Un último cigarrillo
Un día más sacaron al condenado de su celda. Cada día un poco más de allá que de aquí, más consumido, macilento, demacrado. Se transmutaba progresivamente en cadáver.
Sabía que no iba a durar mucho más.
En el patio, el pelotón le rodeó.
- Fuego.
- ¡Esperen!,... ¿no tengo un último deseo?
- Diga.
- Que me peguen un tiro.
El sargento sonrió, negando con la cabeza, como ante una broma.
- Fuego.
Uniendo sus palabras a sus actos le encendió el cigarrillo, y el prisionero aspiró en un sorbo estrangulado, con ansia de adicto, su propia muerte.
(parábola de rafarrojas)
Una de las razones por las que no voy más al médico es porque ¿a quién oño le apetece ir a que le echen la bronca?: "Es usted idiota... desde luego, qué mal hace!... eso me lo está dejando ya... fíjese cómo tiene usted los pulmones..." etc. Ir para que te calienten la oreja, que te dé la charla un completo desconocido que además te mirará con esa mezcla de reconvención regañona, moralidad superior del sano-saludable. Mismamente mi madre emboscada cuando llegaba tarde, afeándome la conducta por desordenado e inconsciente y desastre....
¿Quién sabe donde?
-
¿Pero dónde leches está? La maldita puerta, la del texto de arriba, la que
--estoy de acuerdo con A J-- debería aparecer en algún momento. ¿Dónde
c*j...
Hace 1 día
Es cierto. El médico puede convertirte en un niño y soltarte un sermón como si no fuese tu mala salud la que le da de comer a él. Si es que... Saludos.
ResponderEliminarP.D. Aunque yo estoy bastante sano de momento. Cruce de dedos mental.
Bravo. Me ha gustado el giro que toma este microrrelato. El último cigarrillo debe ser como el último sorbo de un martini helado, el que sabe mejor.
ResponderEliminarSaludos!
Borgo.
Me has engañado, bravo!
ResponderEliminarTras llevar fumando más tiempo que el que no lo hacía decidí dejar el gris hábito de los 50 rubios diarios a 0 pelotero. Se puede, pero cuesta un huevo o varios.
ResponderEliminarNo te pegues un tiro. Mucho ánimo.