Dicen que es una cosa de la edad: la necesidad pensar en términos morales. No sé. En mi caso se cumple. No, yo NO soy una buena persona. Si acaso formo parte del batallón de los cutres de espíritu, pequeño mezquino de lo más vulgar con todo el equipamiento de orgullo, codicia, gula, lujuria, ira, pereza (envidia quiero pensar que no).
PERO...
Al mismo tiempo quiero que triunfe el Bien, en todas partes, en todas las cosas. Si queréis es una versión de “no deseo participar en un club que me admita como socio”... Y me preocupa, me agobia, que por el contrario en el mundo gana el Mal en todas sus formas: Trump (narcisista, belicista, egoísta, y miserable), Putin (manipulador, mafioso, dictatorial), el gobierno israelí (fascista, xenófobo, paranóico... a las pruebas me remito: 70 muertos en disparos frente a piedras, al azar, sobre una multitud), el puto fanático de turno, fiera suelta... Etcétera, etcétera.
Triunfa el Mal, joder, qué pena! En parte gracias a su lengua de serpiente, Gríma que da grima, que vivimos un tiempo de mentiras y propaganda, de hienas en piel de mascotas (por no repetir lo de los lobos y corderos), te devoran con una gran mueca que confundes con sonrisa, Jokers en ejercicio. Y en parte porque la gente -tú, ¡sí, tú! y yo, nosotros, todos- ni se preocupa de buscar y contrastar la información (los periodistas parece que se cansaron de hacerlo en una gran mayoría hace tiempo), y prefiere ver que hace una Kardashian (globo bobo) y cuando uno con interés partidista o particular suelta zasca o pildora envenenada no se preocupa de ver cuánto de verdad hay, de oirlo todo, y cada uno a su rollo y no a lo que será cierto aunque complejo o incómodo. Limitándonos a repetir la última consigna que nos dan, que Colón tuvo su excusa cuando creyó que aquello sería India, pero no así los que vinieron detrás.
El otro día oí una entrevista a Ricardo Darrín, gran autor y aparentemente gran tipo además, en una tele argentina, contando cómo le había ofrecido Tony Scott el oro y el moro por hacer de narco en una peli y cómo se negó, porque ni lo necesitaba ni le parecía bien. Y lo que contó me hizo apreciarle más: “yo soy un privilegiado, y soy todo lo feliz que se puede ser sin mirar a los lados”.
Sin mirar a los lados, porque la mierda nos inunda y la desgracia y el horror.
Pero ayer después de terminar de ver Stranger Things (por cierto, que Milly Bobby Brown, que nació en Málaga ná menos, parece hija de Elizabeth Perkins, la de Big):
de repente caí en la cuenta de que tal vez, tal vez se pueda conservar alguna esperanza en el género humano. Por las series de televisión.
¿Suena tonto? Bueno, somos tipos que como dije extraen sus valores y principios morales de la tele, sin filtros, porque preferimos no pensar mucho. Teleborregos. Sin inmunidad al sirimiri que nos cae en forma de ideas (o slogans) en guiones de serie. Así, a fuerza de ver tipos besando tipos o chicas besando chicas, quizás superemos homofobias, por aclimatación, hasta que reconozcamos el amor que puede haber detrás, y si nos lo dices el suficiente número de veces en distintos discursos ya no se nos moverán las tripas oyendo hablar de “miembra” o “los ciudadanos y ciudadanas”, etc, etc. Asumiremos que es lo normal.
El caso es que de pronto me dí cuenta de que estaba viendo, habiendo, personajes que eran Buenos, buena gente de verdad... ¡Tenemos modelos en los que inspirarnos, señores, viva!
Vale, que yo tiendo a elegir las historias donde hay final feliz y son en general amables... Pero ahora hay personajes que son buenos fuera de las comedias, en situaciones más cercanas a la realidad, a la normalidad.
Por ejemplo, el trabajador social de Travelers, serie que me ha encantado y recomiendo. O Bob en Stranger Things, un nerd lleno de bondad. Son gente normal y maravillosamente buena. Son dos ejemplos, pero podría decir más: Star Trek Discovery (que salvo porque ha copiado la música de Fringe en los créditos iniciales, está muy bien y salva a la franquicia de esa "Bushización" de la última –primera- Enterprise...), Discovery, digo, donde enfrentados a una posible salida por vía genocidio responden negándose “yo soy Federación!”.... Épico.
Piénsalo de nuevo...
Y podría poner otros ejemplos (aunque no tan perfectos): el presidente bueno de Designated Survivor (que no llega a la inteligencia de The West Wing ni a la acción de 24h, pero tiene un pase), para nada Trump, ni Bush, ni Clinton... el Obama que nos hubiera gustado que fuera. O la idea de Guillermo del Toro de un Trollhunter que no caza y elimina trolls, sino que los hace amigos y aliados.
Los protagonistas coreanos de Saimdang, la Memoria de los Colores, que rozan la santidad por su abnegación (y sirva como ejemplo de mi contradicción interna que trago igual cantidad de hentai depravado que de esta fabulita rosa que sabe a sobredosis de moraleja bienintencionada).
En fin, no sé... Confiemos en nuestra falta de criterio, ya que no podemos en la existencia de él, y en que así nos manchen con sus ideas una nueva generación de guionistas que nos ofrece ejemplos y modelos de lo que es Ser Bueno hoy,... A lo mejor se nos pega algo!
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