La vida, como los sueños, tiene la mala costumbre de interrumpirse de pronto y quedarse a medias, con flecos sueltos. Y no me refiero a la muerte. O no a la gran muerte, sino a esas pequeñas muertes diarias. Somos uno cuando nos levantamos, unos a media mañana, unos a la hora de comer, unos tras la siesta, unos al caer la noche.... Porque lo que llamamos ser es una mezcla de un sentimiento, un propósito, una conciencia. Y eso cambia, a veces abruptamente, a veces de una forma tan callada que no nos enteramos mientras se va difuminando, transformando a hurtadillas.
Un ejemplo de cambio abrupto lo tenemos en lo que pensamos justo antes y justo después de corrernos. Poneos un segundo en el caso: antes, creéis, creemos que estaréis "toda la vida" haciéndolo, que "no existe otra cosa", que "no queréis otra cosa". "Le voy a echar 38" pensáis, y en voz alta "Te voy a echar 38". Ja. En muchas ocasiones, en esos momentos previos, mientras alcanzamos el punto de ebullición, se enseñorea en nosotros el ánimo malvado, o perverso, o pícaro, o animal, disfrutamos del sabor del pecado, o del morbo... Y apenas cinco segundos después del clímax, según nos descargamos de nuestro deseo y del ansia, llenan ese vacío (como un torrente) los pensamientos prosaicos tipo "debería recoger los papeles del salón", o vemos ahora a nuestra pareja con un amor espiritual y platónico, laxo e inerme, o, si la que tenemos al lado es una mujer a la que nos hemos ligado por casualidad, tal vez entonces seamos presas de un repentino miedo, como de amnésico que despierta en habitación extraña, deseemos darle al comunicador y pedir "Kirk to Enterprise. Beam me up, quickly!".
Y esas mudanzas del "Antes" al "Después" son rápidas, rapidísimas, mucho más que lo que prometen los anuncios de los equipos deportivos y las clínicas de cirugía estética. El hombre que fuimos y el que somos tienen tan poco que ver como un nazi pirado y un pacifista alternativo, entre el mal y el bien, entre la carne "que tienta con sus frescos racimos"(que decía Rubén Darío) y el espíritu.
Pero hay más cambios. Los conoce el que pretende hacer algo con su vida, esa vida chiquitaja. Puede ser aguantar la respiración (oye, recién cogido el aire, creemos que podremos no volver a respirar nunca), dejar de fumar (ése que al apagar el cigarrillo se promete que era el último), hacer dieta (mírate en el espejo, nos decimos... pero mirarse a uno mismo, y el peso del peso que nos redondea es carga pesada de aguantar con la mirada mucho tiempo, y llega un momento en que nos aburre ser testigos de nuestra degeneración, de mirar tantas lorzas y michelines, la deformidad de nuestro cuerpo como bolsa de supermercado medio llena de aire).
Y si escribes es peor. Escribir no es sólo, creo, hacer una enumeración de datos relacionados. Es sentir esos datos como si fueran propios, importantes, interesantes, ser perfectamente consciente y sin interrupción de esas relaciones, como el que mira hacia adelante un camino y ve que éste "sigue y sigue desde la puerta" (que decía Tolkien poeta) y piensa que lo va a recorrer hasta su final, cualquiera que éste sea.
Pero entonces nos sobreviene la muerte, esa muerte enana y de andar por casa, y nos quedamos a medio decir, a medio escribir.
Luego, sí, recuerdas (más o menos) las líneas básicas, pero ya no hay ese sentimiento, y el propósito flaquea. Contar una historia que ya no sientes es tan absurdo, tan difícil, como hacerle el amor a un cadáver. O que un cadáver haga el amor a un ser viviente ("¿Puedes mover un poco ese codo?... ah, no, claro, se me olvidaba, rigor mortis...").
Anaxágoras lo explicaba. Es de esas cosas que te quedan de la filosofía que diste en bup y en cou, una verdad que asumes como propia y que te acompaña toda la vida (la grande): "se dice de algo que es A y no su contrario, -A, no porque no sea -A, sino porque tiene más de A que de -A". O sea que se dice de nosotros que somos valientes, no porque no seamos unos perfectos cobardes, sino porque somos más valientes que cobardes.
Así que todos somos todo y cualquier cosa. Y me temo que por turnos. Y dentro de nosotros se empujan A y -A para hacerse con el control, y normalmente lo consigue uno de los dos.... A, probablemente, que está cachas .... Durante un tiempo.... Hasta que nos acaece esa muerte tonta, esa muerte de pantuflas y bata guata. Y entonces es el mini-reinado del siguiente Yo, el -A. Durará menos su imperio que el de un césar al final de Imperio Romano. Morirá a manos de su propia guardia o de un señor de bigote que pasaba por allí.
"Seriousness of purpose", seriedad de propósito, ponía en la solicitud de una beca y esperaban que alguien contestara a ello, que diera seguridades. Tal vez un ex-profe o un ex-jefe. Como una agencia de seguros que pretende saber cómo de longevo es el que pretende ser tomador de un seguro de vida, cubriéndose las espaldas.
Porque lo cierto es que cualquier conducta tiene un premio (y un castigo). Siempre que sea pura. Siempre que tenga seriedad de propósito. Pero desgraciadamente no hay conducta que se mantenga, a veces ni siquiera el tiempo para disfrutar del premio (la diminuta muerte llega).
Bueno, y ahora mismo acabo de llegar a una conclusión: si efímera es la vida del que escribe (como las moscas de la fruta), no más larga es la del que lee, o consume lo escrito en cualquiera de sus envases (botella, botellín, caja grande, tetra-brisssss... cine, música, comic, novela...). Mira las series de televisión. Vale, está Doctor Who, con un pasado más dilatado que el futuro del que habla. Pero lo normal es que duren, ¿qué?, nueve temporadas? siete? cinco?... algunas no pasan de una, como la de John Doe, o Journeyman.... La gente se aburre (en algunos casos, con sobrada justificación), los protagonistas envejecen...
Me llamó la atención el caso de la actriz Stephanie Parker. Dos días después de que la serie en la que llevaba trabajando desde los 15 años fuera cancelada, Stephanie se quitó la vida. "Belonging", en la que interpretaba a Stacet Weaver, fue cancelada tras nueve temporadas para dejar paso a una nueva serie en la BBC.
¿Cuál es el libro más tocho (novela) que has leido nunca? ¿De cuántas páginas?
¿Quién sabe donde?
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¿Pero dónde leches está? La maldita puerta, la del texto de arriba, la que
--estoy de acuerdo con A J-- debería aparecer en algún momento. ¿Dónde
c*j...
Hace 2 días
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