Soy viejo... Ah, sí,
sad but true. Soy lo suficientemente viejo como para haber conocido un tiempo donde no se concebía usar palabras como “follar”, “chúpamela”, “quiero darte por el culo” en una comedia romántica.(como en esta película con cuyo cartel decoro la entrada)
Intento explicarle a mi chica, vieja como yo, que eso no convierte una historia en porno. Ni siquiera en erótica. Que en el primer caso se verían penes, vaginas y mucosidades diversas; y en el segundo no habría seres humanos, ni desarrollo de personajes, ni -ya puestos- historia, sino modelos (aunque hay modelos realmente feos) haciendo lo imposible para provocar una única reacción, la misma que el porno, pero sin mostrar penes ni mucosidades, : )
Por cierto que los coreanos y los japones son tan raros (auténticos alienígenas entre nosotros) que pueden contar las historias más retorcidas y perversas (
hentai, se dice en japonés) pero luego pixelan los penes, sólo los penes! Ahí trazan ellos la línea, jajaja (y dejo el dato para que lo explique alguien de antropología, porque yo alucino sin más).
Ahora, que no antes, al menos en la parte verbal ese aspecto tan importante de nuestras vidas, el sexo, flota hasta la superficie de los guiones. Y a ratos se asocia esta nueva falta de pudor con el embrutecimiento del personal, que cada vez dice más tacos y procacidades, con el supuesto de que les falta el refinamiento básico, la educación. Otros juzgan positivamente esa tendencia coprolálica, porque saca a la luz realidad y eso incluye revelar la torpeza entre bastidores, el espíritu primario que nos mueve a todos, y es bueno que haya menos reparos y secretos: lo de ahora es más sincero, más real, y al serlo tiene nueva gracia.
Pero me pregunto si esa naturalidad que se pretende es sólo una nueva forma de autoengaño, un secreto oculto a simple vista, como la carta robada de Poe. Relacionarse sigue siendo jodido, aunque se joda o se hable todo el rato de jodiendas. Sigue siendo igual de difícil, me pega, conciliar amor y sexo, ser sano siendo morboso. Sumar penes y corazones sigue la misma dificultad matemática (a ratos parece que imposibilidad) que tenía sumar manzanas y naranjas, como nos decían en el cole. Seguimos fundamentalmente queriendo querer y ser queridos, a la vez que seguimos sintiendo nuestras limitaciones en la expresión sexual, la misma básica torpeza mecánica, la misma desconfianza hacia nuestra habilidad física, la misma dificultad para salvar el abismo de soledad en el que nacimos, un hueco que siempre amenaza como una sima abierta aunque se llenen todos los demás orificios. Creo.
La gente no es más feliz porque folle más. Ni siquiera se entienden mejor las parejas. No nace más amor que antes, a pesar de abonar ahora el terreno tan pródigamente con nuestro estiércol de vulgaridad.
Los seres humanos siguen con el mismo problema eterno de superar su condición de individuos aislados...
(...aunque sí, ahora ya puedo decir follar, y coño, y chúpamela, incluso en un guión de comedia romántica)