiento, un velo
de agua, o luz, o niebla,
o, yo diría, algo
como una mano de agua, una mano
lucidamente opaca, que recoge
suavemente las externas formas
de ser o de pensar, también las formas
de ver, y las sitúa
junto al mismo brocal adonde asoma
de vez en cuando mi palabra. Entonces
puedo decir: estoy lloviendo; yo
estoy lloviendo aquí. Esta es la hora del poema.
Sucede
que esta lluvia, o manera, o ser en sí
que condiciona mi salida, nace
de un océano extenso original
al que vierte el dolor -porque el dolor
también es agua - y nace
de originales lagos diminutos,
bajo los manantiales, o cascadas
de la dicha. En su doble,
desigual procedencia, esta lluvia
o mano de agua, o fondo neblinoso
que engendra la palabra, que es palabra
anticipada a los sonidos o ecos
que consigue de mi oquedad, ya hereda
un más alto legado doloroso.
Ya empieza a hablar, o como
quise decir, si toma formas, miradas de ver,
que me presente el agua
desde dentro, ya empieza
a llover, y contempló como afuera,
ajeno y lejos de este velo umbroso
al tema o el suceso toma cuerpo
por sí mismo y se forma
independiente de mi lluvia, pero
sustentado por su humedad o aliento.
Y puede ser que al cabo de una misma
manera, que es la mía, de ponerme
a mirar, siempre abrumado
por el agua, los seres
que se conforman a su amparo, tengan
distinto germen natural.
Por eso, amigos, solo puedo
asegurar que algunas veces, pocas,
estoy en situación de lluvia, estoy
en personal estado de palabra.
Luego llega el poema, si es que llega,
por sí mismo, no siempre
con una misma intensidad o moda,
o razón para ser, y yo lo veo
alejarse. Y eso es todo.
Sin hablar estrictamente
de una poesía “científica”, mi poesía sí está imbuida de lo que vivimos. Por
ejemplo, yo descubrí en cierta forma la realidad que hay detrás de eso de la
mariposa que mueve las alas y... lo que se llama (aquí no encuentra las
palabras, y apunto desde el público “el efecto mariposa, teoría del Caos,
Lorenzo”), sí, el Efecto Mariposa, en mi poema:
Algo sucede
Voy solo entre el desorden del gentío. De pronto
otro calor me roza. Es un instante. Pasa
a estribor de mi turbio no pensar la rotunda
certidumbre del cuerpo
de una mujer, con todas
sus velas desplegadas. Y prosigue. Y se aleja.
Y se disuelve al fin. Y nada cambia.
Sólo, acaso, que en otra dimensión, en el otro
lado del mundo, algo
como un alto edificio, o un nubarrón, o un monte
de cristal, cruje y salta
hecho pedazos. Nada ha sucedido,
pero algo sucede.
Cicatriza
una estela, tal vez, y la distancia,
que es nada, sigue alzando sus diques invisibles
sobre el vaivén de un tiempo que mece entre sus
algas
miles de peces muertos.
Y nada se conmueve.
Y sigue siendo injusto el azul de la tarde.
Una larga caída de cabellos, que el hombro,
rotundamente terso, divide, se me cruza
por el cansancio, de improviso, y tira
como con garfios de mi olfato. Y nada
sucede, es cierto, pero algo
sucede.
Todo sigue
en su lugar exacto, pero ya no es exacto.
Tal vez en los remotos
mares del norte, un barco ballenero,
partido en dos, se hunde en este instante
rodeado de témpanos y espumas congeladas.
Pero nada se mueve. Sigue el sol en su sitio.
Y una garganta pasa, y unos ojos perdidos
que no me ven y siguen
avanzando despacio hacia los pozos ciegos
en que el olvido entierra sus restos. Unos ojos
donde el agua no alcanza
el nivel que los haga flotar en lo consciente.
Es tan sólo un momento, pero basta. Y no puedo
explicarlo, no puedo. Intento, al menos,
fijarlos a mis muelles; y saltan las amarras.
El espacio es el mismo, pero ya no es el mismo.
Y algo sucede al fondo
del universo: un astro que pierde su equilibrio,
un niño que no nace,
un bosque que se quema,
un giro, en ese instante, del curso de la
historia.
Pasa a mi lado un pecho, una cintura, acaso
un pensamiento, el germen
de un posible contacto que me briza y se pierde,
que estuvo cerca y luego se pierde para siempre.
Y nada más.
El aire de nuevo perfila los contornos.
Los límites afirman sus aristas, parcelan
medidas y lugares y tiempo.
Pero algo
sucede. No sé dónde, ni cómo,
algo inmenso sucede que queda, en algún sitio,
escrito en caracteres perennes e ilegibles.
Usted discute el concepto tradicional del tiempo,
habla de una fusión del ayer, el hoy y el mañana. Como en “Variaciones
temporales”.
El tiempo no existe, es
un invento para poder vivir. Lo parcelamos, pero es circular, nosotros estamos
dentro de él y podemos ir a un punto o a otro. Como en aquella poesía: “el tiempo en la
terraza de un café de Lisboa”:
Hoy es aquel futuro que
pensamos un día
en esta misma terraza de
un café de Lisboa...
Esa idea de escribir
poesía del siglo XXI, dialogando con la física cuántica, hablando del instante,
y de los universos paralelos:
VIEJA FOTOGRAFIA EN SEPIA
Estaba allí el instante aquél; no era
glorioso, no; tenía, acaso, el aura
humilde de haber sido
elegido al azar. Al cabo
¿qué mejor elección?
Ella, la dulce
muchacha endomingada, nos miraba
desde detrás del tiempo, sorprendida
de haber quedado así, como iniciando
un gesto, no sabía
muy bien por qué.
Un gesto
que, en otra dimensión, siguió su curso
natural, escapando del milagro
de aquel instante detenido.
Estaba
junto a un escaparate y los cristales
desdoblaban la calle, que se iba
por el reflejo. Dentro,
suspendidos en el ayer, esbeltos
floreros, porcelanas
tiernísimas y un viejo
reloj eternizando la hora exacta
del olvido.
A la izquierda
llovía dentro de la foto; sola
se perdía la calle y los cerrados
balcones y los árboles borrándose
entre la niebla clara.
Al fondo,
se entreabrían las puertas del otoño.
Estaba allí el instante, desvaído
pero altivo y tenaz en una lucha
ya decidida.
Vieja
fotografía en sepia, apuntalando
lo que queda de luz, lo que no queda,
cuando el tiempo, muchacha endomingada,
vuelve la esquina, apenas
penumbra ya, y nos mira desvalido.
Y nos sigue mirando, mientras todo
se desvanece.
FRENTE A MI ESTÁS..
Frente a mí estás. Invades, inauguras
un ámbito, un espacio
ya tuyo para siempre. Cada
postura, cada gesto adquiere
el temple de esa transparencia
que en este instante te protege.
Un espacio creado
para ti, que no existía antes
de tu llegada; superpuesto
a anteriores presencias en el mismo
lugar e impenetrable
a posteriores invasiones.
La tarde es una plaza
con tilos y con pájaros y en este
mismo banco de mármol desgastado
se besaron antiguos
amantes; pero ellos
se llevaron su aire y es el tuyo,
el nuestro, el que desplazan nuestros cuerpos,
y nuestra dicha es la primera,
y nuestro sitio es único.
(sigue)
“Estaba frente a mí el
instante aquel...”
Vivimos en la
frustración, no podemos vivir todo. Sin embargo, estos no son poemas
científicos. El lenguaje poético TIENE QUE SER lenguaje poético. Lo que sí hago
es reflejar la inquietud del hombre moderno, la percepción.
Usted habla de materia trascendida, de empujar los
límites del Arte.
Bueno, no es exactamente
trascender, sino forzar esos límites. De todas formas temo a los coloquios, a
las preguntas del público. Como la que me puede hacer alguien de pronto “¿Qué
es poesía?”. Y yo tendría que contestar “Poesía eres tú...” o algo así. Yo
tenía un amigo escritor, José Fernández Castro que era famoso por sus peroratas
en los coloquios. Una vez estaba en la presentación de un libro biográfico
sobre aquel Otero, socialista, y mi amigo no se callaba, y otro de los
asistentes, Tierno Galván, terminó cortándole “¿no nos irá a leer el libro
entero?”...
[Una chica del público toma la
palabra. Se identifica como alguien que ha vivido casi toda su vida en Granada
y que querría saber si hay algún rincón en particular de esta ciudad que haya
servido de inspiración para Guillén. Este contesta.]
Tengo una casa en el
Albaicín desde hace 21 años. No tiene ascensor aunque tiene tres plantas y no
se puede llegar hasta ella en coche. En la terraza a la que muchas veces llevo
a los amigos se ve la Alhambra ocupando toda la vida. Y yo entonces les digo
“Lo único malo de esta terraza es que la Alhambra me impide ver el paisaje”. En
todo caso, Granada es chiquita, en dos pasos te sales y estás en medio del
campo. Yo nací en Granada pero lo que me gusta es viajar.
Usted vino de Granada en autobús a esta
conferencia... Háblenos de sus nuevos proyectos.
Tengo 81 años, y mi
próximo proyecto es poesía de amor. Pero poesía de amor del siglo XXI, que debe
ser distinta a la poesía de amor de Becquer o a la del XX.
Como en “te invitaré a
cenar, /no sé qué noche, /está la oscuridad entera por delante...” * El pasado14
de marzo se incluyó este poema en el recital que dió el poeta acompañado por la
música del contrabajo de la Orquesta
Ciudad de Granada Xavier Astor en Granada, en un acto conmemorativo para
celebrar el Día Internacional de la Poesía.
Yo no creo en la poesía
coloquial. Puedes utilizar una frase coloquial de arranque, en el primer verso,
pero luego tiene que cambiar, decir algo inesperado. Si sigue con lo coloquial,
yo no sigo leyendo, no me interesa. Por ejemplo, en ese poema mío que comienza
diciendo “Estoy esperando una llamada de teléfono...”, pero luego sigue “...
desde hace muchas vidas”...
COMENTARIO PERSONAL DE
RAFARROJAS
Un descubrimiento, este
hombre del que no sabía nada. Mayor, tiene 81 años, y aunque a veces recuerda
su edad un fallo en la memoria, una idea que se atranca en la punta de la
lengua, ya me gustaría tener esa cabeza cuando sea así de viejo.
Es “grana’íno”, y se
nota, en ese humor seco, casi violento-hiriente (la mala-follá de la que hablan las malas lenguas, incluidas muchas de
la misma Granada), que le gusta hacer bromas y reirse un poco de todo. (Un
“casshondo”). Lee como alguien acostumbrado a hacerlo, como un artista, y lo
que escribe es lo suficientemente bueno para disfrutar oyéndole, cerrar los
ojos y masticar despacio sus ideas, como una voz en la oscuridad.
Las poesías que más me
gustaron fueron las últimas, especialmente la de la invitación a cenar que no
he sido capaz de encontrar y en la que veo una declaración de amor más allá de
la muerte hacia su mujer (tal vez me equivoque). Una chica de clase grabó la
entrevista en el móvil: estaría bien pedirle la grabación y ponerla en clase
para disfrute de todo el mundo.
José Jurado llevaba su
parte aprendida y se notaba el respeto que le inspiraba el maestro. Tal vez a
ratos se encontró con que el entrevistado no se atenía al guión que tenía
preparado para él, como cuando elegía unos poemas en vez de aquellos que había
seleccionado el entrevistador, o cuando le corregía una apreciación sobre su
poesía (lo cual demuestra que el único que realmente puede decir lo que quiere
decir un poeta es él mismo, y no hay ningún crítico o analista que pueda
sustituir las palabras del propio autor) pero se supo adaptar e hizo un buen papel.
Lo de poner pobre a una nota es casi cruel. ¿No han encontrado un modo más humillante de calificar? No creo que fuera pobre ni mucho menos pero de poco te va a servir lo que piense. Por lo demás ya tenemos la redenciónd e la poesía. Interesante lo de tu tocayo el Guillén. Este sí me ha gustado mucho. Realmente está más allá de la etiqueta de su generación del 50. Un abrazo y muchos ánimos.
ResponderEliminar¿cómo que pobre? ¿Dónde hay que ir a pedir expliaciones, hombrepordior?
ResponderEliminarInteresante el autor que presentas (mi ignorancia es superior a la tuya), me ha picado el gusanillo de leer algo más.
Besos